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Relacionan el apetito voraz en la infancia con trastornos alimentarios de la adolescencia
The Lancet Child & Adolescent Health; Rotterdam, Países Bajos, 21 Marzo 2024

El apetito voraz a una edad temprana podría aumentar el riesgo de desarrollar atracones y otros comportamientos alimentarios insanos de la adolescencia; la identificación y abordaje oportuno de estos factores de riesgo prevendrían problemas severos diversos relacionados con la alimentación.

El estudio “Early childhood appetitive traits and eating disorder symptoms in adolescence…”, que publica la revista The Lancet Child & Adolescent Health *, investiga las particularidades del apetito en la primera infancia y su relación con el probable desarrollo de trastornos alimentarios hasta 10 años después.
El trabajo examina una encuesta realizada a 3.670 jóvenes del Reino Unido y los Países Bajos 

Los investigadores observaron que a los 4 o 5 años una alta propensión a la comida se relacionaba con la posibilidad de presentar síntomas de trastornos alimentarios entre los 12 y los 14 años. 

El artículo define como “alta propensión” el impulso de comer cuando se ve, huele o saborea comida apetitosa.

Aunque el estudio no establece causalidad, sugiere que la sensibilidad a las señales alimentarias predispondría a los trastornos. En este sentido, asocia la elevada propensión a la comida con un incremento del 16% al 47% en la probabilidad de manifestar trastornos alimentarios como atracones y restricción alimentaria. 

La sobrealimentación emocional en la infancia también guarda relación con conductas compensatorias en la adolescencia, tendientes a evitar el aumento de peso (saltarse comidas, ayunar y hacer ejercicio en exceso, entre otras). Por otra parte, el ritmo lento de alimentación se vincula con una menor probabilidad de las conductas restrictivas mencionadas. 

Los investigadores también hallaron que en la primera infancia la preocupación por la comida, la falta de apetito emocional (comer menos debido a un estado de ánimo bajo) y el disfrute de la comida no estaban emparentados con los trastornos alimentarios de la adolescencia.

Los rasgos del apetito se evaluaron según las respuestas al cuestionario de los padres cuando los niños tenían 4 a 5 años. Los trastornos alimentarios fueron declarados por los adolescentes entre los 12 y 14 años, instancia en que suele aparecer la sintomatología.

Alrededor del 10% de los adolescentes declararon tener atracones y el 50% manifestó al menos un comportamiento compensatorio de la ingesta como saltarse una comida.

Aunque el papel del apetito en el desarrollo de la obesidad se estudió durante muchas décadas, éste es el primer estudio que examina de forma exhaustiva el papel de los rasgos del apetito en el desarrollo de los síntomas de los trastornos alimentarios. Los autores recomiendan la prevención oportuna en vista de la la dificultad posterior para encontrar el tratamiento eficaz para resolverlos.
El trabajo de identificación de los factores de riesgo en los primeros años de vida pretende apoyar el desarrollo de estrategias de prevención tales como apoyar especiamente a los niños que presentan mayor riesgo.

Los investigadores señalan que un entorno alimentario sano y estrategias familiares de alimentación receptivas pueden ayudar a reducir los riesgos. En un entorno alimentario saludable la comida adecuada debe estar disponible y ser más visible, llamativa y accesible que las opciones contrapuestas. 

La alimentación receptiva consiste en proporcionar alimentos nutritivos en horarios establecidos para las distintas comidas, para luego permitir que el niño decida qué y cuánto comer sin presionarlo (si es que come algo).

El artículo recuerda que otra investigación similar analizó cómo las prácticas alimentarias de los padres en la primera infancia de sus hijos podían influir en los posibles trastornos alimentarios de la adolescencia. El trabajo observó que las presiones a los niños para que coman o la utilización del alimento como recompensa, o para calmar estados de ánimo, estaban relacionadas con la mayor probabilidad de padecer los síntomas negativos apuntados.

Al finalizar, los autores remarcan que los rasgos apetitivos de la primera infancia implicarían riesgos neuroconductuales predisponentes de trastornos alimentarios en la adolescencia. 
En consecuencia, un entorno de alimentación saludable y estrategias parentales receptivas, contribuirían a la prevención de la obesidad y otros trastornos.

 

* The Lancet Child & Adolescent Health
Early childhood appetitive traits and eating disorder symptoms in adolescence: a 10-year longitudinal follow-up study in the Netherlands and the UK
Ivonne P M Derks, Zeynep Nas, Holly A Harris, Alice R Kininmonth, Janet Treasure, Pauline W Jansen, et al
20 de febrero, 2024
https://www.thelancet.com/journals/lanchi/article/PIIS2352-4642(23)00342-5/fulltext

 

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