Autor del comentario
Iris Schapira
Terapeuta, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, Argentina
La Dra. Irene Kremer, en su artículo El Neurodesarrollo en la Infancia y la Importancia de la Comprensión Nominal en el Diagnóstico, plantea que es una revisión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5).
Realiza la discusión del DSM-5 con una posición crítica y honesta, respeta los resultados sin alterarlos ni distorsionar la veracidad en función de otros intereses.
Hay escasas publicaciones en castellano de comentarios sobre el primer capítulo “Trastornos del neurodesarrollo” del DSM-5.
Realiza una introducción
muy buena y completa, comparando y contrastando con fuertes
evidencias, diferencias o coincidencias, debilidades (limitaciones) y fortalezas (aportes) del estudio, analiza y explica resultados, conclusiones y recomendaciones para aplicar en la práctica, como fruto de nuevos conocimientos.
Los paradigmas actuales sobre el desarrollo humano incluyen bases neurobiológicas e intersubjetivas emergentes,
requeridas para comprender e intervenir en problemáticas del recién nacido y del niño pequeño.
Advierte que la denominación vigente del DSM-5 adopta una postura teórica exclusivamente biológica, y aunque es definido como ateórico, invisibiliza aspectos fundamentales del desarrollo humano vinculados con la intersubjetividad.
La autora efectúa una revisión de distintos paradigmas que subyacen en los conceptos de salud/enfermedad mental, considerando variables intervinientes en el ND:
-epigenética (su programación puede alterarse por diversas condiciones ambientales y ciertos caracteres adquiridos que pueden trasmitirse a la descendencia y que son potencialmente reversibles);
-lo recursivo (capacidad de visualizar la mente desde sus bases biológicas y marcas de la intersubjetividad).
Demuestra con numerosos trabajos y evidencias que los fenómenos mentales se inician al compartirlos con otros y por las experiencias intersubjetivas tempranas.
El DSM-5 se entronca en el modelo médico categorial de enfermedad, que presenta muchas limitaciones en la práctica clínica; etiquetar los problemas del paciente es solo un paso en el proceso terapéutico.
Contar con diagnósticos clínicos válidos y fiables es esencial para predecir el curso del trastorno; enfocar adecuadamente el tratamiento; evaluar los resultados de las terapias, tasas de prevalencia; planificar servicios asistenciales; identificar correctamente a los pacientes; realizar investigaciones clínicas, etc., ya que deben emplearse los que cuenten con pruebas científicas y sean de utilidad clínica. Es importante comprender comportamientos diferentes y su diversidad cultural, además de que el sufrimiento es inherente a la vida.
Ninguna conducta, sentimiento o actividad, puede calificarse de patológico o atípico sin examinar su utilidad adaptativa/ estratégica y su contexto. Crear más etiquetas diagnósticas para describir comportamientos específicos conduce a que un paciente tenga muchos rótulos, sin poder conectar los diagnósticos con las causas, lo que lleva a un callejón sin salida. Un reto a futuro es integrar el sistema categorial, basado en la clínica y el enfoque multidimensional, que pueden potenciarse en el futuro con nuevos marcadores psicológicos y/o biológicos, neuroimágenes, evaluaciones, estudios de laboratorio, epidemiológicos, genéticos, etc.
El presente artículo es sólido en cuanto a su carácter descriptivo y crítico; la autora realiza una discusión muy buena, en la que no se desvía de su objetivo central: cómo el actual acervo de conocimiento sobre medidas e indicadores sobre ND es insuficiente para ser aplicado, validando el papel de esta herramienta y las acciones para mejorarla.
No presenta resultados pues es un trabajo de comentarios, de discusión, hay casos clínicos que ejemplifican el contenido crítico al DSM-5; es de gran originalidad y calidad técnica; muy clara la presentación y la profundidad en el debate propuesto.
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