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«Desde los más remotos tiempos, la mujer ha tenido oficio de curadora; ha ejercido con y sin diploma el "arte de curar"; ha ejercido la "cencia", como todavía dice lá gente de campo há practicado el viejo y sacrosanto oficio...»
OBSTETRICIA PRIMITIVA
Nadie mejor que una mujer para tratar sus dolencias y prevenir o superar sus problemas. Ya en época de la gran medicina egipcia, las mujeres hacían uso de tampones para la fumigación: "La técnica consistía en sentar a horcajadas a la mujer sobre unas piedras calientes, colocando allí una mezcla curativa que penetraba en la vagina por evaporación". Y sigamos aún con los antiguos egipcios: "Para diagnosticar el embarazo la mujer debía orinar sobre una mezcla de trigo y cebada combinada con arena y dátiles; si los granos germinaban, estaba embarazada: si sólo crecía el trigo el hijo sería varón, y si crecía la cebada sería mujer". Esta práctica aún se realiza en varias regiones de México, y no es del todo descabellada: el doctor Sussantano, mexicano, describió en su libro Prácticas y enseñanzas de la medicina popular este procedimiento y lo explicó recordando el componente hormonal de la orina humana, que en nuestros días sigue sirviendo para pruebas que detectan el embarazo.
En Chile, desde "tiempos indios", la medicina popular une al erizo de mar con la procreación: un té con él provoca el aborto, así como el té de ortiga previene del embarazo, "cierra a la mujer para no quedar preñada".
LAS «MEDICAS» EN AMERICA
Quien haya viajado por México recordará esas largas filas de "pacientes" ante la casa de una "dotora" popular; generalmente nativa, ella lleva al punto máximo los conocimientos de yerbas medicinales y de "unturas", con las que combate gran parte de enfermedades gastrointestinales y reumáticas y, naturalmente, problemas femeninos.
En Chile, la especialización femenina va desde los abortivos hasta la curación de "enfermedades de la cara" (nombre genérico con que se designan las alergias y herpes que se observan en el rostro), pasando por las enfermedades del estómago y del hígado, así como del intestino.
En Brasil, encontramos a la cucaracha mezclada en varias aventuras curativas. Muerta, aplastada y convertida en polvo se la mezcla a distintos ingredientes para curar problemas digestivos, estomacales, intestinales y aun pulmonares. La cucaracha es un elemento tan precioso para las curadoras que se la ha llamado "la penicilina de los pobres".
Por lo que llevo visto, Ecuador, Colombia y Venezuela comparten mucho de su recetario, su forma de diagnóstico y su tratamiento a fondo de las enfermedades, casi siempre locales y, en gran medida, fenómenos o afecciones particulares de las distintas zonas. Aquí encontramos mucho de la herencia indígena, y la curadora se apoya en sus conocimientos de herboristería y en prácticas tales como los encantamientos, "desembrujamientos", imposición de las manos y oraciones.
En el Paraguay, la medicina popular está tán difundida que casi desaparece dentro de la otra; aquí las curadoras prácticamente no tienen inconvenientes para actuar, y lo hacen en cualquier campo de la medicina oficial. Casi no existen remedios que no tengan relación Šcon el hecho mágico y no se concibe, por ejemplo, la curación de las cicatrices de una quemadura sin el acompañamiento de oraciones y cánticos, seguidos de "pases mágicos".
El Uruguay y la Argentina comparten muchas cosas... inclusive la medicina popular. Por eso es común ver en cualquiera de los dos países a obesas curadoras aplicando los mismos métodos: baños de pies con agua muy caliente y mostaza disuelta con caldo de perejil, por ejemplo, para provocar un aborto; o si no, cocimiento de perejil, tomado abundantemente en ayunas y sin azúcar...
Así de variado y pintoresco es el mundo de la medicina popular administrada por mujeres. Algunas utilizan componentes razonables, que la ciencia también ha asimilado. Otros recursos no pasan de ser estrafalarias fantasías, aunque ¡... Con tal que curen!
LAS CURADORAS EN NUESTROS DIAS
La madre es la primera médica que el hombre conoce en la Tierra. Desde su infancia le viene la influencia bienhechora de la mano sobre la frente, para que descanse mejor, para que le venga el sueño o para aliviarlo de alguna "nana". O la mano "en la pancita", para que ceda el dolor de barriga mientras la madre, preocupada, traspasa su energía curativa al niño en tanto que lo arrulla con su "Sana, sana / culito de rana; / ¡Si no sana hoy / sanará mañana!"
¿Existió o existe una especialización femenina en el arte de curar no ortodoxo? Por supuesto; las curadoras, urbanas y suburbanas, son mujeres de poca cultura pero sagaces y buenas observadoras, con gran facilidad de palabra, nunca menores de 45 años y con una clientela fiel (más fiel que la de los curadores, su contrapartida masculina), sobre todo de mujeres, de toda condición social y económica. Ellas le ofrecen al enfermo comprensión, todo el tiempo que quiera para ser escuchado, un recetario barato y fácil de conseguir y esa ayuda tremenda y aún no superada que es la fe. Quien recurrre a ellas, sabe lo que busca... y lo que va a encontrar.» |