utilidad. La tomografía computada (T y la TC de alta resolución (TCAR) del tórax son técnicas de imagen valiosas empleadas para evaluar una variedad de anormalidades intratorácicas. Su uso se ha incrementado notablemente desde su introducción en la medicina clínica. Más de 2 millones de estudios tomográficos del tórax, con un costo superior a los 1 200 millones de dólares fueron realizados en los EE.UU. en 1992. Sin embargo, pocos estudios de investigación de tipo comparativo de TC y TCAR han sido efectuados para evaluar objetivamente sus beneficios, riesgos potenciales y relación costo-beneficio.Ciertamente, existen discrepancias y las opiniones varían acerca de lo apropiado de la utilización y los riesgos asociados con la TC y la TCAR. En efecto, Naidich y colaboradores han sugerido que la TC y la TCAR pueden ser subutilizadas. Pocos podrían argumentar que ambos métodos son superiores a las radiografías de tórax estándar para evaluar nódulos pulmonares, enfermedades pulmonares intesticiales, bronquiectasias y anormalidades pleurales, mediastinales y de la pared torácica. No obstante, nosotros y otros autores hemos cuestionado que la TC y la TCAR están siendo realizadas muy frecuentemente o sin indicaciones definidas claramente. Como ejemplo, Maña y colaboradores, en un reciente estudio retrospectivo, demostraron que el 35% de 100 pacientes consecutivos derivados con un diagnóstico presuntivo de sarcoidosis se sometieron a TC torácica como parte de su evaluación clínica. En ninguno de los 35 sujetos estudiados la TC torácica brindó mayor información comparada a la que suministró la radiología estándar de tórax, lo que sugiere que el costo adicional, el grado de exposición a radiaciones y los potenciales riesgos (tales como el uso de material de contraste endovenoso) no era justificado.Para una mejor comprensión de las prácticas ordenadas por los médicos, las percepciones acerca de la capacidad de la TC y la TCAR para brindar información clínica útil y conocer la exposición a la radiación asociadas con estas pruebas, nosotros practicamos un estudio transversal sobre médicos estadounidenses de distintas especialidades. Mediante la utilización de un cuestionario postal, nos contactamos con un total de 1 000 médicos con certificación profesional en Medicina Interna, Medicina Familiar, Medicina Pulmonar y Cirugía Torácica, de 5 regiones geográficas de los EE.UU. Nuestros rsultados indicaron 7É3 que los médicos, en general, indicaron la realización de una TC basados en la recomendación de un radiólogo en el 31% de los casos, como parte de la evaluación radiológica de rutina en 6%, para determinar la anatomía antes de un procedimiento en 20% de las situaciones, para identificar una entidad de una enfermedad específica en el 36% y para determinar o colaborar con el subsecuente manejo terapéutico en el 31%. Por especialidad, un número significativamente mayor de médicos de familia prescribieron la TC guiados por un radiólogo, mientras que más cirujanos torácicos lo hicieron como parte de una rutina dentro de la evaluación radiológica y para determinar la anatomía antes de un procedimiento. En general, cerca de 2/3 de los médicos encuestados consideraron que la TC de tórax proveía de nueva información y que influía sobre el manejo del paciente en un 50% o más de los casos (a pesar de que pocos neumonólogos concordaron), mientras que el 30% de los médicos en general creía que la TC mejoraba los resultados del paciente. A menudo el hallazgo más intrigante de nuestro estudio se refirió al reconocimiento médico de la cantidad de radiación a la que se exponían quienes se sometían a TC y TCAR de tórax. En general, el 93% de los médicos o no conocían o subestimaban notablemente la cantidad de radiación asociada con la realización de estos procedimientos. La cantidad de exposición a radiación es variable, dependiendo de la la técnica de exploración (por ejemplo: colimación, intervalo entre cortes, poder del tubo de rayos X, rapidez de la exploración, adquisión en forma convencional o helicoidal). Sin embargo, el grado de radiación asociada con la TC y la TCAR resultó generalmente equivalente a 100 y 10 a 20 radiografías de tórax anteroposteriores, respectivamente, en el momento en que nuestro estudio fue realizado.Los médicos de todas las especialidades deben evaluar cuidadosamente los beneficios anticipados y los potenciales riesgos y costos para el paciente que implica la utilización de TC y TCAR. Por último, como ocurre en la actualidad con otras tecnologías tales como la cirugía de reducción del volumen pulmonar, ensayos prospectivos y aleatorizados debieran ser llevados a cabo para determinar la utilización apropiada de TC y TCAR, comparadas con alternativas diagnósticas y modalidades intervencionales. Esto será particularmente importante a medida que se desarrollen tecnologías más nuevas que TC y la TCAR, como la tomografía computada helicoidal.