Nunca lo pude agarrar,
en algo que no sabía,
porque adentro lo tenía,
el deseo de triunfar,
y lo veía estudiar,
sentado en la mueblería,
sin oir la algarabía,
de los otros al jugar...
Era el que siempre tenía,
mas flamantes las bolitas,
y en tiempos de figuritas,
la difícil conseguía,
y en los recreos corría,
no por afán de jugar,
si no por querer cambiar,
lo que a el le convenía...
En los partidos rogaba,
que lo pusieran de win,
pero estudiaba el violín,
y en lo mejor, nos dejaba,
y escrupuloso limpiaba,
aquel estuche arruinado,
que en el arco había quedado,
con la ropa amontonada...
Estando en quinto,
cayó muy enfermo, gravemente,
con médico diariamente,
por un estirón que dió,
la madre cuando me vió,
que lo iba a visitar,
me empezó a acariciar,
y en silencio lagrimeó...
Lo encontré muy consumido,
la nariz mas afilada,
cada vez que respiraba,
se le escapaba un gemido,
estaba como dormido,
un ratito lo miré,
y temblando lo toqué,
y me fuí sin hacer ruido...
Me dió ganas de llorar,
verlo tan mal al Rusito,
caminando despacito,
me quería serenar,
y me detuve a pensar,
que los celos que sentía,
por todo lo que el sabía,
los tenía que olvidar...
Y entonces el "otro yo",
ese que hay aca adentro,
que llaman remordimiento,
en la puerta me frenó,
y aunque nadie me entendió,
volví en puntas de pie,
en la frente lo bese,
el rusito me miró...
Salí de la mueblería,
como si fuese vacío,
un algo que daba frío,
vergüenza, yo no sabía,
la gente iba, venía,
y hasta alguno me empujó,
pero yo, pero yo pensaba en Dios,
y en mi amigo que se iba...
Paso el tiempo, se sanó,
volvió a ser el primero,
y fuimos tan compañeros,
como nadie imaginó.
El, él soñaba ser doctor,
ver la chapa lustradita,
y yo, yo ser como Ochoita,
aquel gran gambeteador...
La vida nos fue llevando,
por caminos diferentes,
el Rusito tenazmente,
llegó a médico, luchando,
y yo, yo que sigo soñando,
pienso en él, la mueblería,
la muebleria y otra vez,
como aquel día,
ya me ven, estoy llorando...
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