Resúmenes amplios

RELACIÓN ENTRE LOS NIVELES DE ACIDOS GRASOS ESENCIALES Y LOS TRASTORNOS DE CONDUCTA EN LOS NIÑOS


Indianapolis, EE.UU.:
Los niños con menor nivel plasmático de ácidos grasos omega 3 totales mostraron mayores trastornos de conducta, aprendizaje y salud que aquellos con niveles más altos, y más síntomas que indicaban déficit de ácidos grasos esenciales como sed, micción frecuente y piel seca.

Physiology & Behavior 59(4-5):915-920

Autores:
Stevens LJ, Zentall SS, Burgess JR

Institución/es participante/s en la investigación:
Purdue University

Título original:
Omega-3 Fatty Acids in Boys with Behavior, Learning, and Health Problems

Título en castellano:
Acidos Grasos Omega 3 en Niños con Problemas de Conducta, Aprendizaje y de Salud

Extensión del  Resumen-SIIC en castellano:
2.97 páginas impresas en papel A4
Introducción
Dos tipos de ácidos grasos (AG) se consideran esenciales, ya que no pueden ser sintetizados por el cuerpo y deben obtenerse de la dieta: omega 3 (n-3) (ácido linoleico) y omega 6 (n-6) (ácido linolénico). Estos AG puede sufrir elongación y desaturación para formar AG más largos y poliinsaturados, como ácido dihomogammalinoleico (DGLA), ácido araquidónico (AA), ácido eicosapentanoico (EPA) y ácido docosahexanoico (DHA). Estos AG son componentes importantes de los fosfolípidos de las membranas celulares, son precursores de los eicosanoides y tienen influencia sobre la fluidez o el transporte de iones a través de las membranas. Los AG n-3 se concentran en algunos tejidos, como el cerebro.
En los mamíferos, la deficiencia de AG esenciales (AGE) afecta el crecimiento y la fecundidad, y se asocia con síntomas como piel seca con escamas, polidipsia y poliuria. Los AG n-6 son esenciales para el crecimiento y la reproducción. La deficiencia de AG n-3 puede causar trastornos de conducta.
Los estudios en ratas alimentadas con una dieta deficiente en AG n-3 mostraron electrorretinogramas anormales y disminución del aprendizaje en nuevos ambientes. En monos alimentados con dietas deficientes en AG n-3, se observaron niveles más bajos de este ácido graso en plasma, eritrocitos, corteza cerebral y retina. Además, ingerían mayor cantidad de líquido y excretaban más heces y orina. También presentaban menor agudeza visual y electrorretinogramas anormales, así como mayores períodos de conducta estereotipada y aumento de la locomoción total.
En los seres humanos, la relación entre el estado de AG n-3 y la conducta es difícil de estudiar en forma experimental mediante manipulaciones alimentarias. Se publicaron algunos informes de casos de deficiencia de AGE en pacientes alimentados con nutrición parenteral total. Los síntomas de deficiencia fueron deterioro de la agudeza visual, disfunción neurológica y dermatitis, y desaparecieron cuando la alimentación fue enriquecida con aceites con AG n-3 y n-6. Entre los trastornos de conducta de los niños, el de déficit de atención con hiperactividad (TDAH) es uno de los más prevalentes y afecta entre 35% y 5% de la población en edad escolar. Los niños con TDAH son crónicamente impulsivos, hiperactivos, con tendencia a la distracción o a la falta de atención. Este trastorno parece ser multifactorial, de etiología genética y ambiental. El estado de los AGE puede tener tanto origen genético como ambiental. En 1981, los investigadores plantearon la hipótesis de que los niños con hiperactividad podrían presentar déficit nutricional de AGE, ya que mostraban aumento de la sed en comparación con los niños sin hiperactividad. En 1987, se documentó que 48 niños con hiperactividad presentaban aumento significativo de la sed, orinaban con mayor frecuencia y tenían más problemas de aprendizaje y de salud. En los niños con hiperactividad se observaron niveles plasmáticos más bajos de 2 AG n-6, DGLA y AA y 1 AG n-3, DHA.
En estudios iniciales en que se compararon los niveles de fosfolípidos en 53 niños con TDAH con un grupo control de 43 niños sin el trastorno, se observaron niveles significativamente menores de AA, EPA, DHA y AG n-3 totales. También se verificaron niveles significativamente más bajos de AA y ácido adrénico, pero niveles más altos de 22:5 n-6 en los eritrocitos de sujetos con TDAH en comparación con aquellos sin este trastorno. En general, un 40% de los sujetos con TDAH presentaron mayor frecuencia de síntomas indicativos de déficit de AGE (aumento de la sed y del consumo de líquidos, pelo seco y micción frecuente) en comparación con 9% de los sujetos sin el trastorno. Los autores realizaron un estudio para comparar la conducta, el aprendizaje y los problemas de salud en niños de entre 6 y 12 años con niveles plasmáticos más bajos de AG n-3 y n-6 frente a niños con niveles plasmáticos más elevados.
Métodos
Los voluntarios (n = 100) fueron convocados mediante anuncios en los medios de comunicación. La búsqueda incluyó a niños sanos de entre 6 y 12 años, con TDAH o sin él, para un estudio sobre diversos factores nutricionales y la conducta. Los pasos por seguir comprendían completar un cuestionario inicial, un cuestionario sobre la conducta de los niños por parte de los padres y maestros, un registro alimentario de 3 días y análisis de sangre. Cuatro de los 100 participantes fueron retirados del estudio por discrepancia entre los puntajes de maestros y de padres.
Los padres y maestros completaron las Conners’Parent and Teacher Rating Scales, la herramienta utilizada con mayor frecuencia para evaluar la conducta en los niños con trastornos de comportamiento. Los padres evaluaron 48 conductas en una escala de 4 puntos (0 = no, 1 = un poco, 2 = bastante, 3 = mucho). Los puntajes de 6 escalas de conducta y aprendizaje fueron computados de las respuestas de los padres a las Conners’Parent Rating Scales: conducta, impulsividad-hiperactividad, ansiedad, escalas psicosomáticas y de aprendizaje e índice de hiperactividad. Como parte del cuestionario de salud, los padres clasificaron los berrinches y los trastornos del sueño en una escala similar de 4 puntos. Los maestros también completaron la escala Conners de maestros de 28 ítem. Los puntajes de 4 escalas de conducta de las respuestas de los maestros a la Conners’Teacher Rating Scales fueron computados: conducta, hiperactividad, y escalas Inattentive-Passive e índice de hiperactividad. Además, se pidió a cada maestro la evaluación de la capacidad de aprendizaje del estudiante en comparación con sus pares respecto de lectura, matemática, escritura y capacidad académica total en una escala de 1 a 5 (1 = reducida, 2 = por debajo del promedio, 3 = promedio, 4 = sobre el promedio, 5 = excelente).
En el cuestionario de salud, los padres debían clasificar 7 posibles síntomas de déficit de AGE: sed (9), micción frecuente (24,29), piel seca (17), pelo seco (9), caspa (9), uñas quebradizas (2) y queratosis folicular (4) en una escala de 0 a 3 (para nada, un poco, bastante y mucho). Los padres respondieron a las preguntas sobre la frecuencia y la gravedad de las rabietas y los trastornos del sueño de su hijo, así como de alergias, frecuencia de infecciones e incidencia y gravedad de diversos trastornos somáticos.
Los análisis de laboratorio incluyeron la medición de lípidos plasmáticos.
Resultados
Aproximadamente 44% de los sujetos con menores niveles de AG n-3 también presentaban niveles bajos de AG n-6. No se observaron diferencias significativas entre los grupos respecto de la edad, la altura, el nivel socioeconómico o la medicación. Los niños con niveles plasmáticos más bajos de AG n-3 presentaron significativamente mayor frecuencia de síntomas asociados con déficit de AGE que los que tenían niveles más elevados de AG n-3, como aumento de la sed y micción frecuente. No se observaron diferencias en cuanto a la frecuencia de cabello seco, caspa, uñas quebradizas o queratosis folicular. El puntaje de déficit de AGE total (la suma de los 7 síntomas de déficit) fue significativamente mayor en los sujetos con niveles totales de AG n-3 más bajos.
Los índices conductuales obtenidos de las Conners’Rating Scales y del cuestionario de salud mostraron que los niños con menores niveles de AG n-3 totales presentaron puntajes más altos o conductas diferentes. En las Conners’Parent Rating Scales, los puntajes de conducta, ansiedad, hiperactividad/impulsividad y el índice de hiperactividad fueron significativamente más elevados en los niños con menores niveles plasmáticos de AG n-3 en comparación con aquellos con niveles más elevados. No obstante, no se observaron diferencias en los puntajes psicosomáticos. Los participantes con menores niveles de AG n-3 mostraron mayor frecuencia de rabietas, problemas para conciliar el sueño y para levantarse por las mañanas en comparación con aquellos con niveles más altos. Una molestia somática que resultó diferente entre los niños con niveles más bajos y más altos de AG n-3 fue el dolor de estómago, pero la cefalea, la diarrea, el estreñimiento, la alergia y las infecciones no tuvieron una diferencia significativa entre ambos grupos.
Algunas mediciones de trastornos de aprendizaje fueron significativamente diferentes entre los grupos con niveles totales de AG n-3 más altos y más bajos. El puntaje de la Conners’Parent Rating Scale para el trastorno de aprendizaje fue mucho más alto en los niños con niveles más bajos de AG n-3. Cuando se pidió a los maestros que evaluaran las habilidades académicas, la matemática y la capacidad académica total resultaron significativamente inferiores en el grupo de niveles más bajos de AG n-3. No se observaron diferencias significativas en la capacidad de lectura o escritura.
Si bien no se observaron diferencias significativas en la conducta o el aprendizaje entre los grupos respecto del nivel total de AG n-6, hubo diferencias en varios problemas de salud. En el grupo con niveles más bajos de AG n-6 se advirtió mayor frecuencia de piel y de pelo secos. Además, estos niños refirieron presentar mayor número de resfríos y emplearon antibióticos con mayor frecuencia desde el nacimiento en comparación con aquellos con niveles más altos.
Discusión
En el presente estudio, los niños con menor nivel plasmático de AG n-3 totales mostraron mayores trastornos de conducta, aprendizaje y salud que los que tenían niveles más altos. Este grupo también presentó más síntomas indicativos de déficit de AGE, como sed, micción frecuente y piel seca. La relación entre la deficiencia de AG n-3 y la polidipsia no resulta clara, pero parece resultar de modificaciones en eventos fisiológicos diferentes de los observados por el déficit de AG n-6. Diversos estudios previos en niños con hiperactividad informaron mayor frecuencia de polidipsia y poliuria y menores niveles plasmáticos de DGLA, AA y DHA.
En el presente estudio, los autores observaron un incremento de la frecuencia de problemas de conducta (hiperactividad, impulsividad, ansiedad, berrinches y trastornos del sueño) en los niños con niveles más bajos de AG n-3. En este grupo, también hubo mayores problemas de aprendizaje, de acuerdo con las observaciones de padres y maestros.
En contraposición con los puntajes de los padres, no se advirtieron diferencias medias significativas en el índice de hiperactividad y en la escala de conducta de los maestros entre los grupos con niveles más bajos y más altos de AG n-3. Los niños con niveles más bajos presentaron mayores problemas de salud que aquellos con niveles más altos, en especial sequedad de la piel y del cabello. El déficit de ácido linoleico, un componente de las ceramidas de la piel, contribuye a estos síntomas.
Los sujetos con menores niveles de AG n-6 totales refirieron significativamente mayor número de resfríos y de empleo de antibióticos. Los animales con déficit de AG n-6 presentaron mayor susceptibilidad a las infecciones. Los animales con déficit de AGE mostraron alteración de la respuesta inmunitaria, debido quizá a que estos ácidos modulan la síntesis de eicosanoides o afectan la composición fosfolipídica de la membrana. Conclusiones
Los niños con menores niveles plasmáticos de AG n-3 presentaron más síntomas indicativos de déficit de AGE y más problemas de conducta, de aprendizaje y de salud. Los que tenían niveles plasmáticos más bajos de AG n-6 también presentaron más síntomas indicativos de déficit de AGE y más problemas de salud. Estos resultados, sumados a los de estudios anteriores, apoyan la relación entre el estado de AG n-3 y la conducta en los niños.


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