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Introducción
Los sistemas hospitalarios se esfuerzan por intensificar sus medidas para proteger a los pacientes y trabajadores de la salud del coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2, por sus siglas en inglés). Existe la duda si estas medidas deberían incluir el uso universal de máscaras por parte de todos los trabajadores de la salud. El enmascaramiento universal del personal de salud ya es una práctica estándar en diversos países.
Usar la máscara fuera de las instalaciones de atención médica ofrecería poca protección contra infecciones. Las autoridades de salud pública definen la exposición significativa a COVID-19 como el contacto cara a cara dentro de 6 pies con un paciente con COVID-19 sintomático durante al menos unos minutos. La posibilidad de infectarse por SARS-CoV-2 en una interacción pasajera en un espacio público sería mínima. El deseo del enmascaramiento generalizado sería una respuesta a la ansiedad por la pandemia.
Investigación
En entornos de atención médica, la máscara es un componente central del equipo de protección personal (EPP) que los médicos necesitan cuando atienden a pacientes sintomáticos con infecciones virales respiratorias, y es parte de las operaciones de rutina en la mayoría de los hospitales. No obstante, se desconoce si la máscara ofrece protección adicional en entornos de atención médica en los que el usuario no tiene interacciones directas con pacientes sintomáticos. Habría 2 situaciones en las que puede haber posibles beneficios. Una es durante el cuidado de un paciente con COVID-19 no reconocido. Sin embargo, utilizar únicamente la máscara en este caso brindaría protección limitada. Más convincente es la posibilidad de usar la máscara para reducir la probabilidad de transmisión de trabajadores de la salud asintomáticos y mínimamente sintomáticos con COVID-19 a otros, ya que esto sería un riesgo constante. La transmisión de personas con infección asintomática habría sido bien documentada.
En diversos hospitales, los miembros del personal trabajaron bien pero desarrollaron síntomas de COVID-19 a la mitad de sus turnos o trabajaron con síntomas leves y ambiguos que posteriormente se diagnosticaron como COVID-19. Estos casos provocaron que un gran número pacientes y miembros del personal estén expuestos al virus y a infecciones potencialmente relacionadas en los trabajadores de la salud. Enmascarar a todo el personal de salud podría evitar que los trabajadores de la salud asintomáticos y mínimamente sintomáticos propaguen el virus.
El enmascaramiento universal debe estar acompañado de una higiene meticulosa de las manos, protección ocular, guantes y una bata. No obstante, centrarse únicamente en el enmascaramiento universal podría conducir a una mayor transmisión de COVID-19 sí no se implementan de medidas de control de infecciones más fundamentales. Esta medidas incluyen la detección de todos los pacientes que acuden a un centro para detectar síntomas de COVID-19 e inmediatamente enmascararlos y colocarlos en una habitación; la implementación temprana de precauciones de contacto y gotas, incluida la protección ocular, para todos los pacientes sintomáticos y con precaución en caso de duda; reexaminar a todos los pacientes ingresados diariamente para detectar signos y síntomas de COVID-19 en caso de que una infección se incubara al ingreso o estuvieran expuestos al virus en el hospital; tener un umbral bajo para evaluar a pacientes con síntomas atribuibles a una infección respiratoria viral; exigir a los empleados que certifiquen que no tienen síntomas antes de comenzar a trabajar todos los días; estar atento al distanciamiento físico entre los miembros del personal en todos los entornos; restringir y seleccionar visitantes; y aumentar la frecuencia y fiabilidad de la higiene de manos. El alcance del beneficio del enmascaramiento universal por encima de estas medidas fundamentales sería discutible. Depende de la prevalencia de trabajadores de la salud con infecciones asintomáticas y mínimamente sintomáticas, así como de la contribución relativa de esta población a la propagación de la infección. La prevalencia de COVID-19 entre los evacuados asintomáticos de Wuhan durante el apogeo de la epidemia fue solo del 1 al 3%. Las infecciones no diagnosticadas alimentarían la propagación de COVID-19, pero el riesgo de transmisión de esta población probablemente sea menor que el riesgo de propagación de pacientes sintomáticos.
Conclusiones
Los beneficios del enmascaramiento universal deben equilibrarse con el riesgo futuro de quedarse sin máscaras. Sin embargo, proporcionar a cada trabajador de la salud una máscara por día para un uso prolongado puede mejorar el control del inventario al reducir los usos únicos y facilitar los flujos de trabajo centralizados para asignar máscaras sin evaluaciones de riesgos a nivel de empleado individual. Además, las máscaras son recordatorios visibles de un patógeno invisible pero ampliamente prevalente y pueden recordar a las personas la importancia del distanciamiento social y otras medidas de control de infecciones.
También está claro que las máscaras pueden ayudar a aumentar el sentido percibido de seguridad, bienestar y confianza de los trabajadores de la salud en sus hospitales. El miedo y la ansiedad se contrarrestan mejor con datos y educación que con una máscara, particularmente a la luz de la escasez mundial de máscaras. La mayor contribución de los protocolos de enmascaramiento universal sería reducir la ansiedad, más allá del papel que puedan desempeñar en la reducción de la transmisión de COVID-19. El enmascaramiento universal podría darles a los trabajadores de la salud la confianza para absorber e implementar las prácticas más fundamentales de prevención de infecciones.
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