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Introducción
En personas que cursaron COVID-19 es necesario estratificar el riesgo antes de recomendar el regreso a la actividad física. Aquellos que continúan con síntomas, o que evolucionaron con infección grave o con antecedentes cardíacos necesitan una evaluación adicional. Sólo se vuelve a hacer ejercicio después de al menos siete días sin síntomas y se debe comenzar con al menos dos semanas de esfuerzo mínimo.
Este artículo ofrece un enfoque pragmático para ayudar a los pacientes a volver de manera segura a la actividad física después de una infección sintomática por SARS-CoV-2. En el Reino Unido se recomienda 150 minutos de actividad física de intensidad moderada o 75 minutos de intensidad vigorosa semanales, además de actividades de fortalecimiento muscular al menos dos días a la semana. Además del ejercicio y deporte, esto puede incluir jardinería, cargar bolsas pesadas de compras o caminar.
Riesgos de la actividad física
Existen varias preocupaciones respecto a la etapa posterior a la enfermedad. La primera es el potencial de daño cardíaco, incluida la miocarditis viral, debido a que el ejercicio en presencia de miocarditis se asocia con mayor morbilidad y mortalidad. Se desconoce la incidencia de miocarditis en asintomáticos o con enfermedad leve a moderada.
Un estudio en pacientes no seleccionados posterior al diagnóstico de COVID-19 demostró inflamación miocárdica en curso en 60% de los sujetos. No está claro si los hallazgos indican miocarditis o lesión cardíaca por otras causas. Otras preocupaciones se refieren a las complicaciones tromboembólicas y las alteraciones psiquiátricas, como psicosis, trastornos de estrés postraumático, ansiedad y depresión.
Una declaración de consenso de la European Federation of Sports Medicine Associations de julio de 2020 recomienda la evaluación por un médico especialista en medicina deportiva después de una infección sintomática leve, e investigaciones adicionales en los casos en que se presenten síntomas cardiopulmonares. Si bien se desconoce la incidencia de lesión miocárdica o complicaciones tromboembólicas posterior al COVID-19 leve o moderado, se cree que es baja, por los que se requiere un equilibrio entre impedir la actividad en la población y el riesgo potencial de consecuencias cardíacas o de otro tipo en una pequeña minoría.
Retorno seguro a la actividad física
El enfoque de estratificación de riesgo puede ayudar a maximizar la seguridad y mitigar los riesgos. El consenso es que el regreso al ejercicio se realice después de al menos siete días sin síntomas. Las guías del Scottish Institute of Sport sugieren que en atletas, antes de la reiniciación del deporte, las actividades de la vida diaria deben ser fácilmente realizables y la persona debe poder caminar 500 metros sin fatiga excesiva o disnea. Sin embargo, los autores recomiendan tener en cuenta la aptitud física previa a la enfermedad de la persona y adaptar la orientación en consecuencia.
Las personas que no requirieron internación pero que cursaron con síntomas sugestivos de lesión miocárdica deben ser evaluadas con examen físico e investigaciones adicionales. Se aconseja restricciones en el ejercicio durante 3 a 6 meses en casos de miocarditis confirmada. También es necesario evaluar si la persona está psicológicamente preparada para embarcarse en un programa de actividad física. La presencia de tales condiciones no debería impedir realizar actividad, pero permite un apoyo adicional de ser necesario.
Consejos para el regreso a la actividad física
Un enfoque prudente es comenzar en forma gradual, individualizada y basado en la tolerancia subjetiva. Una vez estratificado el riesgo y en personas asintomáticas durante al menos siete días, se puede utilizar una estrategia de fases.
Fases 1-2
Se comienza con actividad de intensidad ligera durante al menos dos semanas. La escala Borg Rating of Perceived Exertion (RPE) es una evaluación subjetiva de la intensidad de ejercicio que califica la sensación subjetiva de esfuerzo en una escala de 6 (ningún esfuerzo) a 20 (esfuerzo máximo). El ejercicio de intensidad ligera equivale a una RPE de menos de 11, se debe poder mantener una conversación sin dificultad. Las actividades pueden incluir tareas domésticas y en el jardín, caminatas suaves y ejercicios de equilibrio o yoga. También se pueden incorporar actividades de respiración, estiramiento y fortalecimiento ligero. Los autores recomiendan pasar siete días (fase 1) en actividad de intensidad extremadamente ligera (RPE 6-8), incluidos ejercicios de flexibilidad y respiración, durante el tiempo que la persona se sienta capaz de realizarlos, seguidos de otros siete días (fase 2) que incorporan actividad de intensidad ligera (RPE 6-11) como caminar y yoga ligero, con aumentos graduales de 10 a 15 minutos por día con el mismo RPE.
Fases 3-4
Progresar a actividades más desafiantes según la capacidad previa a la enfermedad. Lo cual puede incluir intervalos de dos bloques de actividad de 5 minutos, como caminar a paso ligero, subir y bajar escaleras, trotar, nadar o andar en bicicleta, separados por un bloque de recuperación. La persona no debe sentir que el ejercicio es intenso y los autores sugieren que trabaje con un RPE de 12-14 (intensidad moderada, sin disnea y con posibilidad de mantener una conversación). La fase 4 implica movimientos más complejos que desafían la coordinación, la fuerza y el equilibrio, como correr con cambios de dirección, pasos laterales, movimientos arrastrados y circuitos de ejercicios de peso corporal, pero nuevamente sin que se sienta intenso. Después de completar la fase 4, las personas deberían sentirse capaces de volver a su nivel de actividad inicial o más.
Los autores proponen un mínimo de siete días en cada fase, sin embargo, las personas deben permanecer en la fase durante el tiempo que sea necesario. Se debe monitorear cualquier inconveniente en la recuperación una hora después del ejercicio y al día siguiente. Si esto ocurre, o la persona no progresa como se esperaba, debe retroceder a una fase anterior y buscar consejo médico.
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