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Introducción
La transmisión de coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (severe acute respiratory syndrome [SARS]-CoV-2), un problema de máxima relevancia en salud pública, está determinada por diversos factores. Se ha sugerido que la propagación del virus podría reducirse en verano, y numerosos estudios analizaron las relaciones entre el número de contagios y la contaminación atmosférica, una vinculación confirmada en el caso de SARS-CoV-1, durante la epidemia de 2002. El objetivo de la presente revisión fue resumir la evidencia científica para la posible influencia de la temperatura y la contaminación ambiental sobre la transmisión de SARS-CoV-2.
En este artículo se revisó la evidencia científica acerca de la posible influencia de la temperatura ambiental y la contaminación en la transmisión del SARS-CoV-2. Los artículos, publicados entre enero y septiembre de 2020, se identificaron mediante búsquedas bibliográficas en Medline (PubMed), la Web of Science y Scopus.
Temperatura ambiental, radiación ultravioleta y transmisión de SARS-CoV-2
La identificación de los factores que determinan la transmisión de SARS-CoV-2 es fundamental para establecer pautas acerca del final de la pandemia; en este contexto, diversos grupos de investigadores analizaron la propagación del virus en diferentes condiciones climáticas. El interés por la influencia de la temperatura sobre la transmisión del virus es razonable si se tiene en cuenta que el virus de la gripe es más estable a baja temperatura. Las gotas, reservorios del virus, permanecen en suspensión por más tiempo en el aire seco. Además, el frío y el clima seco pueden afectar la respuesta inmunológica de las personas y aumentar la susceptibilidad al virus. En un estudio previo en las cuatro principales ciudades de China, el brote de SARS de 2002-2004 se asoció significativamente con la temperatura; el índice de incidencia diaria aumentó en relación con las temperaturas más bajas.
Se ha sugerido que el SARS-CoV-2, el agente etiológico de la enfermedad por coronavirus 2019 (COVID-19, por su sigla en inglés) sería menos transmisible en climas cálidos y húmedos; de ser así, la incidencia de la enfermedad disminuiría en los meses de verano. En el caso del SARS-CoV-2, sin embargo, no existe evidencia científica suficiente para sostener que el virus se propague menos con el calor. Incluso así, el papel que las condiciones climáticas podrían tener en la transmisión de SARS-CoV-2 merece especial atención.
En uno de los primeros estudios realizados en China no se observaron asociaciones entre la temperatura ambiental asociada con la exposición a la luz ultravioleta (UV) natural y los índices de contagio por SARS-CoV-2. Sin embargo, para ese estudio se utilizó el número reproductivo básico (R0: número promedio de casos nuevos que genera un determinado caso en el transcurso de un período infeccioso) de varias ciudades en China, el cual podría ser modificado por numerosos factores biológicos, socio-conductuales y ambientales que intervienen en la transmisión de patógenos. Este valor se estima con modelos matemáticos complejos, de modo que su interpretación es compleja. Cabe destacar, sin embargo, que la mayoría de los países en los cuales se refirió un rápido aumento de la incidencia de COVID-19 eran del hemisferio norte, durante los meses de invierno.
En los estudios que analizaron datos de varios países, de la temperatura ambiente y de la densidad de población, los resultados sugieren que la temperatura puede afectar la supervivencia del SARS-CoV-2 en el medio ambiente y en ambientes cerrados, ámbitos en los cuales la trasmisión se facilita. La temperatura debería ser un factor para en cuenta por las autoridades de salud pública, en el contexto del control de las epidemias. Las temperaturas más bajas contribuyen a la transmisión porque se asocian con mayor vulnerabilidad. Por lo tanto, la llegada del verano podría reducir la transmisión del SARS-CoV-2, pero se requieren más estudios para establecer conclusiones definitivas.
El índice de radiación ultravioleta (UV) es otro aspecto que merece especial consideración en términos de la transmisión de SARS-CoV-2. En un estudio en el cual se analizaron datos específicos por regiones y ciudades afectadas por la pandemia y los parámetros meteorológicos correspondientes, se comprobó que existe un rango óptimo de temperatura e índice UV que afecta fuertemente la propagación y la supervivencia del virus. En cambio, los niveles de precipitaciones, la humedad relativa y la capa de nubes no parecen ejercer efectos importantes sobre la transmisión de SARS-CoV-2. Cabe destacar, sin embargo, que en una investigación de la China, no se encontraron relaciones entre la radiación UV y el contagio por SARS-CoV-2.
En España, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), adscrito al Ministerio de Ciencia e Innovación, analizan las variables meteorológicas que podrían afectar la incidencia y la propagación de SARS-CoV-2 en el país. Los resultados preliminares de un estudio de la AEMET, en el que se comparó el índice de incidencia acumulado en los últimos 14 días (definido como número de contagios nuevos diarios por cada 100 000 habitantes) con la temperatura promedio correspondiente al mismo período por comunidad autónoma, muestran una correlación negativa entre ambos; es decir que la menor temperatura se asocia con mayor incidencia. Según un comunicado de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del 28 de julio de 2020, las estaciones anuales no influirían en la pandemia de COVID-19.
Papel de la contaminación ambiental
La contaminación atmosférica es otro factor que ha merecido especial atención en relación con el número de contagios de SARS-CoV-2, ya que es posible que los niveles elevados de contaminantes en el aire faciliten la propagación del virus.
Durante el brote de SARS de 2002 en China, en un estudio se analizó la correlación entre el incremento del Índice de Contaminación del Aire (API, por su sigla en inglés) y la tasa de mortalidad por SARS en cinco regiones de China, caracterizadas por el nivel elevado de contaminación ambiental (el API inferior a 100 se considera saludable para la población en general). Las cinco regiones analizadas en el estudio (Cantón, Shanxi, Hebei, Pekín y Tianjin) presentaron una relación lineal entre el API y la tasa de mortalidad por SARS en el período de abril a mayo de 2003. Cuanto menor fue el API, menor la tasa de mortalidad.
En un análisis epidemiológico de 2007, se observó una correlación positiva entre el alto nivel de materia particulada (MP) en algunas áreas urbanas y la mortalidad asociada con enfermedades cardiovasculares y respiratorias. La exposición elevada a MP (partículas en suspensión) en el aire parece comprometer el sistema inmunitario y aumentar la predisposición a infecciones virales respiratorias.
En un estudio reciente de la Società Italiana di Medicina Ambientale (SIMA) se confirmó una relación entre la alta propagación de SARS-CoV-2 en algunas áreas del norte de Italia y las condiciones de contaminación del aire. La MP10, es decir las partículas en suspensión con diámetro aerodinámico menor de 10 µm, está integrada por partículas sólidas y líquidas que pueden flotar en el aire durante más tiempo y a distancias importantes.
La MP facilita la supervivencia del virus durante horas o días. El aspecto atmosférico local es otro factor ambiental que debe considerarse en la difusión acelerada de este virus. De hecho, en presencia de alta humedad relativa local, el SARS-CoV-2 ha proliferado, mientras que se inhibe en situaciones de clima cálido. Las regiones del norte de Italia, las más afectadas por COVID-19, también fueron aquellas con una gran cantidad de partículas atmosféricas (MP10y MP de menos de 2.5 µm de diámetro aerodinámico), por encima de los estándares legislativos (límite: 50 μg/m3 por día) durante febrero de 2020. Se ha referido una asociación independiente entre la exposición a MP10 y la mortalidad por causas respiratorias y cardiovasculares. Los posibles efectos de los contaminantes atmosféricos sobre la propagación de SARS-CoV-2 deberán ser confirmados en estudios futuros. Incluso así, es indudable que el aire de “buena calidad” merece especial atención para la prevención de epidemias.
Conclusiones
La información en conjunto sugiere que la temperatura ambiente podría influir en la supervivencia de SARS-CoV-2 en el medio ambiente; las bajas temperaturas y la humedad favorecen la propagación del virus. Sin embargo, según un comunicado de la OMS con los datos más recientes, las estaciones anuales, y por tanto la temperatura, no serían determinantes de la propagación del virus. En cambio, los contaminantes del aire (MP, dióxido de nitrógeno y monóxido de carbono) probablemente faciliten la persistencia de las partículas de virus en condiciones climáticas favorables.
En ausencia de opciones farmacológicas eficaces contra el SARS-CoV-2, los factores que facilitan o dificultan la propagación del virus son de particular relevancia en salud pública. Por el momento, sin embargo, es indudable que las medidas de distanciamiento social, el uso de mascarillas y la higiene de manos tienen relevancia decisiva, en términos de prevención y control de la propagación del virus.
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