METODOLOGÍA DE ESTUDIO DE CONTACTOS DE PACIENTES CON TUBERCULOSIS
Pilar Toledano Sierra1 y Ramón Orueta Sánchez2
1Médico de Familia, Centro de Salud "Sillería", Toledo, España
2Médico de Familia, Centro de Salud "Sillería", Toledo, España
Toledo, España (SIIC)
Los resultados obtenidos en nuestra serie realizada en el Area de Salud de Toledo (España), siguiendo las recomendaciones internacionales al respecto, permiten constatar la importancia del estudio de contactos de los pacientes con tuberculosis con tasas elevadas de los mismos que requieren de quimioprofilaxis primaria o secundaria.
La tuberculosis es una enfermedad infecciosa ocasionada principalmente por Mycobacterium tuberculosis, y que supone desde hace varios siglos un importante problema de salud pública a nivel mundial motivado por sus elevadas tasas de incidencia y prevalencia, por los importantes datos de morbilidad y mortalidad que le acompañan y por las elevadas tasas de transmisión que presenta.
Las distintas recomendaciones existentes a nivel internacional relativas a las estrategias fundamentales a implementar para el control de la tuberculosis incluyen, de forma prioritaria, el rápido estudio de las personas que se presume padecen el cuadro, con el objetivo de un diagnóstico precoz de los casos, la instauración de un tratamiento adecuado en ellos lo más precozmente posible y, situado al mismo nivel de prioridad, el estudio sistemático de los contactos de dichos pacientes y la instauración de tratamiento preventivo en aquellos contactos que lo requieran, con el objetivo intermedio de cortar la cadena epidemiológica de transmisión de la enfermedad y con el objetivo final de erradicar dicho proceso.
La necesidad y utilidad del estudio de los contactos está determinada tanto por el diagnóstico precoz y el tratamiento de los casos de enfermedad tuberculosa secundarios detectados a través de dicha intervención, como por el tratamiento preventivo en personas con infección tuberculosa latente (según distintas series publicadas al respecto, un 5% a un 10% de ellas manifestarían la enfermedad tuberculosa si no se actuara de forma preventiva mediante la denominada quimioprofilaxis secundaria) y en individuos con factores de riesgo (principalmente menores de 35 años y, con independencia de su edad, inmunodeprimidos y contactos íntimos en situación de microepidemia) sin infección, por medio de quimioprofilaxis primaria, de acuerdo con lo establecido por las recomendaciones actualmente en vigor. Estas últimas están avaladas por distintas instituciones y organizaciones internacionales (Organización Mundial de la Salud, Centers for Disease Control and Prevention, International Union Against Tuberculosis and Lung Disease, entre otras) y se ven apoyadas por la existencia de diferentes estudios publicados que han demostrado su eficacia y su rentabilidad.
Los medios necesarios para realizar dicho estudio de contactos (historia clínica, exploración física, prueba cutánea de tuberculina y, en los casos necesarios, radiografía de tórax) y el tratamiento farmacológico empleado como primera opción terapéutica, tanto en la quimiprofilaxis primaria como en la secundaria (isoniacida), son sencillos, baratos y generalmente accesibles, y la estrategia de estudio denominada en círculos concéntricos es la considerada adecuada para este tipo de intervenciones.
Nuestra experiencia, una revisión de los datos obtenidos a través de un programa de estudio de los contactos de pacientes con tuberculosis en el Area de Salud de Toledo (España), ayuda a poner de manifiesto varios aspectos de interés sobre el tema que, creemos, merecen algún comentario.
En primer lugar, la localización pulmonar de la tuberculosis y su condición de pacientes bacilíferos en los casos, junto con la intensidad del contacto, son factores de riesgo destacados para su transmisión a los contactos. El alto porcentaje de casos (78.4%) y su condición de bacilíferos -cerca de la mitad de ellos- encontrada en nuestra serie, unido a la existencia de un porcentaje elevado de contacto intenso (43.8% de contacto íntimo que se suma a un 22.4% de contacto diario), la convierten en una población tuberculosa de alta contagiosidad. Dado que estos datos no difieren de manera significativa de aquellos obtenidos por otros estudios publicados, podemos afirmar que, en general, a nivel poblacional la tuberculosis presenta alto riego de contagiosidad.
En segundo lugar, la información obtenida en nuestra investigación en relación con los contactos que precisaron algún tipo de actuación tras el estudio pertinente permite constatar el alto porcentaje de contactos que se benefició con el programa: de un total de 419 contactos estudiados (con una media de 3.6 contactos analizados por cada caso de tuberculosis detectado), un 42.5% de estos necesitaron quimioprofilaxis primaria por presentar algún factor de riesgo pero sin evidencia de infección, un 11% precisó de la instauración de quimioprofilaxis secundaria por presentar enfermedad tuberculosa latente y un 1% pasó a estudio de enfermedad tuberculosa. Estas cifras, aunque importantes, son incluso algo inferiores a las encontradas en otras investigaciones al respecto, y por ello, junto a las evidencias ya comentadas de la eficacia de dicha intervención, se puede afirmar la relevancia de este tipo de actuaciones.
Como tercer y último aspecto a comentar se menciona la importancia de, una vez iniciado el estudio de los contactos, la necesidad de completar éste por medio del cumplimiento del posible tratamiento preventivo prescrito y de un período de seguimiento establecido de forma individual en función de su situación personal. En nuestra serie existió un porcentaje bajo de pérdidas (1.7%) que no completaron el programa, cifra inferior a la encontrada en otras series. Mantener tasas elevadas de adhesión a la intervención elevadas, reduciendo al mínimo las pérdidas en el estudio, al tratamiento y al seguimiento de los contactos es esencial para mantener la eficacia, la efectividad y eficiencia de este tipo de intervenciones.