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COVID-19 y tuberculosis
La tuberculosis era una de las enfermedades con tendencia al descenso y en camino a erradicarse; empero, uno de los efectos colaterales de la pandemia por COVID-19 ha sido la afectación en la atención integral y oportuna de esta enfermedad. En el informe anual sobre tuberculosis de 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que las notificaciones sobre la enfermedad disminuyeron, mientras que las cifras de mortalidad se incrementaron. En 2020 se produjeron aproximadamente 1 500 000 muertes por tuberculosis en todo el mundo, lo que representó el primer aumento anual de muertes por esta causa desde 2005.
La correlación entre la inequidad de las vacunas contra la COVID-19 y la tuberculosis yace en la afectación específica de los países de escasos recursos e ingresos medios, en donde la cobertura de vacunación ha sido reducida y, a su vez, los índices de pobreza y tuberculosis son altos. La tuberculosis se relaciona estrechamente con la pobreza y, pese a que aparece en todos los niveles socioeconómicos, las condiciones de hacinamiento y alimentación inadecuada aumentan el riesgo. Cerca del 20% de la incidencia mundial de tuberculosis se atribuye a la desnutrición.
Para 2020, la OMS determinó que cerca de 10 000 000 de personas presentaron tuberculosis, pero tan solo se informaron 5.800 000, lo que representa una disminución del 18% respecto de 2019. La disminución en el informe fue mayor en países de escasos recursos, donde además se dieron mayores brotes de COVID-19, con afectación de la atención integral de la salud, menor acceso, interrupciones en la atención o el tratamiento y menor inversión en el gasto. Otros efectos negativos relacionados con la pandemia incluyen una reducción del 15% en la cantidad de personas tratadas por tuberculosis resistente al tratamiento farmacológico, una disminución del 21% en las personas que reciben tratamiento preventivo para la infección y una disminución del gasto dirigido a esta enfermedad, entre 2019 y 2020.
Efectos de la pandemia
Las diferentes variantes del coronavirus 2 causante del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2), las altas cargas de coinfección por tuberculosis y VIH (especialmente en países del sur de África) junto con las tasas bajas de vacunación y la interrupción en los servicios de salud, hacen ver más lejano el progreso hacia las metas de reducción y erradicación de la tuberculosis. Sumado a esto, la OMS prevé un aumento en la transmisión, la incidencia y la mortalidad de los casos de tuberculosis que se han pasado por alto en los 2 últimos años.
Además, el aumento de las cifras mundiales de pobreza debido a la pandemia por COVID-19 podría impulsar la tuberculosis en los próximos años. Por ello, esta enfermedad debe formar parte de la agenda de salud y el sector debe estar preparado para pandemias futuras, lo que requiere acciones a corto, mediano y largo plazo, que incluyen poner fin a la pandemia, aumentar la cobertura de la vacunación y reconstituir los servicios de atención para la tuberculosis (acciones a corto plazo); mejorar la detección de los casos de tuberculosis, eliminar la inequidad en la vacunación e implementar la telemedicina para la detección, el diagnóstico, el tratamiento y el seguimiento (como acciones a mediano plazo), y potenciar los programas de tuberculosis con educación, ofrecer una acción intersectorial para abordar los determinantes sociales de esta enfermedad y diseñar pruebas simples y mejorar las vacunas (como acciones a largo plazo).
Conclusiones
El aumento en la mortalidad por tuberculosis en 2020 constituye un llamado para que los líderes mundiales incluyan en la agenda posCOVID-19 una preparación ante futuras pandemias, con foco en la tuberculosis, en los países de escasos recursos e ingresos medios, donde la COVID-19, la pobreza y la tuberculosis aún conviven y se potencian.
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