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Introducción
La pandemia de enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19, por sus siglas en inglés) es considerada una amenaza para la salud y la economía mundial. Actualmente numerosos países están priorizando la salud de las personas por sobre la economía. El impacto económico de las acciones de salud pública necesarias para hacer frente a esta pandemia estaría modificando los paradigmas financieros. Los países están ante una emergencia sanitaria y económica.
Salud antes que riqueza
Las proyecciones indican que diversas economías quedarán paralizadas e incapaces de recuperarse rápidamente. Se espera la creación de un acuerdo mundial, ya que si las economías y el orden social colapsan será complicado contener las consecuencias.
A diferencia de la crisis financiera de 2008, los programas económicos ahora también buscan proteger a las personas más vulnerables. Los países más ricos han inyectado miles de millones de dólares en sus economías para financiar medidas de rescate. Incluso los países que inicialmente estaban dispuestos a permitir la muerte de algunas personas mayores se someten a la presión de tomar medidas similares.
Los organismos económicos internacionales anunciaron diversas medidas de apoyo para permitir a los países invertir en prevención y tratamiento del COVID-19. Además, se espera un plan de acción para salvaguardar la economía mundial en respuesta al COVID-19.
Los políticos ahora están discutiendo cómo nacionalizar los principales sectores estratégicos y tener un estado fuerte.
Guiados por Asia y África
Las repercusiones de esta pandemia únicamente podrían resolverse mediante la cooperación global. No obstante, países que alguna vez se proclamaron líderes en salud mundial han ofrecido poco y han tardado demasiado en aprender de Asia para salvarse. El bloqueo de la salud pública se ha convertido de una forma u otra en una norma internacional.
La contención o la supresión es una estrategia de facto que habría sido eficaz en los países que rápidamente "controlaron" el brote. Sin embargo, el grado de represión política en algunas estrategias nacionales de salud todavía no está claro y ciertas medidas de vigilancia de la salud crea grandes desafíos para los países que defienden las libertades individuales. Los sistemas de comercio en África y la circulación de bienes desde Asia podrían cambiar por completo.
El distanciamiento físico y los cierres representan cosas muy diferentes en sociedades con sistemas de apoyo y redes de seguridad social y sin estos. La eficacia de las estrategias implementadas dependería del compromiso de la comunidad. Aprender de Asia y África sería esencial. Los ciudadanos y expertos exigen cuentas a los gobiernos comparando su respuesta con la de otros países. La cobertura de los medios es extensa, y las redes sociales están llenas de debate, creatividad, hechos y ficción. La alfabetización en salud sería crítica. Los líderes de instituciones de salud pública y especialistas nunca habrían sido tan visibles y tuvieron tanta responsabilidad.
La solidaridad internacional y el fortalecimiento de las instituciones multilaterales nunca han parecido tan vitales. Sobre la base de su manejo eficaz del brote de ébola, la Organización Mundial de la Salud (OMS) habría mejorado su desempeño. Además, llama a la solidaridad entre las personas y las naciones, lanza iniciativas mundiales y recauda fondos.
Pero el mandato de la OMS sería débil, no tendría la financiación adecuada, y enfrenta problemas en algunas de sus oficinas regionales y nacionales. De manera decepcionante, la Organización de Naciones Unidas aún no ha reconocido al COVID-19 como una amenaza para la paz y la seguridad internacionales.
Solidaridad internacional
Numerosos países han rechazado más fondos para la OMS, y otros persisten con sanciones económicas y de otro tipo. Ante estas dificultades es difícil saber sí ganará la solidaridad internacional
La solidaridad internacional también se considera un código diplomático para ganar influencia geopolítica. Si bien Estados Unidos está totalmente enfocado hacia adentro y su presidente culpa al "virus chino", China se está posicionando como un benefactor mundial de la salud y brinda ayuda para hacer frente a la pandemia.
Los virus como el que provoca el COVID-19 no reconocen nacionalidades, fronteras o tendencias políticas, pero se prestan a ser politizados. Queda por determinar que enseñanza dejará esta pandemia y saber sí el mundo pude aceptar que los riesgos mundiales requieren soluciones que involucren a los países y a las personas como socios iguales.
La experiencia de la crisis del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) llevó a los países a aceptar las International Health Regulations. Esto hizo que la comunidad mundial se uniera y creara nuevas instituciones y mecanismos que de otro modo no hubiera estado dispuesta a introducir. La pandemia de COVID-19 podría obligar a la comunidad mundial a abordar de manera conjunta la salud mundial, el cambio climático y las disparidades atroces generalizadas que ponen en riesgo la existencia humana.
El COVID-19 habría enseñado que la salud es la base de la riqueza, que la salud mundial ya no estaría definida por las naciones occidentales y también debe ser guiada por África y Asia, y que la solidaridad internacional sería una respuesta esencial y un enfoque superior al aislacionismo. Se podría emerger de esta pandemia con un respeto más saludable por el medio ambiente y la humanidad. Todos los ciudadanos, gobiernos, empresas y organizaciones deben prestar atención a estas lecciones. El COVID-19 destruirá el mundo tal como se lo conoce, en el proceso se puede aprender a mantenerlo unido.
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