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La pandemia del síndrome respiratorio agudo grave causado por el coronavirus 2 (SARS-CoV-2, por su sigla en inglés) ha planteado distintos desafíos en la atención de niños y adolescentes de todo el mundo. Ante todo, la evidencia de los estudios de rastreo de contactos sugiere que los niños y adolescentes son menos susceptibles a la infección por SARS-CoV-2 que los adultos; sin embargo, los estudios de seroprevalencia y de frotis en la comunidad realizados fuera del entorno del brote, sugieren que las tasas de infección son similares a las de los grupos etarios mayores. En efecto, solo la mitad de los niños y adolescentes con anticuerpos contra el SARS-CoV-2 han experimentado síntomas, la hospitalización por la enfermedad por coronavirus-19 (COVID-19) aguda grave en niños es rara, y la letalidad en niños hospitalizados es, afortunadamente, relativamente baja (1%).
Ciertamente, la razón de la menor carga de enfermedad sintomática en los niños aún no está clara. La enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2) representa un receptor de la proteína del coronavirus 19, y su expresión en las vías respiratorias superiores aumenta con la edad. Asimismo, la mayor expresión de la ACE2 se correlaciona directamente con la positividad para el rescate del ARN genómico del SARS-CoV-2 en el frotis del tracto respiratorio superior de niños sintomáticos, pero no con la carga viral. Por otro lado, se propone que la ausencia de respuesta inmune desadaptativa en los niños, que conduce al síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) en los grupos de mayor edad, podría ser responsable del mecanismo de menor carga viral en los niños.
Es importante destacar que el síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico asociado temporalmente con el SARS-CoV-2 (PIMS-TS, por su sigla en inglés), el síndrome inflamatorio multisistémico en niños (MIS-C, por su sigla en inglés) o la enfermedad similar a la Kawasaki, muestran mecanismos centrados en una respuesta inmune adquirida desadaptativa a la infección por el SARS-CoV-2, por el aumento de anticuerpos contra múltiples virus respiratorios distintos del SARS-CoV-2, en el MIS-C grave, pero no en el MIS-C leve ni en la COVID-19 aguda.
Por otra parte, con respecto a los beneficios de inmunizar a los niños contra la COVID-19 de las vacunas que se están probando en los ensayos clínicos, ninguna se ha administrado todavía en esta población, aunque la ChAdOX1-nCOV-19, se encuentra actualmente en estudios de fases II y III, que incluyen u grupo pediátrico para niños de 5 a 12 años, que recibe la mitad de la dosis completa que se administra a los adultos en estudio. Dadas las bajas tasas de enfermedad en los niños, es probable que tengan menor prioridad para recibir la vacuna, a menos que se demuestre definitivamente que estos tienen un papel importante en la transmisión del virus y que la vacuna reduce la diseminación viral.
Conviene enfatizar la importancia de la diseminación viral causada por niños asintomáticos, de ahí que las escuelas, al vincular los hogares, podrían generar un grupo de circulación viral continua, responsable de la introducción del virus en los diferentes hogares. Comprender este problema es fundamental para resolver lo que ha sido una alteración global sin precedentes en la educación. Si bien múltiples estudios de contactos de niños de escuelas primarias y secundarias con una infección conocida por el SARS-CoV-2, mostraron una transmisión progresiva mínima en las escuelas, solo un niño de los 23 358 hisopados en el Reino Unido tras la reapertura de las escuelas primarias presentaba el virus del SARS-CoV-2 detectable. De manera análoga, pareciera que los niños fueron responsables de una pequeña minoría de las introducciones del virus en el hogar. Sobre todo, las encuestas recientes revelaron que la reapertura de escuelas en varios países europeos en abril y mayo no tuvo un impacto claro en la transmisión comunitaria.
Sin embargo, experiencias recientes de brotes sustanciales de COVID-19 relacionados con niños y adolescentes muestran que no hay lugar para la complacencia. En mayo, una escuela secundaria israelí fue cerrada poco después de la reapertura al identificar a dos estudiantes sintomáticos infectados de forma independiente con el SARS-CoV-2. Una campaña de pruebas posterior en toda la escuela reveló que 153 estudiantes y 25 miembros del personal tenían infección detectable por el SARS-CoV-2, y el rastreo de contactos reveló otros 87 casos en personas que no asistían a la escuela. Se cree que los factores contribuyentes incluyeron una ola de calor, que motivó el uso extensivo del aire acondicionado y las exenciones en el uso de mascarillas en los espacios compartidos.
El cierre de escuelas y la pérdida concomitante de otros sistemas de protección para los niños (como la atención social limitada y las visitas de salud) resaltan los daños indirectos que los niños y adolescentes están sufriendo de manera desproporcionada, como resultado de las medidas para mitigar la pandemia de la COVID-19. En el Reino Unido, se estima que el impacto en la educación, hasta ahora, puede llevar a que una cuarta parte de la fuerza laboral nacional tenga menos habilidades y logros durante una generación después de mediados de la década de 2020, lo que provocará la pérdida de miles de millones de dólares en riqueza nacional. Además, existe una variedad de otros daños a la salud de los niños, incluido el riesgo de resurgimiento de enfermedades prevenibles con vacunas, como el sarampión, debido a interrupciones en los programas de inmunización.
Para concluir, mantener la educación y el bienestar de los jóvenes debe seguir siendo una prioridad importante para la sociedad en la era COVID-19.
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