Red Científica Iberoamericana

LA RESISTENCIA PSICOLÓGICA AL USO DE INSULINA EN VENEZUELA

Mariela Paoli1,Raul García Santiago2,María Verónica Avendaño3,Merlys Lobo4 y Juan Pablo González Rivas5
1Médico, Adjunto, Servicio De Endocrinología, Universidad De Los Andes. Mérida, Estado Mérida, Venezuela
2Médico, Adjunto, Centro Diagnóstico Los Andes. San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela
3Médico, Adjunto, Hospital Universitario De Los Andes. Mérida, Estado Mérida, Venezuela
4Médico, Estudiante, Universidad Del Zulia. Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela
5Médico, Director, Clínica De Estudios Cardiometabólicos Los Andes, Mérida, Venezuela

Mérida, Venezuela (SIIC)

En Venezuela, un tercio de los sujetos evaluados con diabetes mellitus tipo 2 libres de insulina no están dispuestos a usarla si su médico se la prescribe. Este fenómeno, denominado resistencia psicológica al uso de insulina, está relacionado con la presencia de creencias negativas hacia la insulina.

Se estima que en 2015 más de 420 millones de sujetos padecen diabetes mellitus,1 y más de 300 millones cursan con prediabetes.2 Entre el 90% y 95% de estos sujetos tienen diabetes mellitus tipo 2 (DBT2). Este tipo de diabetes se caracteriza por un estado de resistencia periférica a la insulina y deterioro progresivo en su secreción. La mayoría de los pacientes con DBT2 requerirán, a lo largo de su vida, utilizar tratamiento con insulina para controlar los valores de glucemia. Sin embargo, existe un retraso en el inicio del tratamiento con insulina que determina estados de hiperglucemia crónicos que son deletéreos para los pacientes. Este retraso suele estar condicionado por dos factores, las barreras de los médicos para indicar tratamiento con insulina y la resistencia de los pacientes para usarla. Este último fenómeno es conocido como resistencia psicológica al uso de insulina (RPI). Diferentes herramientas han sido desarrolladas para determinar la frecuencia de RPI. Polonsky y colaboradores,3 presentaron el estudio más extenso llevado a cabo para el momento, evaluando sujetos con DBT2 libres de tratamiento con insulina en ocho países occidentales, y encontraron un amplio margen de resistencia, desde el 6% en España hasta el 37% en Italia.

En Latinoamérica no contamos con datos sobre la frecuencia de RPI, por lo que, basados en la encuesta mencionada, evaluamos 254 pacientes con DBT2 provenientes de diversas regiones de Venezuela para determinar la frecuencia de RPI.4 A los individuos se les preguntó: “Si su doctor le recomienda iniciar tratamiento con insulina, ¿qué tan dispuesto estaría a iniciarlo?”, con las siguientes opciones de respuesta: “nada dispuesto”; “no muy dispuesto”; “moderadamente dispuesto” o “muy dispuesto”. Posteriormente, estas variables fueron categorizadas en tres grupos: “no dispuestos” (RPI) para los nada dispuestos; “ambivalentes” para los no muy dispuestos, y “dispuestos”, para las opciones “moderadamente dispuesto” y “muy dispuesto”. Además, se los interrogó acerca de sus creencias hacia la insulina y su tratamiento actual, caracterizadas en positivas y negativas. Se encontró que 83 personas (32.7%) no estaban dispuestas a iniciar tratamiento con insulina si su médico se la prescribe. Estos sujetos con RPI mostraron mayores creencias negativas hacia la insulina y a su tratamiento actual, y menor cantidad de creencias positivas que aquellos que señalaron estar dispuestos a iniciar la terapia con insulina. La frecuencia de creencias negativas estuvo presente en el 75.3% de los sujetos con RPI, mientras que solo se observó en el 17.4% de los individuos dispuestos. El poseer creencias negativas hacia la insulina incrementó 14 veces la posibilidad de presentar RPI. Inversamente, las creencias positivas hacia la insulina solo se observaron en el 24.7% de los individuos con RPI y en el 82.6% de las personas dispuestas. La creencia negativa que incrementó más el riesgo de cursar con RPI fue sentir que el tratamiento con insulina es un “fracaso personal”. El miedo a inyectarse estuvo presente en el 67.5% de los sujetos con RPI, en comparación con solo el 20.3% de los individuos dispuestos. Por su parte, la creencia positiva más relacionada con los participantes dispuestos fue que la insulina “lo ayudará a sentirse mejor”. Además, tener un nivel educativo menor del universitario incrementó cuatro veces las posibilidades de presentar RPI, en comparación con los individuos dispuestos.

Mediante este estudio se pudo observar que un gran porcentaje de sujetos con DBT2 en Venezuela no están dispuestos a aplicarse insulina si su médico se la prescribe. Este aspecto señala la necesidad de intervenciones educacionales que mejoren las creencias hacia la terapia con insulina, haciendo entender que el tratamiento con insulina forma parte de la historia natural de la enfermedad. Además de las intervenciones educacionales, el uso de insulinas de larga acción, así como el de nuevos dispositivos para su administración (pen) y el empleo de agujas más pequeñas, mejora la adhesión de los pacientes, reduce el miedo de inyección y minimiza los efectos secundarios asociados con la insulina.4,5
Es necesario extender este tipo de investigaciones al resto de América Latina, evaluando no solamente la RPI, sino también la inercia clínica del médico para prescribirla.





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