Resúmenes amplios

CONFIRMAN UNA ASOCIACIÓN EN EL NIVEL DE ACTIVIDAD FÍSICA RECREATIVA Y EL RIESGO DE ARTERIOPATÍA PERIFÉRICA


Melbourne, Australia:
Los bajos niveles de actividad física recreativa a lo largo de la vida parecen asociarse con un bajo índice tobillo-brazo y con el diagnóstico de arteriopatía periférica, en forma independiente de la presencia de factores tradicionales de riesgo vascular.

Journal of Vascular Surgery

Autores:
Wilson AM, Sadrzadeh-Rafie AH, Cooke JP

Institución/es participante/s en la investigación:
University of Melbourne

Título original:
Low Lifetime Recreational Activity is a Risk Factor for Peripheral Arterial Disease

Título en castellano:
La Baja Actividad Recreativa durante la Vida es un Factor de Riesgo para la Arteriopatía Periférica

Extensión del  Resumen-SIIC en castellano:
2.58 páginas impresas en papel A4
Introducción
La arteriopatía periférica (AP) de las extremidades inferiores es una enfermedad frecuente que se asocia con dolor con el esfuerzo y reducción de la capacidad funcional y la calidad de vida. Los pacientes con AP presentan un mayor riesgo de infarto de miocardio, eventos cerebrovascualares, amputación de miembros y mortalidad de causa cardiovascular. Mientras que la actividad física mejora la funcionalidad en los individuos con AP, la inactividad se considera un factor de riesgo relacionado con la progresión de la enfermedad y con un peor pronóstico cardiovascular. Asimismo, la reducción del nivel de actividad física recreativa (AFR) se vincula con una disminución del índice tobillo-brazo (ITB).
Sin embargo, se reconoce la falta de datos acerca de la repercusión de la AFR realizada a lo largo de la vida sobre la modulación de la aparición de la AP. En el presente análisis, se llevó a cabo un estudio de la vinculación entre ambos parámetros.
Pacientes y métodos
El estudio Genetic Determinants of Peripheral Arterial Disease consistió en un ensayo de observación para delinear los determinantes relacionados con la distribución de las placas ateroscleróticas. Los participantes formaban parte de una cohorte de sujetos en los que se planificaba la realización de una angiografía coronaria electiva (n = 1 381, media de edad 65 ± 11 años) por angina de pecho, disnea, una prueba de esfuerzo con resultado anormal o enfermedad coronaria conocida. Se excluyeron los individuos que requirieron angiografías de urgencia, así como los menores de 40 años o con antecedentes de tratamiento radiante o infecciones crónicas.
Se obtuvieron datos acerca de parámetros demográficos, uso de medicamentos, antecedentes personales y familiares de enfermedad cardiovascular y la magnitud de la limitación para caminar. En forma previa a la angiografía coronaria, se estimaron las presiones sistólicas de las arterias braquial, tibial posterior y dorsal del pie. Se calculó el ITB, que se definió como normal para valores no menores de 0.9. Se excluyeron del análisis continuo los individuos con un ITB > 1.3 o aquellos con niveles normales pero con antecedentes de cirugía por AP, angioplastia o colocación de prótesis endovasculares (stents). Se recolectaron además muestras de sangre para la determinación de la concentración de proteína C-reactiva (PCR).
Con el objetivo de cuantificar el nivel de AFR a lo largo de la vida, se aplicó un cuestionario validado que permitió el cálculo del consumo metabólico de las actividades recreativas en su equivalente en kilocalorías semanales.
Todos los datos reunidos se procesaron con pruebas estadísticas específicas. Debido a la distribución irregular de la AFR semanal, se dividió a la cohorte en 5 subgrupos, conformados por sujetos con AFR mínima o nula (n = 417) y en función de cuartiles (n = 241 para cada grupo). La magnitud de la AFR se consideró nula, leve, moderada, elevada o vigorosa y se estimó en 0, menos de 573, 573 a 1 190, 1 191 a 2 256 y por encima de 2 256 kilocalorías semanales, en ese orden.
Resultados
Un total de 417 participantes (30%) refirieron no realizar AFR. No se reconocieron diferencias significativas entre los diferentes subgrupos en términos de la edad, el índice de masa corporal, la presión sistólica, los lípidos plasmáticos, la glucemia, el tabaquismo y el nivel de PCR. En cambio, los pacientes que no realizaban AFR tenían mayores niveles de presión arterial diastólica y una mayor probabilidad de ser mujeres (p < 0.001). Los participantes sin AFR presentaban un ITB significativamente menor en comparación con todos los niveles de AFR (p < 0.001).
Se reconoció que aquellos pacientes con el máximo nivel de AFR se caracterizaban por una menor prevalencia de AP en relación con los sujetos sedentarios (13.7% contra 25.6%; p = 0.001). Esta reducción en la proporción de casos de AP no era lineal, ya que la mayor disminución se describió entre el grupo que no realizaba AFR y el subgrupo con AFR mínima, mientras que las diferencias entre las restantes cohortes eran menores. Por otra parte, se verificó una correlación menor e inversa entre la AFR y el sexo (p < 0.001) y entre la AFR y el logaritmo de los niveles de PCR (p = 0.009). Se destaca que el nivel de AFR se asoció de forma significativa con la prevalencia de AP (r = -0.109; p < 0.001) y con el ITB (r = 0.167; p < 0.001).
En coincidencia con estudios previos, la edad, la presión sistólica, la glucemia, los triglicéridos y el tabaquismo constituían factores predictivos independientes del ITB. En el presente análisis, se constató que el sexo femenino y el antecedente de la ausencia de AFR también eran factores independientemente asociados con el ITB. Los participantes con sedentarismo presentaban un incremento de la probabilidad de AP en comparación con aquellos individuos que practicaban AFR (p = 0.044). No se describieron correlaciones significativas entre las manifestaciones dolorosas en los miembros inferiores durante la marcha y el nivel de AFR descrito por los pacientes.
Discusión
De acuerdo con los expertos, este análisis constituye el primer estudio en el cual se observaron asociaciones entre la AFR y la prevalencia de AP. En función de los datos reunidos, se postula que la AFR incluso en niveles bajos podría reducir la cantidad de casos de AP. En coincidencia, en diversos estudios epidemiológicos se ha señalado que el incremento de la AFR se vincula con efectos protectores sobre la enfermedad coronaria y sus factores de riesgo.
Asimismo, en el presente ensayo se constató una asociación entre el bajo nivel de AFR y la reducción del ITB en un grupo de enfermos derivados para la realización de una angiografía coronaria. Esta correlación no se atribuyó a un incremento de la prevalencia de los factores tradicionales de riesgo, sino que se consideró independiente en función de los resultados de modelos de análisis multivariado. Esta asociación resultó más acentuada en aquellos participantes con antecedentes de un estilo de vida sedentario.
Del mismo modo, se describió una correlación menor e inversa entre la concentración de PCR y la AFR a lo largo de la vida en estos sujetos de alto riesgo. Esta asociación negativa había sido descrita con anterioridad en estudios previos con poblaciones de menor riesgo. En otros ensayos, se verificaron asociaciones similares entre los marcadores plasmáticos de inflamación o el dímero D y el nivel de actividad física estimada por acelerometría en sujetos con AP.
Se señala que la edad, la presión sistólica, el tabaquismo y los parámetros asociados con la resistencia a la insulina y la diabetes (hiperglucemia, hipertrigliceridemia) constituyeron también factores de riesgo independientes para la AP incluso en estos participantes caracterizados por alto nivel de enfermedad coronaria y presencia de factores de riesgo vascular. Se destaca que, en el presente análisis, tanto la ausencia de AFR como el sexo femenino representaron variables asociadas de modo independiente con el riesgo de AP en modelos de análisis multivariado de regresión. Además, los investigadores citan la presencia de una correlación entre la actividad física y el sexo, ya que las mujeres con menor nivel de AFR se caracterizaban por un mayor riesgo de AP. En algunas publicaciones previas, se había informado que las mujeres con AP se caracterizaban por una mayor prevalencia de dolor en los miembros inferiores, limitaciones para deambular y efectos deletéreos sobre la calidad de vida.
Por otra parte, el incremento del riesgo de AP en los individuos que participaron de este estudio fue de 1.5 vez en modelos ajustados que incluían los restantes factores de riesgo. Se advierte que no pudo reconocerse el mecanismo subyacente por el cual el estilo de vida sedentario representa un factor de riesgo para la AP. Entre las posibles explicaciones, se señala que el ejercicio estimula la función endotelial mediante la regulación en aumento de algunos procesos relacionados con vasoprotección (óxido nítrico sintasa, superóxido dismutasa) y la regulación en descenso de la expresión de mediadores de la inflamación y la trombosis. Se ha demostrado que, en individuos con AP, la actividad regular se asocia con mejoras en la fibrinólisis endógena y la microcirculación, con reducción de la mortalidad. Asimismo, se especula con la presencia de beneficios específicos del ejercicio en aquellos sujetos con un mayor riesgo de AP.
Entre las limitaciones del estudio, se menciona la subjetividad de la obtención de datos por cuestionarios, la potencial discordancia entre los síntomas clínicos y los signos de la AP y la inclusión de una población con alto riesgo de enfermedad arterial.
Conclusiones
Los bajos niveles de AFR se asociaron con un bajo ITB y con el diagnóstico de AP, en forma independiente de la presencia de factores tradicionales de riesgo vascular. Aquellos individuos con menor nivel de AFR tenían mayores valores de presión diastólica y una mayor probabilidad de ser mujeres. Aun con la corrección estadística por otros factores de riesgo, la probabilidad de AP se incrementaba en 1.5 vez en los pacientes sedentarios de alto riesgo. De este modo, los expertos concluyen que el antecedente de sedentarismo debe elevar la presunción diagnóstica de la presencia de AP.


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