CEC), y b) evaluación de la hemostasia: tiempo de protrombina, tiempo de trombina, APTT, fibrinógeno y recuento de plaquetas (al inicio de la cirugía, 10 minutos posinfusión de protamina y 10 minutos posinfusión del producto del secuestro en el grupo SPPA). Solamente se realizó dosaje de factores de coagulación (II, V, VII, X, VIII, IX) cuando el tiempo de protrombina fue menor del 50%. Los criterios transfusionales fueron: recuento de plaquetas menor de 100 000/µl, tiempo de protrombina inferior al 35% y APTT 1.5 vez superior a su valor basal. La duración promedio de la CEC fue de 122 minutos (de 50 a 230) en el grupo SPPA, y de 115 minutos (de 41 a 245) en el GC. El volumen promedio de plasma autólogo obtenido fue de 590 ml. El número total promedio de plaquetas fue de 1.83 x 1011. Los datos evaluados usando análisis de varianza de una vía (ANOVA) no revelaron diferencias entre los dos grupos. AVANCES METODOLOGICOSLa cirugía cardíaca, a pesar de los importantes progresos que ha alcanzado desde las experiencias iniciales, y después de un largo proceso de aprendizaje que lleva ya casi 50 años, sigue siendo un reto constante para la medicina transfusional. A pesar de la reducción de los requerimientos de sangre (de 20 a 30 unidades por cirugía en la década de 1950 hasta un consumo actual promedio de 2 a 3 unidades, según los diferentes centros hospitalarios), este tema sigue preocupando a los profesionales dedicados a la terapeútica transfusional, que tratan de buscar alternativas para reducir cada vez más la exposicion de estos pacientes a sangre y componentes alogeneicos, sobre todo a partir del decenio de 1980, con la dramática aparición del sida, al que se le ha sumado un conocimiento más exhaustivo de los virus de la hepatitis, y la aparición reciente de otro retrovirus transmitido por sangre, el HTLV I- II.A la luz de los resultados mencionados en nuestro trabajo, decidimos no incluir al SPPA en la rutina quirúrgica, coincidiendo con experiencias realizadas por otros centros. Algunos artículos publicados aseguran su utilidad; sin embargo, pensamos que quizás actualmente podrían beneficiarse otros pacientes, con diagnósticos quirúrgicos diferentes.Son múltiples los factores que se deben considerar cuando se evalúa este procedimiento. Los niveles de plaquetas recuperadas se calcula que representan un 10% del pool circulante, que sería insuficiente para reemplazar la pérdida ocurrida por consumo, alteración y destrucción en CEC prolongadas. Esto se acompaña además de la conservación en quirófano en condiciones y a temperatura subóptimas.El principio lógico sobre el cual se apoya este procedimiento es incuestionable, por lo cual suponemos que su potencial utilidad se evidenciará con el perfeccionamiento de los equipos destinados a este fin, los cuales deberán lograr en el breve período del preoperatorio inmediato la recolección de un mayor número de plaquetas viables, con una metodología sencilla y libre de todo riesgo para el paciente. Esto, acompañado de estudios prospectivos, aleatorizados y ciegos, con un mayor número de pacientes, será necesario para apoyar la adopción de esta metodología sin crear ningún tipo de controversias.
CE, y b) evaluación de la hemostasia: tiempo de protrombina, tiempo de trombina, APTT, fibrinógeno y recuento de plaquetas (al inicio de la cirugía, 10 minutos posinfusión de protamina y 10 minutos posinfusión del producto del secuestro en el grupo SPPA). Solamente se realizó dosaje de factores de coagulación (II, V, VII, X, VIII, IX) cuando el tiempo de protrombina fue menor del 50%. Los criterios transfusionales fueron: recuento de plaquetas menor de 100 000/µl, tiempo de protrombina inferior al 35% y APTT 1.5 vez superior a su valor basal. La duración promedio de la CEC fue de 122 minutos (de 50 a 230) en el grupo SPPA, y de 115 minutos (de 41 a 245) en el GC. El volumen promedio de plasma autólogo obtenido fue de 590 ml. El número total promedio de plaquetas fue de 1.83 x 1011. Los datos evaluados usando análisis de varianza de una vía (ANOVA) no revelaron diferencias entre los dos grupos. AVANCES METODOLOGICOSLa cirugía cardíaca, a pesar de los importantes progresos que ha alcanzado desde las experiencias iniciales, y después de un largo proceso de aprendizaje que lleva ya casi 50 años, sigue siendo un reto constante para la medicina transfusional. A pesar de la reducción de los requerimientos de sangre (de 20 a 30 unidades por cirugía en la década de 1950 hasta un consumo actual promedio de 2 a 3 unidades, según los diferentes centros hospitalarios), este tema sigue preocupando a los profesionales dedicados a la terapeútica transfusional, que tratan de buscar alternativas para reducir cada vez más la exposicion de estos pacientes a sangre y componentes alogeneicos, sobre todo a partir del decenio de 1980, con la dramática aparición del sida, al que se le ha sumado un conocimiento más exhaustivo de los virus de la hepatitis, y la aparición reciente de otro retrovirus transmitido por sangre, el HTLV I- II.A la luz de los resultados mencionados en nuestro trabajo, decidimos no incluir al SPPA en la rutina quirúrgica, coincidiendo con experiencias realizadas por otros centros. Algunos artículos publicados aseguran su utilidad; sin embargo, pensamos que quizás actualmente podrían beneficiarse otros pacientes, con diagnósticos quirúrgicos diferentes.Son múltiples los factores que se deben considerar cuando se evalúa este procedimiento. Los niveles de plaquetas recuperadas se calcula que representan un 10% del pool circulante, que sería insuficiente para reemplazar la pérdida ocurrida por consumo, alteración y destrucción en CEC prolongadas. Esto se acompaña además de la conservación en quirófano en condiciones y a temperatura subóptimas.El principio lógico sobre el cual se apoya este procedimiento es incuestionable, por lo cual suponemos que su potencial utilidad se evidenciará con el perfeccionamiento de los equipos destinados a este fin, los cuales deberán lograr en el breve período del preoperatorio inmediato la recolección de un mayor número de plaquetas viables, con una metodología sencilla y libre de todo riesgo para el paciente. Esto, acompañado de estudios prospectivos, aleatorizados y ciegos, con un mayor número de pacientes, será necesario para apoyar la adopción de esta metodología sin crear ningún tipo de controversias.