Los primeros parques públicos datan de tres mil años antes de Cristo, como los Jardines Colgantes de Babilonia, eran extensiones de tierra naturales de los palacios reales o grandes jardines de familias acaudaladas para el disfrute de las clases noble y alta; ya en la edad media muchas de estas tierras fueron cedidas a los Estados a cambio de exención de impuestos o situaciones similares. El primer parque público creado reconocido políticamente fue
en 1872 en los Estados Unidos; posteriormente fueron instaurados por los Estados a nivel mundial para recuperar espacios de la naturaleza dentro del urbanismo, con el fin de ofrecer un lugar de placer, disfrute, tranquilidad y libre del bullicio urbano. Hoy en día, son considerados espacios públicos, incluyentes
para usos diversos de la población y con el objetivo de incrementar la calidad de vida urbana, el ocio, la recreación y la salud de los pobladores.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) proyecta que para el año 2020 el número de personas de más de 60 años será superior al de niños menores de 5 años, lo que indica los grandes retos que enfrentaran los países dentro de sus sistemas sanitarios; platear estrategias con programas de educación, promoción de la salud y prevención de la enfermedad para mitigar las consecuencias de esta acelerada transición demográfica, debe ser un objetivo de las naciones dentro de sus planes de salud pública.
Las alteraciones en la postura y el equilibrio son trastornos que aparecen con el envejecimiento, cuando un adulto mayor las padece se convirte con el tiempo en un proceso crítico de la vida familiar. Para lograr un manejo intersectorial es necesario abordar estas problemáticas sociales no solo desde los sistemas de seguridad sanitaria, sino también desde los sistemas educativos y de las redes sociales de apoyo; abordar esta problemática en los espacios públicos para promover o contribuir al bienestar de los adultos mayores tiene una connotación social y humana especial.
La doctora Leiros y su grupo plantean una interesante estrategia de abordaje de una problemática que genera grandes gastos a los sistemas de salud: las caídas de los adultos mayores; enfocándose en mejorar el equilibrio con un programa de entrenamiento en espacios públicos como potencial recurso social. Se realizó con un grupo de 42 mujeres mayores de 65 años, evaluadas objetivamente mediante la Berg Balance Scale, un test de 14 tareas predeterminadas que cuantifica la capacidad o incapacidad de equilibrarse; el Timed Up & Go, utilizado para medir equilibrio estático y dinámico; el PAR-Q Questionnaire, para la prescripción del ejercicio; el Mini Mental Test, para los aspectos cognitivos, y el SF-12 Health Survey, para evaluar la calidad de vida. Esto indica que los investigadores han organizado un proceso de entrenamiento integral desde la condición física, mental y psicosocial, aspectos relevantes en las propuestas investigativas, para la resolución de problemas desde diferentes aspectos epistemológicos.
Diversa literatura científica manifiesta que la principal causa de pérdida del equilibrio en el adulto mayor se atribuye a los factores intrínsecos del individuo, como mareos, vértigo posicional paroxístico benigno, la enfermedad de Ménière, la hipofunción vestibular (unilateral o bilateral), el trastorno del laberinto vascular, trastorno metabólico del laberinto, problemas neurológicos, las patologías crónicas como la enfermedad de Parkinson, el accidente cerebrovascular, la esclerosis múltiple y los fármacos; como también, la debilidad muscular y las alteraciones visuales y auditivas.
Cualquiera de estas conlleva a aumentar la prevalencia del síndrome de fragilidad, causante de la mayor carga de discapacidad y mortalidad del adulto mayor, por la pérdida de inestabilidad postural y equilibrio en los ancianos. Existen cinco marcadores que pueden producir una inestabilidad postural, y por consiguiente la pérdida del equilibrio; los cuales son: el nivel de actividad física, la velocidad de la marcha, la pérdida de peso involuntaria, la fuerza de agarre manual y la escala de fatiga o agotamiento. Estos factores son modificables, se pueden entrenar, rehabilitar y optimizar con un proceso de rehabilitación manejado de forma intrahospitalaria o extrahospitalaria.
Utilizar nuevos recursos fuera del ámbito hospitalario ayuda a descongestionar los servicios de atención y reducir los gastos en los sistemas sanitarios. Es importante empezar a utilizar nuevas formas de rehabilitación, como por ejemplo la tecnología; las nuevas alternativas para el manejo de la pérdida del equilibrio en los pacientes adultos que tienen mayor riesgo de caída utilizan sistemas de realidad virtual o aumentada, siendo una “interfaz avanzada” para aplicaciones computacionales, que se caracteriza por la visualización y el movimiento en entornos tridimensionales en tiempo real con campos visuales dinámicos, a través de gafas de realidad virtual que realizan estimulación sensorial (visual, vestibular y somatosensorial).
Por último, también se pueden evaluar las respuestas posturales mediante posturografía, útil en el análisis de la inestabilidad corporal de las personas mayores y en la identificación del riesgo de caídas, que permite con una plataforma medir el área de estabilidad, el centro de presión corporal y la velocidad de oscilación con un escalograma que analiza el comportamiento postural mediante wavelets (ondas). Aunque estos últimos se utilizan en espacios cerrados e institucionales, se pueden incluir para aumentar la validez interna y externa de los estudios y ayudar a evitar así los posibles sesgos en la investigación.