Autor del comentario
Pablo Alberto Bacci
Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina
Con largo tiempo ya, el paradigma grasa saturada+colesterol>LDL elevadas>trasudación de lípidos>estrías grasas>lesiones ateromatosas>epidemia de mortalidad cardiovascular está llegando a su fin. Desde los tiempos de Ancel Keys y la famosa pirámide alimentaria, todos los abocados al cuidado de la salud cardiovascular hemos sido educados en este razonamiento simplista. ¡Como si la biología fuera tan simple! Pero ahora empezamos a dudar.
La realidad nunca se amolda a nuestros deseos o nuestra imaginación, como muchas veces pretendemos. Repasaba la historia clínica de mi paciente NNM, quien padece diabetes tipo 2 regularmente controlada y sufrió infarto extenso a comienzos de este año con insuficiencia cardíaca posterior (by pass en 2002): realizamos más de un control anual y sus valores de colesterol total fueron de 100 a
110 mg% y los de LDL entre 25 y 40 mg% durante los últimos 7 años (bajo mi cuidado “estatínico”), pero sus glucosiladas no bajaron nunca de 7.1 mg%.
Me viene a la cabeza la última droga para diabetes que es la primera que se muestra como promisoria en enfermos cardiovasculares (inhibidores de la SGLT2 empagliflozina), ya que en los últimos trabajos tuvo un impacto significativo en la reducción de la mortalidad (total y CV). Dicha droga baja la glucemia por eliminar glucosa en orina: ¿No sería mejor que la glucosa, en primer lugar, no entrara en nuestro sistema?
Ha llegado el tiempo de pensar diferente: tenemos que subir algunos escalones en la complejidad de nuestro razonamiento y entender que la partícula de LDL por sí misma NO es dañina, ya que es un elemento necesario de nuestra biología. El problema yace en el comportamiento biológico de las apolipoproteínas (y de todas la proteínas en general), dado que son ellas las que determinan nuestro comportamiento fenotípico y se dañan con el mal uso (léase oxidación-glucación). Es hora de que prestemos atención a otros factores más importantes que el “maldito” colesterol. Es hora de que salgamos de nuestras cajas, nos pongamos un poco más atrás e intentemos ver la realidad de otra manera. Empecemos a mirar otros factores (¿son los carbohidratos necesarios en nuestra dieta? ¿alguna vez lo fueron?). Quizás el problema principal no son las grasas en sí mismas, ni siquiera las grasas saturadas; quizás nunca lo fueron.
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