Introducción
Los inhibidores de la bomba de protones (IBP) son algunos de los fármacos más utilizados en los Estados Unidos; estos agentes se asocian con diversos efectos adversos, entre ellos fracturas óseas, enfermedad renal crónica e infecciones gastrointestinales. Si bien en un estudio clínico controlado y aleatorizado reciente, la mayoría de estas complicaciones no fueron confirmadas, el uso de IBP una vez por día aumentó el riesgo de infecciones entéricas en un 33%. Los metanálisis también mostraron que los IBP se asocian con riesgo aumentado de infecciones entéricas y de sobrecrecimiento bacteriano en intestino delgado; asimismo en un estudio de 2019, el uso continuo de IBP se asoció con riesgo aumentado de infecciones virales en períodos de prevalencia endémica.
Es posible que el riesgo incrementado de infecciones se asocie con la hipoclorhidria inducida por los IBP, un efecto que compromete las defensas contra bacterias y virus ingeridos; asimismo, se ha sugerido que el uso prolongado de IBP reduce la diversidad microbiana del colon, con lo cual se favorecería la colonización por patógenos entéricos.
Las consecuencias de la supresión ácida gástrica sobre la infección por coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (Severe Acute Respiratory Syndrome [SARS]-CoV-2) no se conocen; sin embargo, estudios previos sugirieron que el pH ≤ 3, el pH normal en el estómago, compromete la capacidad infecciosa de virus similares, por ejemplo el SARS-CoV-1, mientras que el pH menos ácido, en el espectro observado en el contexto de IBP, no se asocia con inactivación de virus.
SARS-CoV-2 ingresa al organismo por el sistema respiratorio, pero también por el tracto digestivo; el virus utiliza como receptor la enzima convertidora de angiotensina 2 (ECA2), la cual se expresa fuertemente en el tracto intestinal. El virus invade rápidamente y se replica en los enterocitos.
La colonización del tracto gastrointestinal por SARS-CoV-2 es causa de gastritis, enteritis y colitis; asimismo, en un comunicado reciente, los US Centers for Disease Control and Prevention alertaron por la existencia no sólo de ARN viral, sino de virus infeccioso en materia fecal de un pacientes con COVID-19 grave. En otro estudio se describieron virus vivos en heces y, en otra investigación, casi la mitad de los enfermos con COVID-19 tuvieron ARN viral en materia fecal, en ausencia de virus en el tracto respiratorio. Por su parte, se ha sugerido que la monitorización de los niveles de SARS-CoV-2 en aguas residuales podría ser un indicador de los casos de COVID-19 y de las internaciones, en una determinada comunidad. La información en conjunto sugiere fuertemente que el tracto gastrointestinal es una vía de ingreso importante para SARS-CoV-2. El objetivo del presente estudio fue investigar la posible vinculación entre el uso de IBP y COVID-19 en una muestra nacional de los Estados Unidos.
Pacientes y métodos
Entre 3 de mayo y 24 de junio de 2020 se realizó un estudio online con participantes de un sistema de salud de Norteamérica. Mediante modelos de regresión logística de múltiples variables se analizaron las vinculaciones entre la referencia de una prueba positiva para COVID-19 y una amplia diversidad de factores; se estimaron los odds ratios (OR) con intervalos de confianza del 95% (IC 95%).
Resultados
Para el presente estudio se consideraron 53 130 participantes; 3386 de ellos (6.4%) refirieron una prueba positiva para COVID-19. En los análisis de regresión, los pacientes que utilizaban IBP hasta una vez por día (OR ajustado de 2.15; IC 95%: 1.90 a 2.44) o dos veces por día (OR ajustado de 3.67; IC 95%: 2.93 a 4.60) tuvieron probabilidades significativamente más altas de referir una prueba positiva para COVID-19, en comparación con los sujetos que no utilizaron estos fármacos. Por el contrario, los pacientes tratados con antagonistas de los receptores de histamina 2 no tuvieron aumento del riesgo de COVID-19.
Conclusión
Los resultados del presente estudio ponen de manifiesto la necesidad de utilizar IBP sólo cuando existen indicaciones precisas, y en la menor dosis posible; se requieren más estudios para conocer la vinculación entre el uso de IBP y COVID-19.
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