al., 1984b) y el CCCRC (Connecticut Chemosensory Clinical Research Center, Cain, W. S., et. al. 1989). Este último es el que yo uso en mi práctica de atención e investigación de pacientes con alteraciones del olfato. Consta de dos partes: una primera o toma de umbrales y una segunda o identificación de olores, y se finaliza con la exploración del sentido químico común o evaluación trigeminal. Los exámenes complementarios también son evaluados y pueden ser análisis de laboratorio, tests de alergia, radiografías, tomografía computada o resonancia magnética nuclear, etc. En centros especializados realizan biobsias del epitelio olfatorio. En Argentina no hay mucha experiencia en este campo.Tratamiento u orientación terapéutica. Una vez establecido el diagnóstico y aclarada la causa de la afectación del sentido del olfato, se indica el procedimiento terapéutico a seguir, sea este médico o quirúrgico. En casos de anosmia o hiposmia de larga data sin solución total, se le brinda al paciente una información detallada de su padecimiento y se le instruye sobre los medios con que cuenta para hacer frente a los diversos obstáculos que puede encontrar. En otras palabras, se brindan nociones de rehabilitación o del empleo de elementos que minimicen los accidentes posibles (no advertir pérdidas de gas, no enterarse de un incendio hasta no ver las llamas, intoxicaciones con sustancias nocivas inhaladas, ingerir alimentos en mal estado) o situaciones como sentirse incómodo por sus propias emanaciones y el temor de oler mal (que puede llegar a aislarlo o presentar cuadros depresivos), perder peso al no alimentarse bien por la falta de gusto que le quita el placer de las comidas, entre otras. Se indica el uso de detectores de gas y de humo, rotular los alimentos, controlar las fechas de vencimiento de los productos perecederos, establecimiento de rutinas para el aseo personal o del hogar y mascotas, usar artificios visuales, darle mayor importancia a la textura, temperatura o el uso de condimentos o especias para realzar el aspecto y gusto de las comidas. La relación entre el olfato y el comportamiento, en general y a nivel sexual, está estrechamente ligado a las estructuras límbicas y paralímbicas y las feromonas: los pacientes anósmicos pueden verse afectados en su conducta sexual a diferentes niveles. Algunos se ven más afectados laboralmente y es el caso de los que usan el olfato para trabajar: perfumistas, químicos, catadores, cocineros, floristas, etc. Sin la connotación laboral, es importante señalar también que algunas actividades como pasatiempos o hobbies, tales como jardinería, arreglos florales, trabajos en cuero u otro elemento que tenga aroma, la cocina o la repostería, pierden lo hedónico y el disfrutarlos ya no es como antes. Siguiendo en esta línea cabe señalar el aspecto negativo en lo que respecta al placer de las vivencias cotidianas o familiares: el aroma de una buena comida o bebida, de plantas, flores o especias, perfumes; el no poder volver a sentir determinados olores inherentes a los afectos de personas, cosas o lugares. Se pueden seguir relatando muchas vivencias más, pero sería imposible nombrarlas todas dada su alta subjetividad. Conclusión. Esta revisión de los sentidos químicos, principalmente el olfato, persigue como fin que cuando un paciente refiere algún trastorno del mismo, hay que escucharlo y luego estudiarlo o derivarlo al profesional especializado en esta área para investigar con minuciosidad y paciencia la causa del trastorno, y poder orientar la conducta terapéutica. También es importante saber que estos trastornos existen, que estos sentidos existen aunque estén un poco relegados por sus «parientes» más famosos (la audición y la visión). Y que se puede brindar a los pacientes algunas veces una terapéutica plenamente exitosa con recuperación del déficit sensorial, generalmente cuando la causa es conductiva, y en otras un respaldo y contención explicando los detalles de su patología y las medidas de seguridad, dentro y fuera del hogar, para evitar accidentes o molestias. El objetivo mayor es no permitir que vaguen errantes de consultorio en consultorio o de profesional a profesional sin obtener respuestas adecuadas, y fundamentalmente poder brindarles una mejor calidad de vida, acorde con la gran transformación tecnológica y confort, propios de este nuevo milenio que comenzamos a transitar.Bibliografía. Cain, W.S., Testing olfaction in a clinical setting. Ear, Nose and Throat J., 1989; 68: 316-328.Cain, W.S., Gent, J.F., Goodspeed, R.B., Leonard, G. Evaluation of olfatory dysfunction in the Connecticut Chemosensory Clinical Research Center, Laryngoscope, 1988; 98: 83-88.Cometto-Muñiz,J.E., Cain,W.S. Perception of nasal pungency in smokers and nonsmokers. Physiol Behav. 1982; 29: 727-731.J. Enrique Cometto-Muñiz and William S. Cain. Influence of airborne contaminants on olfaction and the common chemical sense. Smell and Taste in Health and Disease, T.V. Getchell et. al. Raven Press, New York 1991. P. 765-78.Richard M. Costanzo and Nathan D. Zasler. 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