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Introducción
La enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19 por su sigla en inglés), cuyo agente etiológico es coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (Severe Acute Respiratory Syndrome [SARS]-CoV-2), he generando y sigue generando una situación de emergencia sanitaria, con consecuencias sociales, económicas y científicas en todo el mundo.
El papel de los niños en COVID-19 se conoce poco. La evidencia disponible sugiere que los niños tienen poca susceptibilidad para la infección. En un estudio de seroprevalencia de España se observaron anticuerpos de tipo IgG en el 3.5% de los menores de 14 años (menores de 1 año: 1.1%; de 1 a 4 años 2.2%, de 5 a 9 años: 3% y de 10 a 14 años 3.9%), en comparación con 5.2% en la población general. En otros países de Europa también se describió una seroprevalencia baja en menores de edad.
Los niños suelen presentar infección asintomática o sólo síntomas leves, inespecíficos y autolimitados; las internaciones y los fallecimientos son muy infrecuentes, incluso en niños con comorbilidades. En minoría de niños se ha descrito un síndrome hiperinflamatorio generalizado que puede progresar a insuficiencia multiorgánica y shock.
Los factores que motivan índices más bajos de infección en niños respecto de adultos se desconocen. Se ha sugerido que los niños tendrían expresión reducida de enzima convertidora de angiotensina (ECA)-2, o un efecto protector inespecífico frente al SARS-CoV-2 en asociación con las vacunas recibidas. Es posible, también, que las infecciones previas por otros virus respiratorios se acompañen de protección cruzada frente a este virus, y es probable que la composición de la microbiota nasofaríngea infantil contribuya, de manera particular, en la resistencia relativa a esta infección vírica.
Al inicio de la pandemia, se asumió que los niños serían importantes vectores de transmisión del SARS-CoV-2, al igual que lo son para la gripe y para otros virus respiratorios, pero en la actualidad no hay evidencia que confirme esta teoría. Estudios de rastreo de contactos realizados en diferentes países del mundo coinciden en que los niños suelen ser infectados por adultos convivientes, siendo rara la transmisión entre los niños y de los niños a los adultos, incluso en los contactos en el hogar.
Todas las intervenciones destinadas a evitar la propagación del virus se imponen para niños y adultos. Las políticas restrictivas están dirigidas a evitar el colapso sanitario de los países; sin embargo, el daño eventual de las cuarentenas en la infancia debe valorarse con mucho cuidado, por el deterior de la calidad de la enseñanza, los problemas psicológicos y un preocupante aumento de la desigualdad social - sindemia.
Sólo unos pocos estudios evaluaron el papel de los niños en la inmunidad de grupo y en la epidemiología de esta enfermedad, luego de la reapertura de los colegios y el aumento de su interacción social; las decisiones que se toman no deben ocasionar desequilibrios entre los beneficios y los riesgos de las políticas restrictivas. El ámbito de atención primaria (AP) constituye una plataforma excelente y privilegiada para observar lo que ocurre en la vida cotidiana de los niños y su entorno social, más allá de modelos matemáticos.
El objetivo del presente trabajo fue compartir los datos recogidos en las consultas de Pediatría de un centro de salud acerca de la dinámica de infección y transmisión del virus dos meses después de la reapertura de los colegios en una región de Madrid, España.
Pacientes y métodos
Se realizó un estudio observacional descriptivo de los pacientes pediátricos de un centro de salud, con infección por SARS-CoV-2 confirmada entre las semanas epidemiológicas 34 y 44 de 2020 (del 17 de agosto al 1 de noviembre).
Se incluyeron pacientes de 14 años o menos que presentaron una prueba positiva para la infección por SARS-CoV-2 mediante reacción en cadena de la polimerasa (PCR por su sigla en inglés) o por medio de prueba rápida de antígenos. Se tuvieron en cuenta variables epidemiológicas (edad, sexo y número de convivientes), tipo de prueba realizada (PCR o test rápido de antígenos), origen probable de la infección (contacto conviviente, no conviviente, escolar o sin contacto conocido), síntomas y seguimiento clínico del niño y de los convivientes durante los 15 días siguientes al diagnóstico del niño.
Resultados
Se analizaron 5250 niños; en el transcurso de las 10 semanas incluidas en el estudio se diagnosticó COVID-19 en 45 niños, pertenecientes a 38 familias diferentes. En el 80% de los casos el diagnostico se realizó mediante PCR y en el 20% restante, mediante prueba rápida de antígenos. Los niños tenían 7.5 años en promedio (2 meses a 15 años). Sólo la tercera parte de los pacientes eran de sexo femenino (33.3%; n: 15).
Los convivientes de los niños fueron sus madres o padres y sus hermanos. En la mayor parte de las ocasiones, el contacto primario fue el padre o la madre. En dos casos, el caso índice fue un hermano mayor de edad que vivía en el mismo hogar. Hubo dos casos coprimarios, pues los padres y el hijo iniciaron síntomas el mismo día, y tres casos de contagio intraescolar.
El 26.7% de los niños fueron considerados casos primarios en sus domicilios, y únicamente provocaron dos casos secundarios, lo que indica que tan solo el 4.4% de los niños con infección por SARS-CoV-2 transmitió la infección a otra persona de su entorno más próximo. El 77.3% de los niños presentó únicamente síntomas leves e inespecíficos que se resolvieron en menos de 48 horas. El 22.2% de los niños (n = 10) no presentó ningún síntoma.
Conclusión
La evidencia disponible sugiere que los niños tienen poca susceptibilidad para la infección. El ámbito escolar no parece ser un factor importante para la propagación del virus a sus familias y el resto de la sociedad.
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