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Introducción
El brote global de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19), caracterizada por un síndrome respiratorio agudo grave, es la mayor crisis que enfrenta el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. La cantidad de casos se encuentra en franco aumento desde su inicio, y se ha cobrado más de 1.6 millones de muertes hasta el 21 de diciembre de 2020. La vigilancia de la enfermedad continuará hasta 2024 con el fin de evitar una posible resurgencia del virus, inclusive si la situación estuviera controlada adecuadamente. La pandemia desafía a los sistemas de respuesta a emergencias de la salud pública (PHERS, por su sigla en inglés). El control ambiental de los virus forma parte de las prioridades de mediano y largo plazo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aunque el foco actualmente está puesto en la patogénesis viral, el manejo clínico y la prevención y el control de las infecciones. El riesgo ambiental está vinculado con factores relacionados con la transmisión y sus riesgos ambientales secundarios.
Los brotes de enfermedades infecciosas pueden estar asociados con la destrucción del medio ambiente, el deterioro de los ecosistemas, los cambios climáticos extremos y otros factores, como temperatura, humedad y radiación UV.
Por ejemplo, el material particulado con un diámetro menor de 2.5 µm daña los cilios del epitelio respiratorio superior y debilita la respuesta inmune, lo que aumentaría la mortalidad por COVID-19. Por este motivo, ignorar la cuestión ambiental afecta a la prevención y el control de la enfermedad.
Los PHERS chinos establecidos de forma posterior a la pandemia involucran sistemas institucionales, de manejo de emergencias, tratamiento médico, control y apoyo, pero ignoran la influencia de los factores ambientales. Por otro lado, los PHERS estadounidenses enfatizan la colaboración entre departamentos.
La “Ruta de Investigación Global Coordinada” de la OMS hace foco en el estudio adicional de las fuentes de virus y su transmisión en varios ambientes, como una manera de prevenir y controlar brotes o epidemias.
Prevención de brotes pandémicos
El contacto frecuente entre la fauna y el ser humano aumenta la probabilidad de pandemias. Un prerrequisito para evitar esta situación es mejorar la protección de la fauna salvaje y el ambiente mediante la protección de sus hábitats naturales, así como la minimización de la caza furtiva y el comercio ilegal.
La destrucción de los ecosistemas fuerza a los animales a acercarse a las poblaciones, lo que aumenta la probabilidad de una transmisión viral entre especies. La minería, la construcción de caminos y la deforestación para la obtención de madera fragmentan el hábitat animal y aumentan el contacto. Por este motivo, la frecuencia de transmisión viral animal-humano ha aumentado en los últimos 40 años. Es necesario proteger los ecosistemas y reemplazar las maderas por materiales similares para aumentar el área protegida y proteger la biodiversidad, como una manera de minimizar la probabilidad de un brote.
Por otro lado, la vida salvaje debe ser protegida debido a que algunas actividades como la mantención de especies salvajes en cautiverio para consumo humano aumenta la aparición de zoonosis. Además, los mercados húmedos donde los animales vivos se encuentran en proximidad con animales faenados son una amenaza seria. Por este motivo, es necesario facilitar la transformación de la industria de la fauna salvaje para consumo humano, mejorar la vigilancia de enfermedades e implementar medidas de higiene en esta industria y limitar el consumo de carne de estos animales.
Es necesario también implementar medidas de vigilancia viral en animales, especialmente en regiones tropicales como América Central y América del Sur, África y Asia, y en lugares clave como aguas cloacales, mercados húmedos, hospitales y mataderos. Para este motivo es necesario desarrollar indicadores que reaccionen de forma similar a diversos virus causantes de infecciones, mediante técnicas de metavirómica.
Reducción del impacto de las pandemias
La reducción de nuevos brotes puede reducirse al atender los factores ambientales que influyen sobre los comportamientos de los virus. Los riesgos ambientales secundarios producidos durante una respuesta a la pandemia deberían ser controlados para minimizar los impactos de la pandemia en la salud humana y ambiental.
La transmisión viral en el ambiente se asocia con varios factores. Por ejemplo, pueden ser transferidos por gotas respiratorias y aerosoles, y a distancia; esta distancia se ve afectada por el tamaño, la inercia y la evaporación de dichas gotas. En ambientes cerrados, los aerosoles pueden difundirse a más de 1.8 metros, mientras que en el exterior los vientos diluyen más rápidamente esta carga viral. El virus es más estable en superficies blandas que en superficies duras, y sobrevive en un rango de humedad del 33% al 100%.
Se recomienda el empleo de desinfectantes ambientalmente saludables como etanol, radiación UV-C e hipoclorito de sodio para inactivar el virus causante de la COVID-19. Además, la disminución de las actividades humanas reduce la necesidad de desinfección.
Respecto del manejo y disposición de residuos peligrosos, es necesario implementar medidas de mitigación de la generación, la recolección, el transporte, el tratamiento y el reciclado de residuos.
Otro ítem de suma importancia es la vigilancia viral en aguas cloacales y su tratamiento para inhibir los agentes patógenos que puedan contener. En este sentido, se han implementado tecnologías de filtración con membranas y desinfección con agentes clorados, radiación UV y ozonización. En las áreas rurales se recomienda la desinfección de los desechos generados en cada domicilio por parte de los habitantes, y evitar emplear materia fecal o materiales contaminados con materia fecal.
Las partículas virales presentes en efluentes y en aguas cloacales no solo pueden afectar directamente a la salud humana, sino que, además, pueden transportar los virus mediante generación de aerosoles con un riesgo superior al de un inodoro. La presencia de sólidos mitiga la aerosolización, y el riego con aguas cloacales para fertilización de cultivos genera microgotas a gran escala. Por este motivo, los riesgos provocados por virus presentes en aguas residuales deben ser identificados y cuantificados mediante una evaluación cuantitativa.
Reducción de la aparición de nuevas pandemias
Para evitar la reaparición de la COVID-19 luego de controlar la pandemia, es necesario realizar pesquisas sobre la presencia del virus en diversos lugares donde la probabilidad y el riesgo de encontrarlo sean altos. Para restaurar un estilo de vida normal y minimizar los brotes, deben tomarse medidas de protección del medio ambiente y de la fauna silvestre.
Las investigaciones de detección viral deben realizarse en mercados húmedos y mataderos en las superficies donde se encuentran los productos cárnicos, así como sobre los fluidos biológicos de los trabajadores de estos establecimientos. También se recomienda fortalecer la vigilancia sobre establecimientos relacionados con la cadena de distribución de los productos.
Se debe tener en cuenta, además, la relación entre las variaciones del clima y la pandemia. Se ha demostrado que el verano no limita la transmisión viral, que los brotes más fuertes suelen ocurrir en lugares húmedos y que el invierno volverá más peligrosa y transmisible la enfermedad. Sin embargo, es necesario realizar evaluaciones globales y planeación de escenarios para determinar qué acciones son beneficiosas para mejorar la resiliencia y evitar efectos catastróficos para la próxima pandemia.
Los costos económicos de la pandemia han provocado una relajación en las medidas de protección ambiental, particularmente en India y Estados Unidos. Esta relajación puede provocar futuros brotes, por lo que la sustentabilidad debe ser considerada.
El fin de la pandemia de COVID-19 no es el fin de las pandemias virales. Son necesarios más estudios para integrar los factores ambientales a los PHERS para responder de forma adecuada a la próxima pandemia.
Conclusiones
Los brotes pandémicos originados por virus son cada vez más frecuentes, y debido a la conectividad de estos microorganismos en la biosfera los factores ambientales tienen un papel en la regulación de la transmisión viral, como una intersección entre medio ambiente y salud, lo que, a su vez, tiene una influencia en los PHERS. Este estudio propone que el ambiente tiene un papel que debe ser considerado antes, durante y después de una pandemia, al fortalecer la protección de los ecosistemas, realizar pesquisas de detección viral y predecir y prevenir los brotes posteriores.
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