Autor del informe
Marianela Federik
Docente-investigadora, Universidad Nacional de Lanús, Buenos Aires, Argentina
El síndrome metabólico (SM) es una de las complicaciones del exceso de peso más frecuentes y con mayor impacto para la salud, debido a que incrementa el riesgo de padecer alteraciones respiratorias (apnea del sueño, asma, hipoventilación), cardíacas (hipertrofia ventricular), endocrinas (adelanto puberal), problemas digestivos (colelitiasis, esteatosis hepática), ortopédicos, entre otras.
Según la
International Diabetes Federation, los criterios para diagnosticar SM en niños de 10 a 16 años, exigen siempre la presencia de obesidad abdominal (más de 90 cm de perímetro de cintura) y además la presencia de al menos dos de los siguientes parámetros: umbrales de triglicéridos elevados (150 mg/dl), HDL-colesterol (40 mg/dl) e hipertensión (130/85 mm Hg). A diferencia de los parámetros en adultos, no se establecen umbrales de HDL diferentes por
sexos.1
Como se describe en la entrevista “El síndrome metabólico como epidemia mundial”, los aportes realizados por el Dr. Filippini son de suma importancia para comprender esta patología. En el caso de la Argentina, en los últimos años se observa un aumento en la prevalencia de obesidad y sobrepeso tanto en niños y adolescentes como en adultos. Según el informe conjunto entre la Dirección Nacional de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades Crónicas No Transmisibles, y la Dirección Nacional de Maternidad, Infancia y Adolescencia, el análisis de los datos relevados en 2018 arroja que la malnutrición por exceso de peso es el problema más frecuente dentro de la población infantil y adolescente que se atiende en el sistema público. El sobrepeso afecta al 37 por ciento de los chicos de 10 a 19 años y crece a medida que aumenta la edad.2
En el caso de la población adulta, los resultados preliminares de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo 2018 arrojaron que más del 60% de la población adulta presenta sobrepeso, más del 40% tiene presión elevada y más del 30% tiene niveles alterados de colesterol en la sangre. Lo cual muestra un panorama sanitario preocupante para la Argentina, ya que nos encontramos ante la imperiosa necesidad de realizar acciones enfocadas en la prevención de las enfermedades crónicas no transmisibles.3 Para ello es primordial desarrollar programas de salud pública orientados a instalar hábitos saludables en los patrones alimentarios y de actividad física, contemplando principalmente a los grupos con mayor riesgo.
Como refiere el Dr. Filippini, siempre se deben promover las modificaciones del estilo de vida, mediante adecuación de la dieta, reducción de peso y realización de actividad física, ya que constituyen los principales pilares en el tratamiento de esta enfermedad. En este sentido, cabe destacar la alimentación como el principal factor para la prevención y tratamiento de este síndrome. Las recomendaciones nutricionales tienen como objetivo mejorar la sensibilidad a la insulina, prevenir o tratar las alteraciones metabólicas y contribuir al descenso de peso. En estudios epidemiológicos se ha observado que la elevada ingesta de azúcares refinados, alimentos con alto índice glucémico y de dietas con alta carga glucémica se asocian con la aparición de resistencia a la insulina, diabetes mellitus tipo 2, hipertrigliceridemia y bajo nivel de colesterol asociado a lipoproteínas de baja densidad. Además, se ha visto que el bajo consumo de grasas saturadas, a favor de ácidos grasos poliinsaturados y monoinsaturados, está implicado en una reducción de la incidencia de diabetes mellitus tipo 2 y dislipemia, aunque la evidencia todavía resulta controvertida. En el caso de la fibra dietética proveniente de cereales no refinados, esta ha sido beneficiosa en la reducción del riesgo de diabetes.
Las pautas nutricionales siempre deben ajustarse a la edad, al sexo y a la actividad física del paciente. Se sugiere incluir los macronutrientes en siguiente la proporción: 25% a 35% de grasas, 50% a 60% de carbohidratos y 15% a 20% de proteínas. Cuando se trata de niños en crecimiento la meta debe centrarse en que el niño no suba de peso, aunque no baje, ya que al aumentar la estatura, se producirá una reducción del índice de masa corporal.
Además, en la población infantil deben considerarse diversos factores que intervienen en el incremento de la prevalencia de obesidad y los trastornos metabólicos, entre ellos, el tipo de alimentación que realizó la madre durante la gestación, si la madre padeció diabetes gestacional, ser hijo de madre diabética u obesa, el bajo peso de nacimiento, el inicio de la alimentación complementaria temprana, la alimentación con leches industrializadas en los primeros seis meses de edad, entre otros.
La interrelación entre los diferentes factores socioambientales desempeña un papel fundamental, ya que son determinantes de la etiología del síndrome metabólico, por lo que deben contemplarse en la elección del tratamiento a seguir.
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