ReSIIC editado en: Cardiología Infectología Endocrinología y Metabolismo Epidemiología Medicina Familiar Medicina Interna Salud Pública |
Introducción
La enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19, por sus siglas en inglés) se reconoce como una afección multisistémica. La infección por el coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2, por sus siglas en inglés) desencadena respuestas inmunitarias del huésped que pueden tener efectos sistémicos mediante la activación excesiva de vías inflamatorias. La COVID-19 aguda se ha asociado con enfermedades cardiovasculares (ECV) y diabetes mellitus (DBT) de nueva aparición. Sin embargo, no se sabe sí tiene un impacto a largo plazo en los resultados cardiometabólicos. Existe la preocupación de que los resultados cardiovasculares y metabólicos puedan verse comprometidos después de la infección por SAR-CoV-2.
El objetivo de la presente investigación fue determinar si la incidencia de DBT y ECV de nueva aparición aumenta durante 12 meses después de COVID-19 en comparación con controles emparejados.
Se realizó un estudio de cohorte de 2020 a 2021 que analizó registros electrónicos de 1356 prácticas familiares en el Reino Unido con una población de 13.4 millones. Los participantes fueron 428 650 pacientes con COVID-19 sin DBT o ECV que se emparejaron de manera individual con 428 650 controles (sin COVID-19) por edad, sexo y médico de familia y se les hizo un seguimiento hasta enero de 2022. Los criterios de valoración fueron la incidencia de DBT y ECV. Los diagnósticos de ECV se agruparon en las categorías siguientes: infarto de miocardio y cardiopatía isquémica, arritmias auriculares, que incluyó fibrilación auricular y taquicardia supraventricular; insuficiencia cardíaca, miocardiopatía y miocarditis; embolia pulmonar, trombosis venosa, y accidente cerebrovascular. Los diagnósticos de DBT incluyeron DBT tipo 1 y tipo 2 e inicio de tratamiento con hipoglucemiantes orales e insulina. Los análisis realizaron contemplaron covariables como edad, origen étnico, tabaquismo, índice de masa corporal (IMC), presión arterial sistólica, puntaje de Charlson, mes índice y conjunto emparejado. Se evaluaron las recetas de corticoides en pacientes diagnosticados con DBT porque esta terapia para la COVID-19 grave está asociada con el riesgo de diabetes. El tiempo de seguimiento se dividió en cuatro semanas a partir de la fecha índice (COVID-19 aguda), de 5 a 12 semanas a partir de la fecha índice (COVID-19 posaguda) y de 13 a 52 semanas a partir de la fecha índice (COVID-19 prolongada). Los cocientes de tasas (CT) se calcularon con intervalos de confianza del 95% (IC 95%).
Resultados
Las características de las personas con COVID-19 y los controles fueron similares con respecto a las variables de emparejamiento por edad y sexo, hubo un ligero predominio femenino con una mediana de edad de 35 años. Los participantes con COVID-19 incluyeron un poco más de etnia “asiática”, menos fumadores actuales, más con sobrepeso y obesidad, y más con comorbilidad que los controles, mientras que las distribuciones de la presión arterial parecían ser similares. Los participantes con COVID-19 tuvieron una mediana de 11 consultas después de la fecha índice, en comparación con 7 entre los controles.
En el período anterior a la fecha índice, la incidencia de DBT fue de 15.81 (IC 95%: 15.29 a 16.34) por 100 000 pacientes por semana en sujetos a los que posteriormente se les diagnosticó COVID-19, pero de 11.32 (IC 95%: 10.88 a 11.77) en los controles; la incidencia de ECV fue de 14.07 (IC 95%: 13.58 a 14.58) por 100 000 pacientes por semana para casos y 7.58 (IC 95%: 7.22 a 7.95) para controles, respectivamente. Durante las primeras cuatro semanas desde el diagnóstico de COVID-19, la incidencia de DBT aumentó a 23.79 (IC 95%: 21.57 a 26.18) y la incidencia de ECV aumentó a 76.92 (IC 95%: 72.89 a 81.13) por 100 000 pacientes por semana. En los períodos de 5 a 12 semanas y de 13 a 52 semanas, la incidencia de ECV disminuyó a 22.06 (IC 95%: 20.53 a 23.68) y 12.63 (IC 95%: 12.10 a 13.18) por 100 000 pacientes por semana, respectivamente.
El análisis demostró que la incidencia neta de DBT aumentó en las primeras cuatro semanas después de COVID-19 (CT ajustado: 1.81, IC 95%: 1.51 a 2.19) y se mantuvo elevada de 5 a 12 semanas después del diagnóstico (CT ajustado: 1.27, IC 95%: 1.11 a 1.46), pero no de 13 a 52 semanas después del diagnóstico (CT ajustado: 1.07, IC 95%: 0.99 a 1.16).
La COVID-19 aguda se asoció con un aumento neto de la incidencia de ECV (CT ajustado: 5.82, IC 95%: 4.82 a 7.03), incluida la embolia pulmonar (CT ajustado: 11.51, IC 95%: 7.07 a 18.73), arritmias auriculares (CT ajustado: 6.44, IC 95%: 4.17 a 9.96) y trombosis venosa (CT ajustado: 5.43, IC 95%: 3.27 a 9.01). La incidencia de ECV disminuyó de 5 a 12 semanas después del diagnóstico de COVID-19 (CT ajustado: 1.49, IC 95%: 1.28 a 1.73) y demostró una disminución neta de 13 a 52 semanas después del diagnóstico (CT ajustado: 0.80, IC 95%: 0.73 a 0.88).
Los análisis se basaron en datos de registros de salud y la exposición de los participantes y el estado de los resultados podrían haber sido mal clasificados.
En el presente estudio se encontró que la incidencia de ECV aumentó inmediatamente después de la COVID-19, principalmente por embolia pulmonar, arritmias auriculares y trombosis venosa, y estos riesgos persisitieron aumentados hasta por tres meses. La incidencia de DBT se mantuvo elevada durante al menos 12 semanas después del diagnóstico de COVID-19 antes de disminuir. Las personas sin ECV o DBT preexistentes que padecen COVID-19 no parecen tener un aumento a largo plazo en la incidencia de estas afecciones.
Copyright siicsalud © 1997-2024 ISSN siicsalud: 1667-9008