Informes comentados


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Informe
Autor del informe original
José Bonet
Columnista Experto de SIIC
Institución: Fundación Favaloro
Ciudad de Buenos Aires Argentina

Trastornos depresivos en enfermos cardiovasculares
Muchas veces la afección psiquiátrica precede y es considerada un factor de riesgo importante para la aparición de enfermedad cardiovascular, mientras que en otras oportunidades se observa que la irrupción de la enfermedad cardíaca en la vida de la persona es el factor desencadenante o precipitante para la subsiguiente aparición del trastorno mental.


Publicación en siicsalud
Artículos originales > Expertos de Iberoamérica >
http://www.siicsalud.com/des/ensiiccompleto.php/152918


Comentario
Autor del comentario
Rosario Guevara 
Especialista en Psicología Clínica, Universidad Central de Venezuela, Caracas, Venezuela


Es relevante destacar el aporte ofrecido en esta entrevista, con respecto a la utilización adecuada y oportuna de los psicofármacos, en pacientes con enfermedades cardiovasculares (ECV), utilizando referencias de guías actualizadas que consideran diferentes factores, cuando se decide que un paciente sea medicado. La necesidad de abordar apropiadamente al paciente con ECV permite que éste tenga una mejor calidad de vida. La depresión es uno de los trastornos principales encontrados en estos casos, enfermedad que debe ser prevenida y manejada en muchos casos con psicofármacos, para evitar la complicación de las ECV. En los individuos con depresión es importante atender el factor de riesgo existente para desencadenar una ECV; como también la mayor posibilidad, que tienen los pacientes con enfermedades cardiovasculares de presentar
alteraciones en el estado de ánimo por su estado de salud.
El considerar los factores de riesgo en las ECV y los trastornos depresivos permite ayudar al paciente a disminuir complicaciones de mayor índole. La genética cumple un papel importante en el desencadenamiento de ciertas enfermedades, los factores predisponentes en las ECV y en los trastornos depresivos son importantes de evaluar juntamente con otros aspectos, como son el sistema psicoinmunoneuroendocrino, el contexto familiar y social. La edad del paciente, tipo de enfermedad, tiempo de diagnóstico, dosis, evolución, efectos adversos producidos por ciertos psicofármacos y combinaciones de diferentes tratamientos; son fundamentales al decidir la prescripción médica y seguimiento. En particular, cuando se pueden sufrir una o ambas enfermedades (ECV y trastorno depresivo). Lo importante es que los psicofármacos no afecten negativamente la condición cardiovascular. En el caso de los pacientes con depresión se pretende que se disminuya la sintomatología, para prevenir la posibilidad de ECV. Teniendo presente en ambos casos la necesidad de ingerirlo durante un tiempo determinado, para que haga efecto y mantenerlo por un tiempo, con la finalidad de que el paciente tenga mejoría y perdure por un lapso sin síntomas o sean eliminados definitivamente. No debemos dejar de tener en cuenta que cada paciente es único y así debe ser abordado para la prescripción psicofarmacológica y cardiovascular. Se debe hacer énfasis en evitar, en lo posible, efectos adversos producidos por la medicación.
La presencia de síntomas o trastornos depresivos requiere ser abordados, utilizando uno de los recursos más rápidos en hacer efecto como es el uso de antidepresivos, considerando el tipo de enfermedad cardiovascular padecida; como también los efectos secundarios y el tiempo hasta el efecto de los antidepresivos. Se dan las dos condiciones cuando el paciente sufre de depresión y es un factor de riesgo de ECV, como cuando el paciente ya ha sufrido la ECV y se requiere prevenir o afrontar, en el caso de ya existir la presencia de síntomas o trastornos depresivos.
Uno de los factores relevantes a considerar es la adhesión al tratamiento tanto cardiovascular, como en el caso de requerirlo, el psicofarmacológico. La importancia de un adecuado seguimiento por un especialista, para evaluar su efecto y la prescripción de psicofármacos, es necesaria para precisar dosis y cambios de medicación de acuerdo con lo que realmente requiere y sea más beneficioso al paciente. El estilo de vida del paciente sufre modificaciones. Existen actividades de la vida diaria, que al inicio de padecer una ECV deben dejarse por un tiempo y luego empiezan a retomarse, pero es un tiempo de modificaciones y adaptaciones. El paciente percibe cambios antes y después de la enfermedad en sus hábitos de vida. Puede observarse en el paciente la manifestación de miedo, ansiedad, depresión, mayor temor a la muerte, entre otros. Los factores de protección para ambas enfermedades (física y mental) son relevantes, como fortalezas existentes y necesarias de utilizar, en la prevención y recuperación del paciente. Es frecuente apreciar que los pacientes con ECV no le adjudiquen ninguna relación a su enfermedad física (ECV) con la alteración en el estado de ánimo (trastorno depresivo), siendo importante un abordaje integral de ambas. Se debe hacer énfasis en concientizar en el paciente la enfermedad que padece, estimular la decisión de autocuidarse y la aceptación de la enfermedad. Evidentemente, los daños producidos por las ECV producen cambios en la vida del paciente. Es relevante tener en cuenta cómo interfiere su edad, en el caso de que sea un infante, adulto o adulto mayor; las modificaciones que se producen en los estilos y hábitos de vida, la medicación que debe cumplir, el impacto de un diagnóstico médico y psiquiátrico. La relevancia de la prevención primaria y psicoeducativa debe estar enfocada en un mejor abordaje. Los aspectos biológicos, psicológicos, sociales, ecológicos y culturales deben ser considerados en la evaluación integral y el tratamiento del enfermo. Al mejorar su condición física o mental o ambas, su estado de salud se verá favorecido. El trabajo multidisciplinario con las diferentes especialidades, en las cuales el paciente requiere ser evaluado y tratado, permitirán que se le brinde en conjunto la ayuda necesaria para su recuperación física y mental. Con respecto a la familia, hay angustia, existen preguntas con respecto a la enfermedad, sin conocer muchas veces la mejor manera de abordar al paciente y los cambios que se generan en cada uno de los miembros. Puede haber miedos y temores del paciente, así como en la familia, de que ocurra otro evento cardiovascular que pueda empeorar la condición física. La familia o el cuidador principal requieren apoyo ante los cambios que también se producen en la dinámica personal, requiriendo apoyo, atención y psicoeducación. Es imprescindible ayudar a la familia del paciente con ECV. Los grupos de apoyo son sanadores y proporcionan gran beneficio psicoemocional, la conformación de grupos para familiares y la psicoterapia de grupo son grandes recursos que favorecen el bienestar del paciente y su entorno. En conjunto con el uso de psicofármacos, encontramos que la psicoterapia es fundamental en la atención del paciente con ECV. Existen diferentes enfoques teóricos y modalidades que pueden ayudar al enfermo ante el impacto de conocer un diagnóstico, aceptar la enfermedad y cumplir con un tratamiento cardiológico, psiquiátrico o de ambos tipos. Lo importante es evitar y mantener el menor evento de recaídas, para que no se complique el estado de salud del individuo afectado. Cuando un paciente empieza a adquirir habilidades para afrontar los cambios que le produce una enfermedad, logra canalizar de mejor manera su estado de salud y darle una visión diferente a lo que está padeciendo. Si el paciente tiene un mejor estilo de vida, adquiere destrezas para su autocuidado, mantiene un ritmo de vida sano, realizando actividades físicas y mentales que sean beneficiosas, disfruta de un ambiente familiar, social y laboral adecuado, estos serán factores relevantes que influirán de manera positiva en la vida de la persona.
Es muy importante que los pacientes con ECV sean resilientes, siendo un gran recurso que le permite al individuo seguir y aprender ante situaciones adversas. La psicoterapia individual, grupal y las redes personales son grandes recursos para que el paciente con ECV logre tener una buena calidad de vida.
Copyright © SIIC, 2019

Palabras Clave
depresión, enfermedad cardiovascular, factor desencadenante
Especialidades
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Informe
Autor del informe original
José Bonet
Columnista Experto de SIIC
Institución: Fundación Favaloro
Ciudad de Buenos Aires Argentina

Trastornos depresivos en enfermos cardiovasculares
Muchas veces la afección psiquiátrica precede y es considerada un factor de riesgo importante para la aparición de enfermedad cardiovascular, mientras que en otras oportunidades se observa que la irrupción de la enfermedad cardíaca en la vida de la persona es el factor desencadenante o precipitante para la subsiguiente aparición del trastorno mental.


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Comentario
Autor del comentario
Patricio Cristóbal Rey 
Jefe, Hospital de Clínicas José de San Martín, Buenos Aires, Argentina


Introducción
Históricamente se reconoce una elevada prevalencia de depresión en los pacientes que cursan un infarto agudo de miocardio (IAM) y siempre se ha observado peor evolución en los individuos depresivos respecto de los no depresivos. Se ha comprobado que las diferencias son significativas más allá del ajuste de las distintas variables como edad, sexo, tabaquismo, diabetes, hipertensión arterial, IAM previo, clase Killip, fracción de eyección del ventrículo izquierdo, uso de diversos fármacos, trombólisis o tratamiento quirúrgico. Esto ha reafirmado el carácter de predictivo independiente de la depresión en cuanto a la evolución de la enfermedad cardiovascular (ECV) y, sugiere que el efecto predictor opera, no sólo en el corto plazo sino también en el mediano y el largo plazo.
La prevalencia de depresión en
pacientes coronarios se ubica entre 14% y 47%, siendo máxima en pacientes con angina inestable y en aquellos en lista de espera para cirugía de revascularización miocárdica. La prevalencia de depresión en pacientes con ECV depende de la población estudiada y el tipo de medición empleada, por lo que en los estudios incluidos en uno de los más importantes metanálisis, como el de Nicholson y colaboradores, varía entre 1.8% (pacientes con IAM y depresión crítica) y 50.6% en una población de pacientes con IAM y fracción de eyección del ventrículo izquierdo menor del 50%.1
Depresión y enfermedad cardiovascular
En los pacientes depresivos existen, a nivel cardiovascular, alteraciones fisiológicas vinculadas con el estrés emocional crónico que sufren, tales como hiperactividad simpático-suprarrenal que se manifiesta por niveles elevados de catecolaminas en sangre y orina, disminución de la variabilidad de la frecuencia cardíaca, inestabilidad eléctrica ventricular, reacción isquémica al estrés mental, desregulación del eje hipotálamo-hipofisario-suprarrenal que se manifiesta por hipercortisolemia, reducida respuesta en la secreción de ACTH ante la infusión del factor liberador del cortisol (corticotropin releasing factor [CRF]) y alteraciones de marcadores biológicos, vinculados con la activación plaquetaria e inflamatoria (niveles elevados de interleuquina (IL) 1ß y factor de necrosis tumoral (TNF) alfa, entre otros) y del sistema inmunitario.2
A nivel circulatorio y endotelial, en la depresión se observa que, como las plaquetas comparten propiedades similares con las terminales nerviosas de las neuronas serotoninérgicas, la función plaquetaria se encuentra alterada en forma paralela con las alteraciones de la neurotransmisión, incluyendo aumento de beta-tromboglobulinas y factor 4 plaquetario, y aumento de receptores de glucoproteína IIb/IIIa. Se agregan otras alteraciones de los parámetros plaquetarios, tales como la reducción de los sitios de unión del transportador de la serotonina por imipramina, así como aumentos de los sitios de unión del receptor 5HT2 de la serotonina en la superficie plaquetaria. La sertralina, potente inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina (ISRS) dependiente de la dosis, regula a la baja los receptores cerebrales de la serotonina, y también lo hace en las plaquetas, lo que podría explicar un mecanismo de la acción CV de los ISRS en esta enfermedad.3
En los pacientes con depresión los procesos que conducen a un evento coronario agudo en portadores de lesiones ateroscleróticas y disfunción endotelial se ven favorecidos. Dichos procesos involucrados en eventos agudos como inestabilidad de placa, factores hemodinámicos y trombosis superpuesta, son observados con mayor frecuencia que en la población general.3,4
La depresión se asocia con niveles elevados de citoquinas proinflamatorias, leucocitosis y reclutamiento de macrófagos, que generan inestabilidad de placa. La respuesta sobredimensionada en pacientes deprimidos ante situaciones de hostilidad, ira y estrés agudo produce vasoconstricción y elevación de la presión arterial a través de la liberación de catecolaminas, lo cual favorece la rotura de la placa y, el estado de mayor agregación plaquetaria asociado favorece la trombosis con posterior obstrucción coronaria, llevando a un evento agudo.4
A lo anterior se suma que a nivel sistémico la depresión cursa con hiperreactividad del eje de estrés, hipofunción tiroidea, hipofunción somatotrófica, hipofunción gonadal, desregulación del sistema nerviosos autónomo, resistencia a la insulina, obesidad central, hipertensión arterial, inflamación, activación plaquetaria y disfunción inmunitaria, lo que incluye la suma de todos los factores de riesgo tradicionales, explicando así el alto índice de morbimortalidad.5
Conclusión
Por todo lo expuesto anteriormente, podemos concluir que la depresión es una enfermedad sistémica, con sobrada evidencia científica de las distintas manifestaciones y anomalías encontradas en el aparato cardiovascular, el sistema endotelial y el eje de estrés. Los pacientes depresivos tienen un riesgo 81% mayor que los no depresivos de presentar un infarto de miocardio o de sufrir muerte cardíaca. En estudios etiológicos y estudios pronósticos, el riesgo de enfermar o morir por enfermedad coronaria es 80% mayor en los pacientes depresivos. Algunos autores consideran que existe un sesgo de sobreestimación del riesgo, ya que puede existir una causalidad inversa, es decir que los pacientes con ECV más grave tienden a estar más deprimidos y, que no sea la depresión la causa sino una consecuencia de la ECV. Más allá de las controversias, hoy existe un consenso generalizado acerca de que el tratamiento psicofarmacológico de la depresión disminuye la activación del eje de estrés y la reactividad cardíaca, sumado a que los modernos antidepresivos IRSS son cardioprotectores. Esto tiene una comprobación clínicamente significativa, ya que el tratamiento psicofarmacológico de la depresión mejora el pronóstico de la ECV, reduce la morbilidad y disminuye la mortalidad a corto, mediano y largo plazo, por lo que el tratamiento siempre debe realizarse, así ésta sea causa o consecuencia de la ECV.6
Copyright © SIIC, 2019

Palabras Clave
depresión, enfermedad cardiovascular, factor desencadenante
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Informe
Autor del informe original
José Bonet
Columnista Experto de SIIC
Institución: Fundación Favaloro
Ciudad de Buenos Aires Argentina

Trastornos depresivos en enfermos cardiovasculares
Muchas veces la afección psiquiátrica precede y es considerada un factor de riesgo importante para la aparición de enfermedad cardiovascular, mientras que en otras oportunidades se observa que la irrupción de la enfermedad cardíaca en la vida de la persona es el factor desencadenante o precipitante para la subsiguiente aparición del trastorno mental.


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Comentario
Autor del comentario
Lorena Cecilia López Steinmetz 
Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIPsi), Córdoba, Argentina


Todas las personas pueden sentirse tristes de vez en cuando y en forma pasajera como consecuencia de afrontar determinados eventos vitales, sin que esto signifique que padezcan una enfermedad mental. A diferencia de ello, la depresión mayor es un trastorno del estado de ánimo en el cual sentimientos negativos tales como tristeza –principalmente–, pero también otros sentimientos negativos –como frustración, ira, enojo, desinterés, apatía, anhedonia y desesperanza, entre otros–, se presentan durante períodos prolongados (por más de dos semanas), interfieren en la vida diaria y merman la calidad de vida de la persona que lo padece. Si bien el principal énfasis en los criterios diagnósticos está puesto sobre la esfera anímica o afectiva, lo cierto es que, típicamente, el trastorno depresivo mayor también
suele estar acompañado por síntomas de tipo cognitivo, volitivos y somáticos. Por lo tanto, en un nivel individual, la presencia de trastorno depresivo mayor implica una afección global de la persona, i.e., una afección no sólo psíquica sino también física. A su vez, los efectos de la depresión mayor van más allá del nivel individual. En este sentido, es importante señalar que la depresión mayor suele repercutir también de manera negativa en la estructura familiar y social.
En términos epidemiológicos, el trastorno depresivo mayor se encuentra entre los trastornos mentales de mayor prevalencia en la población general.
Por otra parte, las enfermedades cardiovasculares también tienen elevada prevalencia. Sumado a ello, la frecuente comorbilidad entre trastorno depresivo mayor y enfermedad cardiovascular está documentada ampliamente en la bibliografía especializada. Al respecto, se han reportado asociaciones positivas entre ambas enfermedades, i.e., las personas con enfermedad cardiovascular presentan más depresión que la población general y las personas con trastorno depresivo son más propensas a presentar enfermedad cardiovascular. Dichas asociaciones se acompañan de tasas de mortalidad más altas que la población general y, también, de tasas de mortalidad más altas en personas con comorbilidad de trastorno depresivo y enfermedad cardiovascular, en comparación con individuos que tienen sólo uno de esos diagnósticos. Sin embargo, aún no se sabe si la depresión mayor es sólo un marcador de riesgo de enfermedad cardiovascular más grave –y viceversa– o si, en cambio, existe una relación causal entre depresión mayor y enfermedades cardiovasculares y, en este caso, en qué sentido se establecería esa causalidad.
En cuanto a la terapéutica, es cierto que tal como se desarrolla en la entrevista efectuada por el Sistema de Noticias Científicas (aSNC) a José Bonet, titulada “Trastornos depresivos en enfermos cardiovasculares”, los fármacos antidepresivos más recomendados por las guías internacionales para el tratamiento del trastorno depresivo mayor en personas con enfermedad cardiovascular son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), debido a que estos cuentan con demostrada eficacia en la reducción significativa de sintomatología depresiva. No obstante, y tal como se señala también en la mencionada entrevista, los efectos secundarios y los efectos de interacción de los fármacos antidepresivos –ya sean los ISRS, o bien otros fármacos antidepresivos, tales como tricíclicos y drogas noradrenérgicas– son aspectos importantes que se deben evaluar antes de tomar la decisión de prescribir este tipo de tratamiento para trastorno depresivo mayor en sujetos con enfermedad cardiovascular. Al respecto, es importante señalar que las opciones terapéuticas no se agotan en el tratamiento farmacológico. En efecto, hay tratamientos psicoterapéuticos, tales como la terapia cognitivo-conductual, que demostraron tener eficacia en el tratamiento del trastorno depresivo mayor. Asimismo, existen estrategias adicionales para el manejo terapéutico de personas con comorbilidad de trastorno depresivo mayor y enfermedad cardiovascular, e.g., rehabilitación cardíaca, programas de ejercicio, apoyo general y enfoques combinados (farmacológicos y psicoterapéuticos). Copyright © SIIC, 2019

Palabras Clave
depresión, enfermedad cardiovascular, factor desencadenante
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Informe
Autor del informe original
Irene Kremer
Columnista Experto de SIIC
Institución: Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad Católica de Córdoba
Córdoba Argentina

El neurodesarrollo en la infancia y la importancia de la comprensión nominal en el diagnóstico
Presentamos una revisión de la denominación Trastornos del Neurodesarrollo del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5). Los paradigmas actuales sobre el desarrollo humano incluyen las bases neurobiológicas e intersubjetivas emergentes, requeridas para comprender e intervenir en problemáticas del recién nacido y del niño pequeño.  

Resumen
El objetivo de esta presentación es la revisión de la denominación Trastornos del Neurodesarrollo del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5). Los paradigmas actuales sobre el desarrollo humano incluyen las bases neurobiológicas e intersubjetivas emergentes, requeridas para comprender e intervenir en problemáticas del recién nacido y del niño pequeño. Se advierte que la denominación vigente adopta una postura teórica exclusivamente biológica, no obstante definirse como ateórico, tendiendo a invisibilizar aspectos fundamentales del desarrollo humano vinculados con la intersubjetividad. Se incorporan, además, experiencias clínicas vinculadas con acontecimientos perinatales en niños con graves problemáticas del desarrollo. Se efectúa una revisión de distintos paradigmas que subyacen en los conceptos de salud y enfermedad mental. Se consideran dos relevantes variables que intervienen en el desarrollo humano; primero, la epigenética, subrayando que su programación puede ser alterada por diversas condiciones ambientales, evidenciando cómo ciertos caracteres adquiridos pueden trasmitirse a la descendencia y que tales modificaciones son potencialmente reversibles. Segundo, lo recursivo, visualizado en la emergencia de la mente desde sus bases biológicas y las marcas que imprime la intersubjetividad en el cuerpo. Se incorporan evidencias de que los fenómenos mentales comienzan como una mente compartida con otros y de que las experiencias intersubjetivas tempranas se mapean en el funcionamiento cerebral del individuo. Se deriva que el neurodesarrollo requiere la intersubjetividad para posibilitar la emergencia de la mente como fenómeno eminentemente humano y, por lo tanto, sería de gran utilidad que ello sea reflejado en las denominaciones diagnósticas más utilizadas.


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Artículos originales > Expertos de Iberoamérica >
http://www.siicsalud.com/des/expertocompleto.php/158245


Comentario
Autor del comentario
Jorge Diego Agrimbau Vázquez 
Hospital Nacional de Pediatría S.A.M.I.C. Prof. Dr. Juan P. Garrahan, Buenos Aires, Argentina


Esta revisión del neurodesarrollo en la infancia representa una mirada crítica hacia el actual Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) de la American Psychiatric Association. Según considera la autora, este aporta una postura lineal y biológica que no permite abordar la compleja dimensión de los trastornos del neurodesarrollo. De esta forma, no se visualizan aspectos relevantes que intervienen en el desarrollo humano: la epigenética y la intersubjetividad en el cuerpo.
La autora hace referencia a varios artículos interesantes sobre neurobiología y las bases intersubjetivas emergentes que subyacen en los conceptos de salud- enfermedad.
Hay factores que resultan trascendentes en la modulación del neurodesarrollo: la influencia de la neuroplasticidad, la genética y las condiciones ambientales. Los cambios en la expresión de los genes
y el protagonismo de ciertas modificaciones moleculares –que interfieren en la memoria, la cognición, las emociones y la conducta– impactan en forma directa en la aparición de enfermedades futuras.
Resulta muy interesante cómo se va conociendo la preponderancia de los procesos epigenéticos que desempeñan un papel vital en la adaptación humana en relación con el desarrollo de la psicopatología. Efectivamente, los trastornos del neurodesarrollo son problemas que no tienen límites precisos, son heterogéneos y se pueden clasificar en: sindrómicos, aquellos vinculados con una causa ambiental y los que no tienen una causa específica identificada. En esta última categoría se incluyen los trastornos del lenguaje, del habla, de la comunicación social, del aprendizaje, por déficit atención e hiperactividad, del espectro autista (TEA), del desarrollo de la comunicación, de movimientos estereotipados y los diversos trastornos de tics.
El DSM-5 brinda herramientas para formular criterios diagnósticos consensuados, que no reemplazan el juicio clínico, que es el que debe primar en la práctica profesional cotidiana con los pacientes.Tampoco este manual pretende explicar las diversas enfermedades, ni clasificar a las “personas”, sino que se propone como objetivo mejorar la comunicación entre médicos e investigadores en el campo de la salud mental.
Copyright © SIIC, 2019

Palabras Clave
desarrollo humano, diagnósticos psiquiátricos, intersubjetividad, neurodesarrollo, psicopatología del desarrollo, trastornos del espectro autista
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