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Desde que comenzó la pandemia de coronavirus, ha habido un aumento significativo en la proporción de embarazos que terminan en mortinatos, dado que las mujeres embarazadas han recibido menos atención de la que necesitan debido a las restricciones de encierro y las interrupciones en la atención médica, descuidando las complicaciones que pueden llevar a la muerte fetal. En otras palabras, este aumento involuntario de mortinatos se produjo al intentar proteger a las embarazadas de la enfermedad por coronavirus-2 (COVID-19).
El estudio más grande para reportar un aumento en la tasa de muerte fetal, sobre la base de datos de más de 20 000 mujeres que dieron a luz en 9 hospitales en todo Nepal, fue publicado en la revista The Lancet, en agosto. A saber, este reveló que el número de mortinatos se acrecentó de 14 por cada 1000 nacimientos antes de que el país se bloqueara para detener la propagación del coronavirus a fines de marzo, a 21 por cada 1000 nacimientos para fines de mayo, lo que representa un aumento del 50%. El incremento más pronunciado se observó durante las primeras cuatro semanas del encierro, en virtud del cual se permitió a las personas salir de sus hogares solo para comprar alimentos y recibir atención básica.
Al contrario, el estudio dirigido por Ashish KC, epidemiólogo perinatal de la Universidad de Uppsala, Suecia, y sus colegas, exhibió que, aunque la tasa de mortinatos aumentó, el número total no varió durante la pandemia. Esto puede explicarse por el hecho de que los nacimientos en hospitales se redujeron a la mitad, con datos que evidencian una merma de un promedio de 1261 nacimientos por semana antes del cierre causado por la pandemia a 651 después. No obstante, hubo una mayor proporción de partos complicados en los hospitales durante el confinamiento, que no se atribuye a las infecciones causadas por la COVID-19, sino a cómo la pandemia ha afectado el acceso a la atención prenatal de rutina, sin tener en cuenta las complicaciones de las gestantes. En efecto, es posible que las mujeres embarazadas no hayan podido viajar a los centros de salud por falta de transporte público; en algunos casos, se informó que se cancelaron las citas prenatales. Por otro lado, algunas embarazadas pudieron haber evitado los hospitales por temor a contraer el síndrome respiratorio agudo grave causado por el coronavirus-2 (SARS-CoV-2), o haber tenido consultas por teléfono o internet subóptimas.
Por otro lado, los datos de nacimiento de un gran hospital de Londres mostraron una tendencia similar. En julio, Asma Khalil, una obstetra de la Universidad de Londres, St George, demostró un aumento de casi cuatro veces en la incidencia de mortinatos en el Hospital St George de 2.38 por cada 1000 nacimientos entre octubre del año 2019 y finales de enero de este año, a 9.31 por cada 1.000 nacimientos entre febrero y mediados junio del año 2020. Así pues se genera un daño colateral durante la pandemia por causa del encierro, en el cual las mujeres embarazadas pudieron haber desarrollado complicaciones que no fueron diagnosticadas en su momento y pudieron haber dudado en acudir al hospital y, por lo tanto, los médicos solo las atendieron cuando una complicación ya estaba avanzada.
Asimismo, en 4 hospitales de la India también se destacó un aumento en la tasa de mortinatos durante el cierre del país, puesto que menos mujeres tuvieron a sus bebés en los hospitales. Del mismo modo, las derivaciones de mujeres que requieren atención de emergencia durante el embarazo, también se redujeron en dos tercios. Esto sugiere que se estaban produciendo más partos sin supervisión, en el hogar. Igualmente, Escocia, uno de los pocos países que recopila datos sobre mortinatos y muertes infantiles mensualmente, también ha detectado un incremento en la tasa de mortinatos durante los meses de la pandemia.
Ciertamente, cuando se produjo la pandemia, los organismos profesionales de los proveedores de servicios de salud materna recomendaron que algunas consultas personales fueran sustituidas por citas remotas para proteger a las mujeres del coronavirus. Sin embargo, los trabajadores de la salud no pueden tomar la presión arterial de una persona, escuchar los latidos del corazón del feto o hacer una ecografía de forma remota, por esa razón es posible que se hayan omitido los embarazos de alto riesgo, particularmente entre las madres primerizas que tienen menos probabilidades de saber cómo se siente una anomalía. Para instar, el Hospital de St George informó de una reducción en el número de mujeres embarazadas que presentaban presión arterial alta durante el confinamiento del Reino Unido, lo que sugiere que esos casos de hipertensión no fueron detectados ni tratados, y la hipertensión arterial no detectada en el embarazo es un factor de riesgo de muerte fetal.
Si bien la fuerza laboral de salud materna ha pivotado para trabajar en la primera línea de la COVID-19, y los servicios de atención prenatal han reducido el contacto cara a cara con mujeres embarazadas, la pandemia no es el momento de reducir los servicios de salud materna y neonatal. Se sabe de manera anecdótica que las embarazadas que llegan tarde a la consulta con movimientos fetales reducidos, lo que puede deberse a la confusión sobre si estas citas médicas cuentan como esenciales o por el miedo que sienten a ir a un hospital. Sin embargo, las razones detrás de este aumento en la tasa de mortinatos necesitan una mayor exploración.
En conclusión, para comprender todos los efectos de la pandemia en los embarazos, los estudios futuros deberán utilizar datos a nivel de la población para evaluar los resultados en las madres que optaron por no ir al hospital y dieron a luz en sus casas o en instituciones más pequeñas durante el confinamiento por la COVID-19.
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