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Introducción
A mediados de marzo de 2020, el presidente sudafricano declaró a la enfermedad por COVID-19 (coronavirus disease 2019) como un “desastre nacional” y tomó una serie de medidas para detener la propagación del virus. Según datos oficiales, el África subsahariana sería la única región con pocos casos informados de COVID-19. Sin embargo, el número de infectados aumenta de forma rápida en este continente: Sudáfrica pasó de 1 a 61 casos en 10 días. El virus parece haber comenzado a extenderse dentro del país. Además, se considera que el COVID-19 circula de manera silenciosa en otros países. Aunque hasta el momento el enfoque en la pandemia en África ha recibido poca atención del mundo, los expertos temen que el virus pueda devastar países con sistemas débiles de salud y una población afectada de manera desproporcionada por otras enfermedades infecciosas, como el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y la tuberculosis. Algunos investigadores declararon no tener una idea real de cómo se comportará el COVID-19 en este país. Esta también parece ser la “mayor preocupación” de la Organización Mundial de la Salud. El África subsahariana detectó su primer caso el 27 de febrero de 2020 en un paciente italiano que había viajado a Nigeria. La mayoría de los otros casos desde entonces fueron importados de Europa, en tanto que la minoría provino de América y Asia. Hasta el momento, no hubo casos de difusión comunitaria.
Detección en pasajeros
En la actualidad, más de 40 países en África pueden realizar la prueba de COVID-19 frente a solo 2 durante las primeras etapas del brote en China. No obstante, el foco de la vigilancia africana de COVID-19 ha estado en los puntos de entrada de los países y las pruebas se dirigieron a personas con antecedentes de viajes a áreas del brote en el extranjero. Sin embargo, la detección de fiebre en los pasajeros habría demostrado, en gran medida, ser ineficaz, ya que no identifica a las personas en la fase de incubación de hasta 14 días para presentar el COVID-19; tampoco parece detectar los casos que se producen en las comunidades africanas.
Una forma de averiguar si la enfermedad se está propagando en la comunidad es controlar a los pacientes que se presentan con enfermedades similares a la gripe en clínicas y hospitales. El número de estos pacientes aún no parece estar en aumento en regiones con tasas altas de infección por el VIH. Tampoco se ha observado el incremento en pacientes adultos mayores con dificultad respiratoria aguda. Si bien se estima que no habría una propagación generalizada de la comunidad no detectada, esto parece ser cuestión de tiempo antes de que los casos importados de COVID-19 lleguen a las comunidades más vulnerables. Por lo tanto, la epidemia parece inevitable.
Otra forma de verificar la realidad de los casos informados de COVID-19 es rastrear los sistemas de vigilancia que siguen las enfermedades similares a la influenza para detectar picos inusuales. No obstante, esto podría deberse a razones distintas del COVID-19, como mejoras en la calidad de los datos de vigilancia. Tampoco está claro cuán sensibles son estos métodos de detección.
Los African Centres for Disease Control and Prevention están trabajando con los distintos países para asegurarse de que las muestras enviadas al sitio nacional de vigilancia, que resulten negativos para influenza u otras enfermedades respiratorias conocidas, también se examinen para detectar COVID-19.
Al tener el promedio de edad más bajo del mundo, el África subsahariana cuenta una gran ventaja en relación con el COVID-19. Es posible que los niños no se enfermen por esta causa, en tanto que la mayoría de los adultos jóvenes parece presentar síntomas leves. Algunos científicos también consideran que las altas temperaturas en muchos de los países africanos pueden dificultar la supervivencia del virus. Todavía queda determinar si el COVID-19 se convertirá en una enfermedad estacional.
No obstante, otros factores pueden empeorar la pandemia en África, dado que es difícil aplicar las intervenciones que han vencido el virus en China y han ayudado a Corea del Sur a mantener la epidemia más o menos bajo control. Varios países ya han introducido reglas para evitar la propagación, pero el distanciamiento social puede ser imposible en algunos pueblos y provocar caos. Muchos países africanos no tienen capacidad de atención clínica para pacientes con COVID-19 gravemente enfermos.
Investigación del tratamiento
Las altas tasas de otras enfermedades podrían complicar aún más el panorama. Para algunos especialistas, lo más importante es describir la historia natural del COVID-19 para analizar si empeora en presencia de tuberculosis y VIH. Esto es lo más probable de acuerdo con la experiencia con otras infecciones respiratorias. Las personas que viven con VIH tienen 8 veces más probabilidad de ser hospitalizadas por neumonía causada por el virus de la gripe que la población general, y 3 veces más posibilidades de morir a causa de ella.
Si en Sudáfrica los casos continúan en aumento, los científicos están listos para estudiar terapias posibles, dado que este país ya tiene gran experiencia e infraestructura para ejecutar estudios sobre medicamentos y vacunas. Otras prioridades en la investigación incluyen encontrar la forma de mantener los casos leves fuera de los hospitales, para evitar que el sistema de salud se vea colapsado, y encontrar la manera de evitar que se infecten los trabajadores de la salud y otros grupos en riesgo.
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