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Introducción y objetivos
Durante la pandemia de la enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19), varios organismos sanitarios de referencia (CDC, OMS, entre otros) han registrado el impacto de la pandemia sobre la salud mental. Se sostiene que este deterioro de la salud mental está relacionado, en parte, con las estrategias de mitigación de la pandemia (aislamiento, trabajo domiciliario, restricción de actividades sociales, etc.), y en parte con otros factores de estrés durante la COVID-19.
La COVID Stress Scale (CSS) es un constructo multicultural diseñado alrededor de dominios como el miedo al peligro, el temor a la contaminación, la preocupación por las consecuencias socioeconómicas, la xenofobia, los síntomas de estrés traumático y la búsqueda de apoyo y contención. El estrés de la COVID-19 también se ha asociado con la compra compulsiva por pánico a la escasez, la fobia a los lugares públicos, el afrontamiento maladaptativo y el grado de aceptación de las recomendaciones de salud pública.
Si bien muchas personas han mostrado capacidad de resiliencia ante los factores de estrés de la COVID-19, una minoría sustancial ha sido significativamente afectada. Datos de Canadá y de Estados Unidos han informado estrés entre moderado y grave en el 40% de la población general, y estrés grave y discapacitante en el 13%. Existe evidencia de que los factores de estrés de la COVID-19 impactan más en las personas con trastornos preexistentes de salud mental, como trastornos de ansiedad (TA), trastornos del estado de ánimo (TEA), trastorno de estrés postraumático y trastorno obsesivo-compulsivo.
Si bien un número creciente de investigaciones han examinado el impacto de la COVID-19 sobre los TA, no ha sido cabalmente investigado si los factores de estrés tienen una estructura estable (invariancia estructural), independiente del estado clínico, o, por el contrario, si los niveles de estrés varían en los distintos TA.
Los objetivos del presente estudio fueron: a) evaluar la invariancia estructural de los factores de estrés de la COVID-19 en diferentes situaciones clínicas; b) aplicar la escala CSS a individuos con diagnósticos específicos de TA, y compararlos con personas con TEA y con grupos de la comunidad, y c) analizar si las manifestaciones de estrés por COVID-19 variaron entre la primera ola (2020) y la tercera ola (2021). Para realizar estos objetivos, los autores llevaron a cabo un análisis factorial confirmatorio (AFC) multigrupal para evaluar la invariancia estructural de la escala CSS, con datos tomados durante la tercera ola de la pandemia COVID-19 en Canadá y Estados Unidos.
Participantes y métodos
A partir de los participantes del COVID Stress Study, se recolectaron los datos a través de un cuestionario de autoinforme en línea. Se utilizaron los registros de 2 muestras independientes, una de ellas (muestra 1) obtenida al inicio de la pandemia (marzo-abril 2020), y otra (muestra 2) obtenida al final de la tercera ola de COVID-19 (marzo-mayo 2021). El protocolo fue aprobado por un comité universitario de ética de la investigación, y los participantes firmaron un consentimiento informado.
La muestra 1 estuvo compuesta por 6854 adultos de entre 18 y 94 años de edad (media = 49.8 años; desviación estándar = 16.2 años). La muestra 2 incluía 5812 adultos (edad: 49.3 ± 17.1 años). Los participantes autoinformaron si habían recibido diagnóstico de enfermedad mental en el año previo, y completaron los cuestionarios de interés. En la muestra 1, un total de 1227 participantes (12.8%) señalaron haber recibido un diagnóstico de trastorno de salud mental (TA: 649, TEA: 226). En la muestra 2, lo informaron 1411 (19.1%) de los participantes (TA: 657, TEA: 454).
La CSS fue diseñada para estimar el grado de estrés relacionado con la COVID-19 en un período cercano. Está compuesta por 5 subescalas que investigan diversos dominios: 1) temor al peligro de contaminación (subescala DAN); 2) temor a las consecuencias socioeconómicas (subescala SEC); 3) xenofobia (subescala XEN); 4) control compulsivo y búsqueda compulsiva de contención subescala CHE); 5) síntomas de estrés traumático subescala TSS). Puntajes altos indican mayor grado de estrés por COVID-19.
El Patient Health Questionnaire 4-Item (PHQ-4) fue utilizado en la muestra 1 para registrar síntomas de ansiedad o de depresión, en una escala Likert de 4 puntos. En la muestra 2 se utilizó el cuestionario PHQ-9 y la Generalized Anxiety Disorder Scale 7-Item (GAD-7).
La consistencia interna de las respuestas fue evaluada con la omega de McDonald. Para la evaluación de la discapacidad funcional de la última semana en el ámbito laboral, en el aprendizaje, en la vida social y en la recreación se utilizó la COVID-19 Disability Scale (CDS), en la que un mayor puntaje indica mayor compromiso funcional.
Se llevaron a cabo múltiples AFC para evaluar la invariancia estructural de la CSS en los grupos de estudio. La bondad de ajuste fue determinada con el método del error de aproximación de la raíz cuadrada, con los cuadrados estandarizados residuales y con el índice de ajuste comparativo. Las correlaciones fueron evaluadas con los índices de Cohen.
Las diferencias entre los grupos fueron calculadas en forma independiente con ANOVA para variables continuas, y con la prueba de chi al cuadrado para las variables discretas. Debido a las múltiples comparaciones, el nivel alfa de significación fue fijado en 0.01 para disminuir el error tipo II.
Resultados
Después de recibidas las respuestas, la muestra 1 quedó constituida por 1175 participantes y la muestra 2 por 1411 participantes. La muestra 1 estuvo formada principalmente por mujeres (60.4%), de etnia blanca (73.6%), con edad de 43.5 ± 14.7 años; la mayoría de los participantes tenían educación universitaria (75.1%) y empleo a tiempo completo o parcial (57.0%). La muestra 2 tuvo mayoría de participantes mujeres (65.1%), de etnia blanca (68.8%), con edad de 44.3 ± 16.3 años; el 78.3% informó educación universitaria y el 56.8% tenía empleo a tiempo completo o parcial.
Los grupos de la muestra 1 y de la muestra 2 difirieron significativamente en el grado de ansiedad (p < 0.001) y en el de depresión (p < 0.001) por el cuestionario PHQ-4. Los participantes con TA y con TEA señalaron niveles significativamente más altos de ansiedad que los participantes sin trastornos de salud mental; los participantes con diagnóstico previo de TA tuvieron niveles más elevados de ansiedad que los participantes con TEA (p < 0.001). Los participantes con TA y con TEA informaron niveles significativamente más altos de depresión que aquellos sin trastorno previo de salud mental (p < 0.001), sin diferencia significativa entre ellos. En la muestra 2, tanto los participantes con TA como aquellos con TEA (excepto el trastorno obsesivo-compulsivo) comunicaron niveles significativamente más altos de alteraciones funcionales relacionadas con la COVID-19, en comparación con los participantes sin trastornos de salud mental (p < 0.001).
El análisis post hoc determinó que, en ambas muestras, el grupo con trastornos de pánico informó un grado de estrés significativamente mayor que los pacientes con TEA o con TA generalizada, y que el grupo sin trastorno de salud mental.
La consistencia de los datos por la omega de McDonald fue excelente para la muestra 1 (omega = 0.96) y para la muestra 2 (0.97). Los AFC de la CSS indicaron una adecuada bondad de ajuste, tanto en los grupos con TA, en los grupos con TEA y en aquellos sin trastornos de salud mental, lo que los autores interpretan como invariancia factorial.
Discusión y conclusiones
Este estudio fue diseñado para determinar si la CSS tenía una estructura congruente en todo el espectro de diagnósticos clínicos, y para comparar los puntajes de la CSS en los individuos con TA, con TEA y sin trastornos de salud mental, en 2 momentos temporales de la pandemia de COVID-19 en Estados Unidos y en Canadá. Los AFC indicaron que el modelo tenía una bondad de ajuste excelente.
Los individuos con diagnósticos de TA y de TEA previos señalaron niveles mayores de ansiedad y de depresión en el transcurso de la pandemia, en comparación con aquellos sin trastornos previos de salud mental. Las personas con TA comunicaron mayor grado de estrés relacionado con la COVID-19 que las personas sin trastorno de salud mental. Este último hallazgo fue más pronunciado en la muestra 1 (primera ola pandémica), lo que para los autores sugiere cierto grado de estabilización en las respuestas al estrés de la COVID-19, más notorias al inicio de la pandemia y más atenuadas con el transcurso del tiempo. Los individuos con trastorno de pánico experimentaron mayor nivel de estrés que aquellos con TEA y que aquellos sanos.
Los autores mencionan algunas limitaciones del estudio: i) datos transversales, obtenidos de 2 muestras diferentes separadas en el tiempo; ii) datos obtenidos mediante autoinformes; iii) no fue registrada la comorbilidad de los participantes.
En conclusión, la CSS es una herramienta polifacética adecuada para evaluar el estrés relacionado con la COVID-19.
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