Autor del informe
Silvia Liliana Teresa Morelli
Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina
La epidemia de obesidad y enfermedades metabólicas que nos acecha de manera creciente obliga al estudio de las causas que nos llevan a eso. Los nuevos estilos de vida, las jornadas laborales extensas y la inserción de las mujeres a la par de los hombres en el ámbito laboral llevaron a un cambio en el paradigma de la alimentación, donde mucha gente se alimenta fuera de su hogar en restaurantes de comida rápida o de servicio completo.
Los autores del trabajo realizaron un interesante estudio en el que evaluaron la cantidad de calorías, grasas saturadas, sodio y azúcares en una población diferenciada por ingresos económicos, etnias, sexo y edad. Es bien sabido que la oferta de alimentos en este tipo de restaurantes suele ser
muy atractiva visualmente, con un alto contenido de azúcares y grasas, y por su costo accesible. Cualquiera que haya estado en uno de estos lugares sabe que la proporción de vegetales y frutas que se ofrecen en las comidas dista mucho de ser lo nutricionalmente adecuado.
Para realizar el estudio se tuvo en cuenta especialmente a la población económicamente activa, que es la que permanece más horas fuera de su hogar y dispone de menos tiempo para realizar las compras en supermercados para preparar sus propios alimentos.
Los hombres jóvenes de todos los grupos parecieron ser el grupo más vulnerable en cuanto a la elección de alimentos ricos en grasas, sodio y azúcares.
Se evaluaron diferencias entre los grupos raciales, y se puso de manifiesto que los adultos de raza negra consumían más calorías que sus pares de raza blanca. Se debería ver si en este grupo las diferencias están asociadas con una cultura alimentaria diferente o con diferencias educativas que los llevan a elegir alimentos más calóricos.
Se puede inferir que las personas con altos ingresos económicos tienen acceso a información sobre alimentación saludable que los lleva a elegir alimentos con menor cantidad de calorías, azúcares, sodio y grasas y que eso marque la diferencia en la elección de la comida. Un dato que no resulta aclarado es si las personas de mayor ingreso son además las de nivel educativo más alto, ya que de ser así la mejor elección alimentaria estaría justificada.
Con respecto al nivel socioeconómico, resulta comprensible que el grupo con peores resultados sea el de hombres con nivel económico medio, ya que el grupo de bajos recursos no cuenta con suficientes ingresos y el grupo de nivel alto tiene mejores posibilidades en su elección de alimentos. Esto no aplica para las mujeres, ya que las de bajos recursos tienen una alimentación de mayor riesgo.
Claramente es imprescindible implementar políticas alimentarias adecuadas, donde se ofrezcan más opciones saludables, alimentos con un adecuado control de las grasas y azúcares que contienen, con etiquetas que informen la composición alimentaria, con reducción de los costos para adquirirlos y programas que favorezcan una educación alimentaria continua que ayuden a realizar una elección inteligente.
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