Introducción
La pandemia global de enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19 por su sigla en inglés) ha afectado profundamente a los sistemas sanitarios, los proveedores de salud y los pacientes, sin límites geográficos ni socioeconómicos. El agente causal de COVID-19, el coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (Severe Acute Respiratory Syndrome [SARS]-CoV-2), afecta a casi todos los órganos y es causa de síntomas cardiovasculares, gastrointestinales, musculoesqueléticos y neurológicos. Epidemias anteriores se asociaron con aumento del dolor nociplástico (por ejemplo en la fibromialgia y en el síndrome de intestino irritable), una nueva categoría de dolor en el cual se considera que la sensibilidad central tiene un papel fisiopatológico fundamental.
Además de la afectación viral directa de los sistemas orgánicos sensibles al dolor (por ejemplo en la neuropatía asociada con el virus de la inmunodeficiencia humana), otros mecanismos pueden contribuir en la aparición de dolor en el contexto de las enfermedades infecciosas, como COVID-19. Si el dolor agudo se asocia con la carga viral o la virulencia, el dolor podría, entonces, ser un marcador de la gravedad de la enfermedad (necesidad de internación y mortalidad).
Entre los más de 50 000 artículos con revisión por pares que se han publicados desde enero de 2020 acerca de COVID-19, sólo una minoría ha prestado atención especial a los aspectos del dolor. Hasta la fecha, ningún estudio analizó las manifestaciones de dolor en asociación con COVID-19. En el presente estudio, los autores analizan la teoría de que el dolor podría ser un biomarcador de la virulencia o de la carga viral y que, por lo tanto, podría asociarse con evolución clínica más desfavorable. Los principales objetivos del estudio fueron describir las características principales del dolor en pacientes con infección activa por SARS-CoV-2 y determinar si el síntoma se asocia con peor desenlace clínico (índices de internación y de mortalidad).
Pacientes y métodos
Fueron analizados todos los pacientes internados entre febrero y junio de 2020 por COVID-19 confirmada por reacción en cadena de la polimerasa (PCR por su sigla en inglés).
Se prestó especial atención al dolor, la localización del síntoma, la intensidad basal en escalas numéricas de 0 a 10 puntos antes de la administración de analgésicos y las patologías subyacentes, asociadas con dolor.
Se tuvieron en cuenta la edad, el sexo, el diagnóstico primario de dolor, la presencia de enfermedades subyacentes que son causa de dolor, el puntaje basal de dolor y la utilización de analgésicos opioides y no opioides (antidepresivos, anticonvulsivos, ketamina, antiinflamatorios no esteroides o acetaminofeno).
Mediante modelos de regresión logística de variables múltiples se estimaron los odds ratios (OR) para la mortalidad y la internación en unidades de cuidados intensivos (UCI), con ajuste según la edad igual o superior a 65 años, y el sexo, ya que ambas variables afectan la evolución clínica.
Resultados
El 38.5% de los pacientes (65 de 169) refirieron dolor activo; en la mayoría de los casos, el dolor se manifestó como cefaleas (n: 22, 30.1%), dolor precordial (n: 17, 23.6%), dolor lumbar (n: 18, 24.7%), mialgias (n: 13, 18.1%), dolor abdominal o pelviano (n: 13, 17.8%), artralgias (n: 11, 15.3%), y dolor generalizado (n: 9, 12.5%).
Los pacientes que presentaron cefaleas como síntoma principal de dolor tuvieron menos probabilidad de requerir internación en UCI (p = 0.003). Se prescribieron antiinflamatorios no esteroides o acetaminofeno en el 80.8% de los pacientes, opioides, en el 17.8% de los casos, adyuvantes en el 8.2% de los enfermos y ketamina en el 5.5% de los pacientes.
En los análisis de variables múltiples con ajuste según la edad igual o superior a los 65 años y el sexo, la ausencia de dolor se asoció con riesgo aumentado de internación en UCI (odds ratio [OR]: 2.92; intervalo de confianza del 95% [IC 95%]: 1.42 a 6.28; p = 0.004) y de mortalidad (OR: 3.49; IC 95%: 1.40 a 9.76; p = 0.01).
Conclusión
Los resultados del presente estudio indican que el dolor durante COVID-19 activa es frecuente, con incidencia de 38.5%; las cefaleas, el dolor torácico, el dolor lumbar, las mialgias y el dolor abdominal y pelviano fueron las formas más comunes de dolor en estos pacientes. Los pacientes sin dolor tuvieron riesgo aumentado de internación en UCI y de mortalidad, en comparación con los sujetos sin dolor. Se requieren más estudios para conocer con exactitud la prevalencia de dolor en COVID-19, su significativo clínico y el mejor tratamiento.
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