establecer la validez y aplicabilidad (utilidad) de la información obtenida. Para esto se han dictado cursos y publicado documentos de gran utilidad, que incluyen guías para que el lector crítico siga una orientación adecuada según sea el tipo de artículo que está analizando. Estas guías permiten hacer una primera selección para, en un segundo paso, entrar en el estudio más profundo de las comunicaciones científicas de interés.Como sea, lo esperable es que la incorporación de la metódica de la MBE sólo se produzca en forma importante en el desempeño médico en la medida en que forme parte del currículum de quienes están en la condición de alumnos y sea, por tanto, material exigible. Entretanto, para el médico en actividad el mantenerse al día y dentro del marco ético significará tomar una de dos opciones: o bien hace el esfuerzo por adquirir o perfeccionar las destrezas requeridas y estimula a sus colegas a practicar el análisis crítico colectivo regular en su lugar de trabajo (dado que la acción individual se estima sometida a mayor probabilidad de error), o bien reemplaza los principios tradicionales por otros , constituidos por las recomendaciones de publicaciones e instituciones que se han creado para predigerir el conocimiento y progreso biomédico según los nuevos principios ("nosotros lo hacemos por usted" ). En cierto modo, esto último encuentra fundamento en lo siguiente: la aplicación de los principios y reglas del análisis crítico alcanza el nivel mayor de profundidad cuando quien efectúa el análisis es experto en la materia analizada. Efectivamente, más allá de la aplicación de las respectivas pautas de estudio recomendadas hay amplio campo, no abarcado por éstas, donde se requiere experiencia en el tema para detectar falencias en la evidencia presentada. De esta manera se puede ver que hay un cierto retorno a la situación existente previamente. No era la idea, pero así está ocurriendo.Artículo relacionado Duffau G. «Medicina basada en evidencias: Aspectos del análisis crítico de la literatura biomédica», Rev Chil Pediatr 69:110-115, 1998.