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Introducción
A medida que avanza la pandemia de enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19, por sus siglas en inglés) la necesidad de mecanismos de respuesta a emergencias rápidos, innovadores y rentables, y la presencia de brechas en la capacidad de atención crítica se hacen evidentes en la mayoría de los países del mundo. En los Estados Unidos, se estima que la capacidad de hospitalización de los principales centros de salud se saturará en cuestión de semanas, incluida la capacidad de la unidad de cuidados intensivos (UCI). Además, los países de ingresos bajos y medianos (PIBM) no tendrían la capacidad adecuada para manejar el aumento anticipado de pacientes con COVID-19 gravemente enfermos. Según estudios recientes, se necesitan de 0.1 a 2.5 camas de UCI por 100 000 habitantes para hacer frente a esta pandemia. Diversos estudios han evaluado la capacidad de atención crítica en algunas regiones. Sin embargo, aún no se habría realizado una encuesta exhaustiva de las camas de UCI en todo el mundo.
El objetivo del presente estudio fue evaluar la disponibilidad mundial de infraestructura de cuidados críticos con un enfoque en la distribución de camas de la UCI.
Métodos
La búsqueda bibliográfica se realizó en bases de datos PubMed/MEDLINE y Google Scholar para identificar el número más reciente de camas de la UCI por país o territorio, incluidas las UCI pediátricas y neonatales, pero excluyendo las UCI psiquiátricas. Además, se realizaron búsquedas en medios nacionales e internacionales y bibliografía gris en inglés y en todos los idiomas oficiales de cada país. Los países se clasificaron como PIBM contra países de ingresos altos (PIA) de acuerdo con la clasificación del Banco Mundial. Para los países de ingresos bajos, se supuso que las camas de la UCI estaban disponibles únicamente en hospitales de enseñanza y referencia.
Resultados
Los datos de 182 países y territorios estuvieron disponibles, con un rango de 0 a 59.5 camas de UCI por cada 100 000 habitantes. A nivel mundial, al menos 96 países y territorios tendrían una densidad de menos de 5.0 camas de UCI por cada 100 000 habitantes. La disponibilidad de camas de UCI varió de ninguna (Nauru, Islas Salomón y Sudán del Sur) a 21.3 por 100 000 habitantes (Kazajstán) en PIBM, y ninguna (Liechtenstein y Palau) a 59.5 por 100 000 habitantes (Mónaco) en PIA. En África, las densidades de camas de UCI oscilaron entre 0 (Sudán del Sur) y 10.6 (Egipto) por cada 100 000 habitantes. Con excepción de Seychelles (6.3), Sudáfrica (8.9) y Egipto (10.6), todos los países africanos tenían una densidad de menos de 5.0 camas de UCI por cada 100 000 habitantes.
Discusión
Generalmente, las camas de UCI tienen una alta tasa de ocupación de referencia. Se calcula que el 5% de los casos de COVID-19 requerirán admisión en la UCI, esto matemáticamente ya estaría abrumando a un puñado de países en función de los números de casos en tiempo real, desatendiendo la necesidad de camas de UCI para emergencias que no sean COVID-19. Para responder a la creciente escasez de camas y ventiladores de la UCI, se han desarrollado estrategias para garantizar la asignación equitativa de los escasos recursos. A medida que el mundo responde a la creciente pandemia de COVID-19, un cambio en las prioridades contemporáneas de salud pública mundial expone brechas críticas en los sistemas de salud en todo el mundo. Si bien la capacidad de atención crítica en los PIBM era insuficiente antes de la pandemia, en PIA también se ha observado que las UCI no cuentan con la cantidad de camas necesarias para hacer frente al COVID-19.
Hay que tener en cuenta que la disponibilidad de una cama de UCI no se traduce automáticamente en recursos suficientes para mantener a un paciente crítico. Numerosos países están convirtiendo rápidamente salas de hospital regulares, quirófanos y espacios no clínicos en UCI improvisadas para gestionar el creciente número de pacientes críticos.
Conclusión
Los hallazgos del presente estudio resaltan la necesidad de que los ministerios de salud rastreen y compartan el inventario de cuidados críticos, para permitir una evaluación más clara de las necesidades y abrir la puerta a esfuerzos más unificados en la lucha contra la pandemia de COVID-19.
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