Conocimientos médicos de los toltecas

La lectura del título de este libro requiere armarse de paciencia: Tardes Americanas. Gobierno Gentil y Católico: Breve y particular noticia de Toda la Historia Indiana. Sucesos, casos notables y cosas ignoradas, desde la entrada de la gran Nación Tolteca a esta tierra de Anáhuac, hasta los presentes tiempos. Trabajadas por un indio y un español. Obra de José Joaquín Granados y Gálvez, edición en facsímil de Miguel Angel Porrúa S.A. México: 1987.

   
   

Tardes Americanas es la versión facsímil actual del libro original, editado en 1778 en México. Su autor, José Joaquín Granados y Gálvez, nació en Málaga en 1734. Entre los 17 y los 19 años llegó a México, tras haber ingresado en la Orden de San Francisco. En la Nueva España desarrolló su carrera religiosa, hasta convertirse en obispo de Sonora. La obra consiste en un extenso diálogo entre un indio y un español, que ubica al libro en su época y repasa con indudable ardor y vehemencia las cuestiones que agitaron la vida colonial.

«Tláloc y Tlazoltéotl»

                   El dios de la lluvia, Tláloc                       Tlazoltéotl dando a luz al dios del maíz

«Y parece que en el corazon, como en fuente, colocaban la vida, la alma, y el espíritu, porque aun hasta hoy, por mas que la dolencia se sitúe en el estómago, cabeza, brazos, pies ú otras partes distintas, juzgan que todo el mal lo tienen en el, y que de él se derrama y comunica á aquella parte paciente; y así si el estómago duele, lo primero que reparan es el corazon: y en esto no ponga Vm. duda, porque á mas de que todos tocan esta práctica, á qualquiera de los mios que le pregunte, aunque tenga un pie cortado, le ha de responder, zeumamuy, que es, me duele el corazon: de que se infiere, que solo en éste establecian el sistema de correspondencia y armonía de la alma con el cuerpo, y que todas sensaciones eran causadas en el corazon, con quien tan solamente comerciaba la alma; creyendo (y aun hasta ahora creen) que la parte era la herida, ofendida, y lastimada; pero el corazon el sentido, adolorido, y quejoso: de adonde viene, que mis Otomites, de una misma manera llaman á la alma que al corazon, aplicándoles á entrambos la voz muy, no queriendo que se distingan en el nombre, los que tanta íntima amistad profesan en las cosas.»

INTERES POR LA FARMACOPEA INDIGENA

«Quando los Españoles arribaron a estas partes, (hablo de los curiosos) anhelaban á intruirse en el conocimiento de las yerbas y sus virtudes, que de él tenían nuestros Antiguos. Eran muchos los Arbolarios, (así se llaman vulgarmente los investigadores de las qüalidades de las plantas) los veían curarse la cabeza, el estómago, el pecho, y qualquiera dolor, sin otra diligencia que uno ú otro zumo, y el vagazo aplicado á la parte lesa: las heridas, contusiones, y mutilaciones, que ó por accidente, ó en la guerra contraían, las curaban con tanta prontitud, como pudieran los mas célebres Cirujanos de esta Era, debiendo el reparo y perfecta sanidad á la bebida y apósito que el estudio y experiencia les había dictado y descubierto en los vegetables. De estas se valieron los Castellanos, y probaron la invención de la arte botánica por los indios, en los felices sucesos que obraban con su naturaleza: aquella pózima ó bebida mixturada de muchos caldos y zumos, que administraban los Sacerdotes para infundirles valor á los Capitanes y Guerreros, y que fue tan aplaudida y recomendada de mis Antiguos, ¿qué menos crédito pudo grangearse que aquella divina poción, de que dice Plinio usaban los Españoles en los mismos lances, compuesta de los jugos de un ciento de yerbas diferentes? Hoy venden muchas, entre las que las mas especificas y medicinales son las del Thointzin, Sosa y Nigoche, experimentándose unos efectos admirables contra las indigestiones, crudezas, blanduras, nauceas, y dolores de piernas.»


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