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Las vacunas contra el coronavirus 2 causante del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2, por su sigla en inglés) se encuentran en la planificación de los gobiernos del mundo, debido a la presión que genera esta enfermedad sobre los sistemas sanitarios, particularmente durante el reciente rebrote del verano europeo de 2020. Es deseable que la protección producida por las vacunas llegue al menos al 80%, aunque la duración de dicha protección será desconocida durante años. La evidencia preliminar sugiere que los anticuerpos decrecen en los pacientes que se recuperaron de una infección, aunque esta es solo una parte de la respuesta inmune general. Con otros coronavirus, la respuesta inmune dura entre 12 y 18 meses.
En este momento, se están llevando a cabo 45 ensayos clínicos para vacunas contra el coronavirus-2, de los cuales 10 se encuentran en fase III; estos estudios podrían tener resultados para finales de 2020, aunque la liberación al mercado de grandes lotes es esperada para mediados de 2021. La implementación de una estructura de vacunación masiva será crucial para estos programas, que deberán establecer prioridades de vacunación, resolver la logística de los productos y alentar a la aceptación de la vacuna entre el público. Este último punto se logrará mediante buenas estrategias de comunicación respecto de los beneficios individuales y comunitarios.
Las prioridades para los grupos de vacunación comenzarán con el personal de salud y servicios esenciales, especialmente con aquellos que tengan enfermedades crónicas que puedan agravar el cuadro en caso de infección. Luego se comenzará la vacunación de los grupos etarios con mayor riesgo de mortalidad, especialmente en instituciones y asilos de ancianos debido a la gran cantidad de muertes que se registraron en estos sitios durante el primer brote.
No es claro si la prioridad principal en el corto plazo de la vacunación masiva debe ser minimizar la mortalidad o aumentar la cantidad de años de vida del individuo vacunado. En el caso del aumento de la longevidad, es necesario el cálculo mediante datos epidemiológicos y demográficos. Sería deseable que los gobiernos, mediante sus programas de inmunización, tengan el objetivo de minimizar la mortalidad en el corto plazo, excepto que las existencias de vacunas sean menores que las necesarias para proteger al total de la población durante al menos un año.
La cantidad de individuos vacunados necesaria para lograr la inmunidad de rebaño e interrumpir la transmisión viral debe ser calculada con ciertos parámetros previamente definidos. La distribución probablemente escale de forma gradual de acuerdo con las capacidades de producción. Por este motivo, el impacto de las campañas será gradual y tomará algunos años alcanzar el nivel deseado. La cantidad de cobertura necesaria dependerá de lo que se conozca sobre la eficacia en estudios de fase III y la duración promedio de la protección; esto último será una hipótesis que se probará solo cuando existan datos de estudios de fase IV respecto de la duración de la protección contra la infección y la enfermedad grave. Con una vacuna 100% eficaz, la proporción de la población que debe ser vacunada se calcula mediante la fórmula (1-1/R0), donde R0 es el número básico de reproducción. En el caso de que la eficacia sea menor del 100%, la fórmula se modifica por la eficacia real: (1-1/R0)/E, donde E es la eficacia proporcional de la vacuna. Estos cálculos se vuelven aún más complejos con inmunidades menos duraderas, por lo que sería necesario modelar la transmisión viral en estas condiciones.
Los ensayos de fase III proveerán información sobre la eficacia y seguridad, pero solo los ensayos de fase IV aportarán información respecto de la protección a largo plazo, además de registrar eventos adversos serios e identificar la posibilidad de reinfección y su gravedad. Estos estudios requerirán una planeación meticulosa y financiamiento sostenido, y deberán estar enfocados en pacientes mayores de 70 años y en aquellos con comorbilidades que predisponen a un alto riesgo de mortalidad.
En el caso que los programas de vacunación no logren una alta cobertura, el SARS-CoV-2 se volverá una enfermedad endémica, pero con un nivel bajo, determinado por el grado de vacunación, con picos en los meses de invierno y valles en el verano. Es necesario considerar la posibilidad de un programa de vacunación obligatorio previo al ingreso escolar, universitario o laboral. Además, el rechazo a las vacunas plantea algunos desafíos en numerosos países.
Es necesario llevar adelante estudios de vigilancia respecto de la evolución del virus, debido a que la eficacia de la vacuna depende de la estabilidad molecular del virus. De no ser así, se dará una situación similar a la de la influenza A, en la que las campañas de vacunación se realizan de acuerdo con las cepas que se supone predominarán un determinado año.
Si bien se han logrado grandes avances en las vacunas contra el SARS-CoV-2 en un año con los candidatos que se encuentran en fase III, el desafío siguiente es persuadir a la población y los gobiernos para realizar campañas de vacunación que logren inmunidad de rebaño deseada, además de conocer la evolución viral.
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