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Introducción
La pandemia de COVID-19, originada por el virus SARS-CoV-2, afectó considerablemente la atención médica en todo el mundo. En Argentina, como en muchas otras naciones, mediante la implementación del “Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO)” según la Ley N° 27541, se intentó frenar la propagación del virus; sin embargo, el ASPO también modificó desfavorablemente la atención médica de otras enfermedades graves, por ejemplo del infarto agudo de miocardio (IAM), un cuadro clínico que requiere asistencia inmediata dado que es una de las afecciones con mayor riesgo de morbimortalidad, y en la cual el diagnóstico y el tratamiento precoz son cruciales para evitar la mortalidad. Durante la pandemia, los centros médicos, incluidas las unidades de cuidados intensivos, se vieron desbordados por pacientes con insuficiencia respiratoria aguda debido a COVID-19. Si bien en la Argentina esta situación apareció tardíamente, ocasionó un efecto inmediato en la población, que evitó concurrir a los servicios de guardia por temor al contagio; el resultado final fue el retraso de la consulta, y una reducción pronunciada de los tratamientos de revascularización. El temor, asociado luego con el incremento importante de la demanda de atención médica, pudo haber generado retrasos para la atención de pacientes con IAM, con consecuencias adversas sobre la mortalidad. Este estudio se realizó con datos oficiales proporcionados por el Ministerio de Salud de la Argentina, con el objetivo de conocer si la pandemia de COVID-19 se asoció con un aumento significativo en la mortalidad global y por IAM en la población del país. Además, se analizaron las diferencias en la mortalidad según la edad y el sexo, con el fin de comprender el posible efecto diferencial de la pandemia en grupos poblacionales particulares.
Pacientes y métodos
Se analizaron las estadísticas vitales publicadas por el Ministerio de Salud de la Argentina de 2019-2021; el período de pandemia abarcó los 2 años durante los cuales se mantuvo el ASPO, mientras que la prepandemia correspondió al año 2019. Se analizaron la tasa bruta y la tasa específica de mortalidad; las defunciones por IAM se identificaron mediante los códigos de la International Classification of Diseases (ICD). La mortalidad se evaluó con análisis lineal de tendencias de proporciones (chi al cuadrado; valor de p significativa < 0.05) en pacientes de 20 años o más. Para el análisis por edad se dividió a la población según tuviera menos de 60 años o 60 o más años.
Resultados
Se comprobó un aumento del 26% en la tasa de mortalidad global durante la pandemia, en comparación con el año 2019 (p < 0.001). Este incremento se atribuyó principalmente a las defunciones causadas por la COVID-19, de 53 096 y 84 480 casos en los años 2020 y 2021, respectivamente. La tasa bruta de mortalidad aumentó en un 13.5%, lo que representa una diferencia absoluta de 2.85 muertes adicionales por cada 1000 habitantes, en comparación con el período previo a la pandemia. Además, la mortalidad por IAM se incrementó en un 15%, en relación con la prepandemia (p < 0.001), con la misma tendencia que la mortalidad global. La tasa específica de mortalidad por IAM fue de 0.67, es decir 9 defunciones más por cada 100 000 habitantes en el año 2021. También se comprobó un incremento del 19% en la mortalidad por IAM en las mujeres, en comparación con los hombres (p < 0.001), y un incremento sustancial del 73% en la mortalidad en pacientes menores de 60 años (p < 0.001).
Discusión y conclusión
Según estimaciones recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número total de muertes asociadas directa o indirectamente con la pandemia de COVID-19 –denominadas como “exceso de mortalidad”–, entre enero de 2020 y diciembre de 2021, alcanzó aproximadamente los 14.9 millones. En concordancia con estos datos, la información proporcionada por el Ministerio de Salud de la Argentina refirió un aumento global de la mortalidad durante la pandemia, con un valor máximo del 26% en el primer semestre de 2021. Estas cifras coinciden con los hallazgos del presente estudio, a pesar de que se incluyeron individuos de más de 20 años. Se observó un incremento significativo del 15% en la mortalidad por IAM con respecto al período previo a la pandemia, equivalente a un valor absoluto de 67 muertes por cada 100 000 habitantes en el año 2021. Además, se constató que la letalidad pasó del 45% en el año prepandemia al 52% en 2021. Se destaca que el virus causante de la COVID-19 puede ejercer consecuencias directas en el sistema cardiovascular. El virus afecta directamente el corazón, con respuestas inflamatorias y procoagulantes que explican las complicaciones cardiovasculares, por injuria subendocárdica y un incremento pronunciado en la mortalidad en este grupo de pacientes. Datos de estudios observacionales y metanálisis sugieren que los pacientes con enfermedades cardiovasculares subyacentes podrían tener un riesgo sustancialmente mayor de complicaciones graves y mortalidad por COVID-19; la infección también se asocia con un estado protrombótico. Se debe tener en cuenta también la posibilidad de diagnósticos erróneos, por ejemplo miocarditis, una complicación que ha sido referida en la pandemia. El mayor aumento de la mortalidad por IAM en mujeres también es un aspecto importante para analizar. Investigaciones previas han sugerido que las mujeres tienden a presentar síntomas atípicos de IAM en comparación con los hombres, lo que podría dificultar el diagnóstico y la búsqueda de atención médica adecuada. Las barreras sociales y culturales también pueden influir en la menor disposición de las mujeres a buscar asistencia médica, un fenómeno que pudo haberse exacerbado durante la pandemia. El impacto del ASPO y la pandemia en los grupos poblacionales más jóvenes fue otro hallazgo interesante del estudio. El aumento más pronunciado en la mortalidad por IAM en personas menores de 60 años coincide con una publicación reciente con los datos de los Centers for Disease Control and Prevention: el grupo más joven y de mediana edad tuvo un aumento de la mortalidad asociada con el IAM de un 5.3 % y de un 3.4%, respectivamente. Estos resultados podrían atribuirse, en parte, a la percepción de menor riesgo de la enfermedad cardiovascular en pacientes jóvenes, o la preocupación por exponerse al virus en los hospitales. Una de las principales limitaciones de este estudio tuvo que ver con el hecho de que los certificados de defunción tienen una fuerte restricción para poder confirmar la causa de muerte, por la falta de necropsias. En conclusión, la presente investigación revela consecuencias significativas muy desfavorables de la pandemia de COVID-19 sobre la mortalidad por IAM. Por lo tanto, las respuestas de salud pública necesarias para controlar la propagación del virus deben contemplar también los efectos colaterales involuntarios que comprometen la atención de otras enfermedades críticas. La adaptación de estrategias que equilibren la contención del virus y la garantía de atención médica esencial es fundamental para minimizar las consecuencias negativas no previstas en situaciones de crisis. Este estudio contribuye a la creciente comprensión de las complejas interacciones entre la atención médica cardiovascular y las crisis sanitarias globales.
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