En la actualidad disponemos de una vacuna bivalente (A+ compuesta por los polisacáridos capsulares de Neisseria meningitidis serogrupos A y C. La eficacia y seguridad de esta vacuna ha sido demostrada en mayores de 2 años;3,4 sin embargo, induce una respuesta inmune de corta duración y no es eficaz en menores de esa edad. Por este motivo, las recomendaciones de vacunación en caso de brotes, en los países desarrollados, se han visto limitadas a regiones con un aumento importante en la incidencia y/o mortalidad por meningococo C, siempre que las tasas de incidencia de la enfermedad sean al menos de 10 casos/100.000 habitantes.5 Llegados a este punto, cabría preguntarse: –quién o quiénes y por cuales motivos decidieron que la vacunación está indicada con tasas superiores a 10 casos/100.000 –Por qué no cuando esas tasas superen los 5, 7 o 12, 15 casos/100.000 habitantes, por poner algún ejemplo Probablemente esa cifra, universalmente aceptada, fue elegida por epidemiólogos que observan el problema desde otras perspectivas. Pero en nuestro razonamiento, como pediatras que trabajamos a la cabecera del enfermo, no entendemos por qué esperar a alcanzar esas cifras para intervenir, cuando está en riesgo la salud de la población infantil. De hecho, existen múltiples actuaciones en diferentes países, en los que las autoridades sanitarias tomaron la decisión de vacunar ante aumentos importantes de incidencia de la enfermedad sin que se llegara a la mítica cifra de los 10 casos/100.000 habitantes.6,7Los argumentos esgrimidos en contra de la vacunación antes de esa cifra no deben servir de excusa para no actuar. Es de todos conocido que la vacuna, al ser de naturaleza polisacárida, produce una respuesta inmune T-independiente, no eficaz en menores de 18 meses y no reforzable mediante la revacunación.Aunque conocemos la eficacia limitada de la vacuna, también sabemos que su efectividad es mucho mayor que su eficacia, ya que la vacunación masiva de una población junto con una adecuada quimioprofilaxis a los contactos induce lo que se ha denominado «inmunidad de grupo». Este fenómeno, aunque no está científicamente demostrado, parece ser debido a una disminución en las tasas de transmisión de la enfermedad, con lo cual los niños no vacunados por motivo de edad también quedarían en cierto modo protegidos de la enfermedad, o al menos la incidencia de enfermedad en esos niños es mucho menor que en las poblaciones donde no se realizan campañas de vacunación generalizada. Este hecho ha sido constatado por nosotros; así, en la población de nuestra área sanitaria donde se vacunó en 1997 no se ha registrado ningún caso de meningococemia por serogrupo C desde entonces, ni en niños vacunados ni en no vacunados; en cambio, sí han aparecido nuevos casos en los pueblos colindantes donde no se vacunó a la población.El hecho de que la revacunación no tenga efecto «booster», es decir no induzca una respuesta inmune «amplificada», no quiere decir que sea ineficaz y tampoco debe servir de excusa para no vacunar. De momento, no se ha demostrado que la revacunación produzca una respuesta inmune menor que la primovacunación y, por lo tanto, es lógico pensar que la revacunación da lugar a una producción de anticuerpos al menos igual a la primovacunación, como se demostró hace ya muchos años.8,9Nosotros, como pediatras, nos preguntamos: –por qué tienen que seguir enfermando los niños de nuestra comunidad, cuando existe un medio para prevenir esta enfermedad Sabemos que no es el medio más eficaz, pero es el único que está a nuestro alcance. Por este motivo, nos manifestamos en contra de quienes mantienen que sólo es preciso vacunar cuando las tasas de incidencia sean superiores a 10 casos/100.000 habitantes.En resumen, en los primeros meses de 1999 hemos detectado un nuevo aumento en la incidencia de enfermedad meningocócica por serogrupo C en nuestro medio, mayor aún que el registrado en los primeros meses de 1997. Es probable que en los próximos meses esa incidencia siga una curva ascendente, dadas las características epidemiológicas de la enfermedad y porque este año no se ha vacunado o revacunado a la población. Por lo que es preciso continuar con una estrecha vigilancia epidemiológica y, si se confirma esa curva ascendente, se deben tomar las medidas oportunas para cambiar esa tendencia. Consideramos entonces que la indicación de vacunar debe estar en relación con la tendencia ascendente de las tasas de incidencia más que con un número de casos preestablecido; no debemos olvidar que de esa decisión depende la salud de nuestra población infantil.Nota de los autores: En el momento de redactar el presente artículo, las vacunas conjugadas frente a meningoco C se encontraban en fase experimental y pasarán algunos meses hasta que estén disponibles en nuestro país, motivo por el cual no se citan en la discusión. Consideramos que en un futuro próximo el uso generalizado de la vacuna conjugada y su probable introducción en el calendario vacunal vendrá a confirmar nuestra opinión en el presente artículo.Bibliografía 1. Soult Rubio JA, Fernández López M, Muñoz Sáez M, Barrera SantaAna M, López Castilla JD, et al. «Aumento en la incidencia de enfermedad meningocócica por serogrupo C en la provincia de Sevilla», An Esp Pediatr 1997; 47:659-60.2. «Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Andalucía. Enfermedad meningocócica», SVEA 1999; 3(24).3. Pearce MC, Sheridan JW, Jones DM, Lawrence GW, Murphy DM, Massuti B, et al. «Control of group C meningococcal disease in australian aboriginal children by mass rifampicin chemoprophylaxis and vaccination», Lancet 1995; 346:20-23.4. Mitchell LA, Ochnio JJ, Glover C, Lee AY, Ho MK, Bell A. «Analysis of meningococcal serogroup C-specific antibody levels in British Columbian children and adolescents», J Infect Dis 1996; 173:1009-1013.5. 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