Introducción
Hasta 10 de marzo de 2021 se registraron más de 117 millones de casos confirmados de enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19 por su sigla en inglés), causada por el coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (Severe Acute Respiratory Syndrome [SARS]-CoV-2); el número de decesos supera los 2.5 millones. Si bien la infección por SARS-CoV-2 se manifiesta clínicamente como enfermedad del tracto respiratorio y con síntomas similares a los de la gripe, en el transcurso de la pandemia se reconoció que COVID-19 se asocia con compromiso de múltiples órganos, y con afección frecuente del sistema nervioso.
Los síntomas neurológicos de COVID-19 varían sustancialmente en gravedad; se refirieron en el 36.4% al 82.3% de los pacientes internados en todo el mundo.
Las manifestaciones neurológicas, pulmonares, cardíacas y gastrointestinales pueden persistir luego de la fase aguda y constituyen lo que actualmente se conoce como síndrome posCOVID o síndrome de secuelas posagudas de la infección por SARS-CoV-2 (postâacute sequelae of SARSâCoVâ2 infection [PASC]). Alrededor del 80% de los pacientes infectados tienen síntomas respiratorios limitados y transitorios y no deben ser internados por neumonía o hipoxemia. Incluso así, un porcentaje considerable refiere síntomas persistentes e incapacitantes, a pesar del antecedente de enfermedad leve, es decir que presentan COVID prolongada (Covidâ19 “long haulers”).
Si bien en muchos de estos pacientes se detectó ARN de SARS-CoV-2 por medio de reacción en cadena de la polimerasa por transcripción inversa (RT-PCR por su sigla en inglés) al inicio de los síntomas, muchos enfermos no reunían criterios para el estudio virológico al inicio de la pandemia o tuvieron pruebas negativas en coincidencia con la remisión de los síntomas respiratorios. Además, algunos pacientes con COVID prolongada no tuvieron anticuerpos detectables contra SARS-CoV-2, cuando estuvo disponible el primer ensayo serológico.
El objetivo del presente estudio fue caracterizar el espectro de manifestaciones clínicas en pacientes con COVID prolongada no internados, con RT-PCR para SARS-CoV-2 positiva o negativa. La disfunción cognitiva o “niebla cerebral” también es un trastorno comúnmente referido en pacientes con COVID prolongada, de modo que se evaluaron de manera prospectiva múltiples dominios de función cognitiva y calidad de vida con instrumentos validados.
Pacientes y métodos
Fueron analizados de manera prospectiva 100 pacientes (los primeros 50 pacientes consecutivos con PCR positiva y los primeros 50 enfermos consecutivos con RT-PCR negativa) que reunieron los criterios de inclusión; el estudio se llevó a cabo en la clínica NeuroâCovidâ19 del Northwestern Memorial Hospital, Chicago, entre 13 de mayo y 11 de noviembre de 2020. El primer caso identificado de COVID-19 en los Estados Unidos se comunicó el 21 de enero de 2020. Se incluyeron pacientes que presentaron manifestaciones clínicas compatibles con las guías de la Infectious Diseases Society of America (IDSA), a partir de febrero de 2020, pero que no requirieron internación por neumonía o hipoxemia; los pacientes presentaban síntomas neurológicos de 6 semanas como mínimo, después del inicio de los síntomas. Los pacientes sin confirmación de infección por SARS-CoV-2, pero con criterios para COVID-19, se incluyeron como grupo control con diagnóstico presuntivo de síndrome viral posagudo. Se determinó la frecuencia de síntomas neurológicos y se analizó la calidad de vida y la función cognitiva con instrumentos estandarizados.
Resultados
La edad promedio de los enfermos fue de 43.2 años y el 70% eran mujeres. El 48% de los pacientes fue evaluado por medio de entrevistas remotas. Las comorbilidades más frecuentes fueron la depresión y la ansiedad (42%) y la enfermedad autoinmune (16%).
Las manifestaciones neurológicas más frecuentes fueron la “niebla cerebral” (81%), las cefaleas (68%), el adormecimiento y las parestesias (60%), la disgeusia (59%), la anosmia (55%), y las mialgias (55%); sin embargo, sólo la anosmia fue más frecuente entre los pacientes SARSâCoVâ2+, en comparación con los enfermos SARSâCoVâ2â (37 de 50 [74%], en comparación con 18 de 50 [36%]; p < 0.001). El 85% de los enfermos refirió fatiga.
No se observaron correlaciones entre el intervalo desde el inicio de la enfermedad y la impresión subjetiva de recuperación. Ambos grupos de enfermos refirieron compromiso de la calidad de vida en los dominios de función cognitiva y fatiga. Los pacientes tuvieron peor rendimiento en las pruebas cognitivas de atención y de función ejecutora, respecto de sujetos de la población de los Estados Unidos, comparables en las características demográficas (puntaje T de 41.5 y de 43, respectivamente; p < 0.01 en ambos casos).
Conclusión
Un número considerable de pacientes con antecedente de enfermedad por coronavirus 2019 que no requirió internación refiere síntomas persistentes, especialmente niebla cerebral y fatiga que comprometen sustancialmente la función cognitiva y la calidad de vida.
Si bien la hipoxemia, la inflamación sistémica, la coagulopatía y la invasión neurológica viral son fenómenos involucrados en la encefalopatía que presentan algunos pacientes internados por COVID-19, en la fisiopatogenia de COVID prolongada intervendrían mecanismos posinfecciosos y autoinmunes, con consecuencias muy desfavorables sobre la calidad de vida y la productividad laboral. Se requieren más estudios longitudinales para conocer los efectos cognitivos de SARS-CoV-2 en pacientes no internados, ya que éstos representan la mayoría de los enfermos con COVID-19.
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