CHARLAS DE DIVULGACION CIENTIFICA POR LA RADIO ARGENTINA, EN LA DECADA DE 1950

No es lo mismo «morirse de miedo» que «morir por miedo»

De Confidencias de un médico, por el doctor S. P. Ed. Ministerio de Salud Pública, Argentina, Buenos Aires: 1952.

   
   

Brindamos aquí una muestra de la temática abordada por un no identificado funcionario médico argentino, a través de la radiofonía, por la onda de LR3, Radio Belgrano de Buenos Aires, en una campaña de divulgación de conceptos básicos de medicina e higiene que se desarrolló en la Argentina durante la primera presidencia del general Perón.

PRIMERA CHARLA: TERROR A LA MESA DE OPERACIONES

«El miedo, con ser uno de los sentimientos más profundamente humanos, es sin embargo causa de muchas desgracias, en razón de su influencia negativa. Es digno de recordar a este respecto aquel pasaje de la obra titulada El miedo, del famoso fisiólogo italiano Mosso, que dice: «¡Qué espanto se experimentaría si cada año pudiese leerse la historia de las víctimas que sucumben de nostalgia, de zozobra, de debilidad, en las aflicciones de la miseria, en el frío del invierno, en la angustia del hambre! ¡Cuántos náufragos que hubieran podido salvarse con un poco de valor mueren estrellados contra un escollo! ¡Cuánta gente muere más por decaimiento de ánimo que de cuerpo!».

Si alguno de ustedes conoce a un ser humano, o lo ha conocido, atacado por un mal y que se resiste a tratarse de la manera más conveniente por temor a una operación o a una cura determinada, habrá comprendido sin duda las acertadas palabras de Mosso, y sabrá también qué es morirse, no de miedo sino por el miedo. Traigo a cuento esta referencia porque cabalmente en estos días he visto a una paciente que, por causa del miedo, arriesgó estúpidamente la vida. Les voy a narrar el caso.

La semana pasada fui llamado para examinar en consulta a una enferma muy grave, a la que el médico de cabecera le aconsejaba una pronta intervención quirúrgica pero que se resistía a ella de manera terminante, pese a la confianza que dicho facultativo le merecía. La mujer alegaba sentir un terror pánico por la mesa de operaciones.

Cuando iniciamos la consulta, a la que asistían los parientes, especialmente invitados por mi colega, éste me presentó el caso en los siguientes términos:

–Se trata de ictericia por obstrucción. Ya les expliqué a los de la familia que esta señora tiene un cálculo, una piedrecita, clavada en el tubo por donde la bilis se escurre del hígado al aparato digestivo. Por eso se le ha puesto amarillo hasta el blanco de los ojos, como si lo hubieran teñido con azafrán. Estudié a la enferma con todo cuidado, y llegué a la conclusión de que hay un solo modo de curarla: operar. De otra manera, si no es por casualidad, esta señora no tiene salvación. Y, por supuesto, no es razonable confiar la salud y la vida a meras casualidades. Esto es todo lo que tengo que decirle, doctor Esepé. Y ahora que le he expuesto el caso, pasemos a ver a la paciente.

Sin necesidad de agotar el examen, con sólo mirarla, se presumía el diagnóstico: amarilla de pies a cabeza, notoriamente adelgazada, casi sin fuerzas. La lectura y revisión de los análisis confirmaban el diagnóstico del médico de cabecera: ictericia por cálculos. En la radiografía se veían, inclusive, dos pequeñas sombras, comlo de guijarros, que eran sin duda los causantes del taponamiento.

Como habíamos conversado largamente con mi colega, reuní junto a la cama de la enferma a los miembros de la familia y les dije:

–Estoy en un todo de acuerdo con el médico de cabecera. –Y dirigiéndome a la enferma, agregué:– Usted debe operarse cuanto antes, sin perder un momento.

–¡Ah, no, doctor! –replicó la interesada.– ¡Antes prefiero morirme!

¿Qué hacer? ¿Cómo convencerla de su error? ¿Cómo demostrarle que su miedo significaba para ella la muerte? ¿Qué hubieran hecho ustedes? Les voy a decir lo que hice... Pero será mañana».

SEGUNDA CHARLA: «ANTES, MORIR...»

"[...] La situación se presentaba como un callejón sin salida. ¿Cómo hacer para convencerla? No bien pronunciaba yo la palabra «operación», la enferma reaccionaba bruscamente, exclamando:

–¡No y no! ¡Antes, prefiero morir!

Confieso que no pudimos convencerla, ni su médico de cabecera, ni yo, ni todos los parientes que, con lágrimas en los ojos, le suplicaban que se sometiese a la operación. Todo fue en vano. Cuando me retiré de la consulta, sentía en el alma una mezcla de indignación y pesadumbre..."

TERCERA CHARLA: CUANDO LA VIDA SONRIE

«Cuando un enfermo desobediente, indisciplinado, imitando al hijo pródigo vuelve al médico y se somete buenamente a sus indicaciones, la alegría que le causa supera todos los sinsabores y malos ratos que le ha hecho pasar. Ustedes disculparán que haga la apología de mi propia profesión. La paciente ha decidido operarse. Su ángel de la guarda debe haberle susurrado algunas palabritas al oído, pues hoy muy temprano me llamó por teléfono para decirme que deseaba conversar conmigo urgentemente.

–Doctor Esepé –me dijo la enferma, una vez en su presencia–, los argumentos que invocaron mi médico de cabecera y usted han terminado por convencerme. Le confieso que al principio tenía un miedo pánico de la operación, y prefería morir antes que someterme a ella. Pero después reflexioné. Pensé en la familia, en los nietecitos... En la vida, que a mi edad puede todavía sonreírme. En fin, doctor, me dominó un deseo enorme de ver otras primaveras, de seguir gozando de la tibieza del sol, de seguir viviendo. Sí, doctor, tengo ganas de seguir viviendo...»

«Ligero rubor»
Susana Weingast, «Ligero rubor», técnica mixta.


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