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Introducción
La sarcopenia tiene efectos perjudiciales para la salud y se vincula con disminución de la calidad de vida, deterioro funcional, discapacidad, mayor riesgo de caídas, hospitalización y muerte. La densidad muscular es un parámetro importante de la salud muscular. El envejecimiento y la adiposidad están vinculados con menor densidad muscular. Los determinantes demográficos y de estilo de vida de la densidad muscular no han sido estudiados en profundidad. La densidad muscular reducida de las piernas aumenta el riesgo de fractura. Se ha demostrado que la densidad muscular permite discriminar con mayor precisión el riesgo de hospitalización en personas con antecedentes de fractura de cadera que la densidad mineral ósea o el tamaño muscular. La densidad muscular se puede calcular mediante tomografía computarizada cuantitativa periférica (pQCT, por sus siglas en inglés). Los valores típicos de densidad muscular varían de 65 a 90 mg/cm3. Según investigaciones, la densidad muscular evaluada por pQCT está relacionada con el riesgo de fractura.
El objetivo del presente estudio prospectivo de adultos mayores fue identificar los determinantes antropométricos y de estilo de vida de la densidad muscular evaluada mediante pQCT, y relacionar las medidas de densidad muscular periférica con los antecedentes de caídas y fracturas prevalentes.
Métodos
El estudio de cohorte de Hertfordshire incluyó una la población de adultos mayores, que consta de 1579 varones y 1418 mujeres, todos caucásicos y nacidos en Hertfordshire, Reino Unido, entre 1931 y 1939. Entre 1998 y 2004, se registraron las características sociodemográficas, de estilo de vida (actividad física, tabaquismo, consumo de alcohol y alimentación) y clínicas (altura, peso e índice de masa corporal [IMC]) de todos los participantes. En 2004, 642 de 966 participantes de East Hertfordshire que se sometieron a una exploración de absorciometría de rayos X de energía dual (DXA, por sus siglas en inglés) al inicio de lainvestigación fueron reclutados para un estudio de seguimiento musculoesquelético. Posteriormente, entre 2011 y 2012, 376 de estas personas participaron en una investigación de seguimiento óseo adicional que incluyó la medición de la densidad muscular del antebrazo y la pantorrilla mediante pQCT. La densidad mineral ósea (DMO) total de la cadera total se evaluó mediante DXA. Además, se registró el índice de masa magra apendicular (iMGA), la fuerza de agarre y la velocidad de la marcha. La presencia de caídas y fracturas desde los 45 años se determinó mediante preguntas a los participantes. Las fracturas vertebrales se diagnosticaron con DXA.
Las características basales en relación con la densidad muscular en el seguimiento se examinaron por separado. Se analizaron las correlaciones de las medidas de densidad muscular con el iMGA, la fuerza de agarre, la velocidad de la marcha y la DMO total de cadera. Además, se investigaron las asociaciones entre la densidad muscular y las caídas y fracturas desde los 45 años. Todos los análisis se ajustaron por factores de confusión.
Resultados
La muestra final incluyó 375 participantes (197 varones y 178 mujeres). La media de edad al inicio del estudio fue de 64.7 años y la mediana del tiempo de seguimiento fue de 11.5 años. Los promedios de los valores de la densidad muscular del antebrazo fueron 79.9 mg/cm3 y 77.2 mg/cm3 para los varones y las mujeres, respectivamente, y los de la densidad muscular de la pantorrilla fueron 80.7 mg/cm3 y 78.5 mg/cm3, para los varones y las mujeres, respectivamente. Las correlaciones entre la densidad muscular de la pantorrilla y el antebrazo fueron 0.13 (p: 0.070) entre los varones y 0.23 (p: 0.002) entre las mujeres. Al inicio del estudio, los varones eran más altos y pesados que las mujeres. Más de la mitad de los varones (58.4%) y un tercio de las mujeres (34.8 %) eran fumadores o tenían antecedentes de tabaquismo. El 24.4% de los varones y el 1.7% de las mujeres tenían un alto consumo de alcohol. En promedio, las mujeres tuvieron una mejor calidad de la dieta en comparación con los varones y niveles más bajos de actividad física. El 59.4% de los varones y el 46.6% de las mujeres tenían una ingesta de proteínas menor a la recomendada. El 25.7% de los varones y el 30.9% de las mujeres autoinformaron fracturas desde los 45 años o tenían fracturas vertebrales documentadas. Además, el 56.6% de los varones y el 72.1% de las mujeres autoinformaron caídas desde los 45 años.
El sexo femenino, el menor peso y un IMC más bajo se asociaron con una menor densidad muscular del antebrazo y la pantorrilla (p < 0.05). Los correlatos adicionales de menor densidad muscular de la pantorrilla incluyeron edad avanzada y estatura más baja. Los factores del estilo de vida, la clase social y la comorbilidad no se asociaron con ninguna de las medidas de densidad muscular.
La densidad muscular del antebrazo y la pantorrilla se correlacionó débilmente con la DMO total de cadera, tanto en varones como mujeres. La densidad muscular de la pantorrilla se correlacionó moderadamente con el iMGA entre los varones y las mujeres. La densidad muscular de la pantorrilla se correlacionó con la fuerza de agarre entre los varones. En general, las correlaciones entre los parámetros musculoesqueléticos y la densidad muscular del antebrazo fueron más débiles que las correlaciones con la densidad muscular de la pantorrilla.
Después del ajuste por sexo y edad, la menor densidad muscular del antebrazo se relacionó con un mayor riesgo de fractura previa (odds ratio por desviación estándar de menor densidad muscular del antebrazo: 1.42, intervalo de confianza del 95%: 1.07 a 1.89; p: 0.015). Esta asociación se atenuó después del ajuste por DMO total de cadera (p > 0.08). Por el contrario, no se observaron relaciones significativas entre la densidad muscular de la pantorrilla o el antebrazo y las caídas previas. Sin embargo, se observó una tendencia entre una menor densidad muscular de la pantorrilla y un mayor riesgo de fractura previa después del ajuste por sexo y edad (odds ratio por desviación estándar de menor densidad muscular de la pantorrilla: 1.23, intervalo de confianza del 95%: 0.94 a 1.62, p: 0.131). Además, los valores más bajos de cada medida de densidad muscular se asociaron con un mayor riesgo de fractura vertebral después del ajuste por sexo y edad, pero estas asociaciones no fueron estadísticamente significativas.
Discusión
El presente estudio demostró que las características demográficas y antropométricas (sexo femenino, edad avanzada y menor adiposidad), en lugar de los factores de estilo de vida examinados, como la actividad física y la dieta, se asociaron con una menor densidad muscular a futuro, aproximadamente 11 años después. Además, se observó que la densidad muscular del antebrazo se asoció con fracturas previas, en lugar de antecedentes de caídas. Únicamente la densidad muscular del antebrazo, y no la densidad muscular de la pantorrilla, se asoció de forma significativa con fractura previa. La falta de asociación de la densidad muscular de la pantorrilla con la fractura previa podría reflejar un sesgo de supervivencia de salud. La densidad muscular de la pantorrilla puede reflejar menos las limitaciones funcionales, mientras que la densidad muscular del antebrazo puede reflejar más la fragilidad general en contraste con las extremidades inferiores que son sitios de carga. La falta de asociación entre la fuerza de agarre y la densidad muscular del antebrazo entre varones y mujeres fue sorprendente y podría estar vinculada con que la densidad muscular sólo se evaluó en el lado no dominante, mientras que la más alta de seis mediciones de fuerza de agarre se utilizó para el análisis. Inesperadamente, tampoco se observó asociación entre la densidad muscular del antebrazo o la pantorrilla con las caídas. Esto podría relacionarse con el uso de cuestionarios retrospectivos para recopilar información sobre las caídas. La edad avanzada se asoció con una menor densidad muscular de la pantorrilla después del ajuste por sexo y tiempo de seguimiento.
Los cambios en la densidad muscular a lo largo del tiempo pueden preceder a resultados adversos como caídas y fracturas y ser un predictor a largo plazo de fragilidad. La densidad muscular podría ser un sustituto clínicamente más significativo del deterioro funcional y la discapacidad que el tamaño o la masa muscular, pero se necesitan más estudios para apoyar esta noción. Los factores del estilo de vida como la actividad física, la dieta, el tabaquismo y el consumo de alcohol no se asociaron con la densidad muscular a futuro. Esto contrasta con la información que indica que la ingesta de proteínas y el ejercicio son importantes para la salud muscular. La ingesta de proteínas en la dieta no se relacionó con la densidad muscular a futuro en la presente cohorte, posiblemente porque la proporción de adultos que no consumieron los niveles recomendados fue menor que en otras muestras. La información sobre los ejercicios de resistencia no estaba disponible al inicio del estudio.
La principal fortaleza del presente estudio fue analizar una cohorte bien caracterizada. No obstante, contó con pocos participantes, se utilizaron datos autoinformados, no se disponía de información adicional sobre caídas y fracturas desde los 45 años, y sólo se disponía de caídas y fracturas determinadas antes de las medidas de densidad muscular. Además, el estrecho rango de edad de la muestra de análisis impide la caracterización de cómo varía la densidad muscular a lo largo de la vida.
Conclusiones
El presente estudio aporte información sobre los determinantes de la densidad muscular a futuro y las asociaciones de la densidad muscular con resultados clínicos como caídas y fracturas en una cohorte de adultos mayores que vive en la comunidad bien caracterizada. La densidad muscular analizada mediante pQCT podría proporcionar un biomarcador para complementar aun más la evaluación de la salud musculoesquelética en adultos mayores.
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