Dada su altísima prevalencia, la adicción a la nicotina es un importante problema de salud pública. Si bien su prevalencia es difícil de determinar con precisión, se estima que un tercio de la población adulta mundial fuma tabaco. Las dificultades para lograr la cesación del tabaquismo son ampliamente destacadas en la literatura especializada y reconocidas por los profesionales de la salud que la abordan. Atento a ello, resulta de particular interés conocer las opciones terapéuticas disponibles actualmente y el informe de R. C. Jiloha, titulado Pharmacotherapy of smoking cessation (Indian Journal of Psychiatry 56[1]:87-95, 2014) es un valioso aporte en este sentido, específicamente, en cuanto a terapéuticas farmacológicas.
La adicción a la nicotina puede ser caracterizada, en buena medida, como una adicción aceptada o
naturalizada socialmente y que, en muchos casos, no es reconocida como tal en el imaginario social. Por una parte, ello la distingue de adicciones a otros tipos de sustancias (por ejemplo: cocaína, pasta base, marihuana, éxtasis, etcétera.) que son reconocidas como tales y rechazadas socialmente. Por otra, esa característica distintiva de la adicción a la nicotina la hace, en cierto modo, comparable a la adicción al alcohol. Sin embargo, en el caso de la nicotina sucede además que es una adicción en la cual, quien la padece, no muestra los efectos visibles e indeseables de la intoxicación con alcohol, tales como los estados de intoxicación o ebriedad y de “resaca”, los que pueden derivar por ejemplo en ausentismo laboral y esto, a su vez, en la pérdida del trabajo. Siguiendo con este ejemplo, al contrario de lo que puede suceder con la adicción al alcohol, la adicción a la nicotina usualmente no requiere ser ocultada en el lugar de trabajo e incluso puede llegar a ser compartida con otros allí.
Las dificultades para lograr la cesación del hábito de fumar pueden ser atribuidas, en parte, a la mencionada naturalización social de esta problemática de salud. Además, las dificultades para lograr el abandono del hábito son debidas a aspectos que hacen a que se la defina como adicción propiamente. Estos son, que la nicotina en el humo del tabaco causa cambios fisiopatológicos en el cuerpo del fumador y desarrolla tolerancia a su propia acción con el uso repetido, además de actuar activando mecanismos cerebrales de recompensa y refuerzo. En este sentido, la nicotina puede considerarse una droga con potencial adictivo elevado que genera dependencia. Otros aspectos que suman dificultades son el temor a padecer efectos indeseados producto de la cesación del hábito, tales como aumento de peso y depresión, entre otros posibles.
Cualquier tratamiento farmacológico destinado a la cesación tabáquica debería cumplir con los requerimientos de bloquear el efecto de reforzamiento positivo que genera la nicotina a nivel central, a la vez que reducir y, si fuese posible, prevenir la aparicición de síntomas de abstinencia, y todo ello, sin producir efectos adversos no deseados, o bien, reduciéndolos al mínimo posible.
Entre las estrategias terapéuticas actualmente disponibles, que cumplen buena parte de los mencionados requerimientos, y que son señaladas como primera línea de tratamiento, el citado estudio menciona las terapias de reemplazo con nicotina. Existe una amplia variedad de opciones en este tipo de terapia, como las inyecciones de nicotina, la goma de mascar con nicotina, la nicotina en pastillas, los parches transdérmicos de nicotina, la nicotina en gel, aerosoles, y nicotina en comprimidos sublinguales. Entre los aspectos negativos o desventajosos de estas terapias de reemplazo con nicotina se deben tener en cuenta los siguientes: 1) que todas pueden provocar algún tipo de efectos adversos (entre los más comunes se cuentan: taquicardia, palpitaciones, náuseas, vómitos, mareos, debilidad); 2) que hasta la fecha no se delimitó la duración apropiada para estas terapias; 3) que hay limitaciones para su administración en determinados grupos poblacionales, tales como embarazadas, menores de 18 años, personas con enfermedades cardíacas, con infarto de miocardio reciente, hipertensión arterial, úlcera gástrica, tratamiento con insulina y antidepresivos.
Otra estrategia terapéutica actualmente disponible, que también es señalada como primera línea de tratamiento, es el bupropión. En cuanto a los fármacos señalados como segunda línea de tratamiento, se encuentran la clonidina, la nortriptilina, la vareniclina, la mecamilamina, la naltrexona, ansiolíticos tales como las benzodiazepinas, y nuevos agentes como la vacuna NicVAX. Como sucede con las estrategias señaladas como primera línea de tratamiento, a estas de segunda línea también se aplican muchos de los aspectos ya señalados como negativos o desventajosos, los cuales significan limitaciones en cuanto a su eficacia. Además, en el caso de algunas de estas opciones se debe señalar el hecho de que los datos sobre su eficacia son limitados, no obstante lo cual se considera que, en todo caso, pueden ser de utilidad para brindar alivio sintomático en presencia de abstinencia.
Los alcances y potencialidades de muchas de las estrategias terapéuticas mencionadas en el citado estudio no se conocen aún en profundidad ni exhaustivamente, por lo que es necesario avanzar con estudios científicos en este sentido. No obstante ello, son actualmente, de inestimable valor. Cabe destacar que la eficacia de las terapéuticas farmacológicas mencionadas aquí puede ser potenciada al aplicarse en combinación con estrategias terapéuticas psicológicas en general y, muy especialmente, de orientación cognitiva conductual, las cuales han demostrado su eficacia en el tratamiento de este tipo de adicciones.
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