Introducción
Los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) identificaron factores de riesgo para la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19 por su sigla en inglés) grave, entre ellos la edad avanzada, el sexo masculino, y la presencia de comorbilidades, como diabetes, obesidad y enfermedad cardiovascular. Sin embargo, los efectos de la actividad física (AF) regular sobre la evolución de COVID-19 no se conocen con precisión. Se sabe que la falta de AF representa un factor de riesgo para múltiples enfermedades crónicas, incluidas aquellas que se vinculan con COVID-19 grave.
Las US Physical Activity Guidelines y las guías de otros países recomiendan que todos los adultos realicen AF de intensidad moderada a intensa, sobre la base de los beneficios indudables de la AF sobre la salud.
En este contexto, es razonable asumir que la AF regular podría reducir el riesgo de evolución clínica desfavorable, en pacientes con COVID-19. Se sabe que la AF mejora la función inmunológica; los sujetos tienen incidencia más baja de enfermedades infecciosas, síntomas menos importantes y mortalidad reducida por infecciones. Asimismo, la AF regular reduce el riesgo de inflamación sistémica, un factor de contribución importante en el daño pulmonar asociado con COVID-19. La AF se asocia con beneficios sobre la salud cardiovascular, aumenta la capacidad pulmonar y la fuerza de los músculos y mejora la salud mental, mecanismos por los cuales podría atenuar la gravedad de COVID-19.
Durante la pandemia, los sujetos fueron alentados a permanecer en sus hogares y a evitar el contacto con otros individuos fuera de sus casas. Las cuarentenas y otras medidas de restricción complican el acceso a los gimnasios y otros ámbitos en los cuales las personas realizan AF. Si bien los niveles de AF antes de la pandemia no eran suficientes, es probable que durante la misma, la AF haya sido incluso menor; de hecho, algunos estudios refirieron una reducción significativa del nivel de AF desde el inicio de la pandemia.
En el presente estudio, con la información de un registro electrónico de salud, se analizó la hipótesis de que el cumplimiento de las recomendaciones acerca de la AF antes del diagnóstico de COVID-19 se asociaría con evolución clínica más favorable, en adultos infectados. De ser así, las personas deberían ser fuertemente alentadas a practicar AF regular, con el objetivo de obtener cierta protección contra COVID-19 grave.
Pacientes y métodos
El presente estudio retrospectivo de observación utilizó la información documentada acerca de la AF en los dos años previos a la implementación de la cuarentena por COVID-19, en marzo de 2020. Los datos se obtuvieron del Kaiser Permanente Southern California (KPSC), un sistema integral de salud que brinda asistencia a alrededor de 4.7 millones de residentes del sur de California, en 15 centros médicos. La población del registro es similar al resto de la población de la región, en términos de las características raciales y étnicas, el nivel educativo y los ingresos económicos en el hogar. El KPSC utiliza un registro electrónico completo, con vinculación con los estudios de laboratorio, las consultas médicas ambulatorias y los diagnósticos, en pacientes internados y ambulatorios.
Se evaluaron pacientes de 18 años o más con diagnóstico confirmado de COVID-19 entre 1 de enero de 2020 y 21 de octubre de 2020. Los participantes debían haber estado registrados, de manera continua, durante al menos 6 meses antes del diagnóstico de COVID-19. Fue requisito que se dispusiera de al menos tres consultas ambulatorias con información acerca de la AF, entre 19 de marzo de 2018 y 19 de marzo de 2020.
Se consideraron 3 categorías de AF, según las recomendaciones de las US Physical Activity Guidelines: AF continua según las recomendaciones (> 150 minutos por semana en todas las valoraciones durante el período de estudio), inactividad constante (0 a 10 minutos por semana de AF en todas las valoraciones) y algo de AF entre 11 y 149 minutos por semana).
Los criterios principales de valoración fueron la internación, la internación en unidades de cuidados intensivos (UCI) y la mortalidad por COVID-19. Las comparaciones entre los grupos, para las características demográficas, la utilización de recursos para la salud, las características clínicas y las comorbilidades se compararon con pruebas de χ², de Fisher, o de Kruskal-Wallis, según el caso.
Entre las covariables se tuvieron en cuenta la edad, el sexo y la etnia, y las comorbilidades de riesgo (antecedente de cáncer, enfermedad renal crónica, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfermedad cardiovascular, antecedente de trasplante, diabetes, hipertensión arterial, y obesidad). Mediante modelos de regresión logística se estimaron los OR, con intervalos de confianza del 95% (IC 95%), para las asociaciones entre estos factores y las categorías de AF, con modelos separados para cada variable de valoración.
Resultados
Se identificaron 48 440 pacientes adultos con diagnóstico de COVID-19 entre 1 de enero y 21 de octubre de 2020, para quienes se dispuso de por lo menos tres valoraciones de AF entre 19 de marzo de 2018 y 18 de marzo de 2020.
Los pacientes con COVID-19 que no realizaban AF tuvieron riesgo más alto de internación (OR: 2.26; IC 95%: 1.81 a 2.83), internación en UCI (OR: 1.73; IC 95%: 1.18 a 2.55) y mortalidad (OR: 2.49; IC 95%: 1.33 a 4.67) como consecuencia de COVID-19, en comparación con los pacientes que cumplían las recomendaciones de las guías para la AF. Los pacientes inactivos también tuvieron riesgo más alto de internación (OR: 1.20; IC 95%: 1.10 a 1.32), internación en UCI (OR: 1.10; IC 95%: 0.93 a 1.29) y mortalidad (OR: 1.32; IC 95%: 1.09 a 1.60) por COVID-19, en comparación con los pacientes que realizaban algo de AF.
Conclusión
Los resultados del presente estudio indican que los sujetos que realizan AF según las recomendaciones vigentes tienen riesgo fuertemente reducido de COVID-19 grave. Por lo tanto, la AF debería alentarse, también, en el contexto de la pandemia.
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