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PRÓXIMOS Y PRÓJIMOS EN LA CIENCIA PÚBLICA DE IBEROAMÉRICA
(especial para SIIC © Derechos reservados)
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Rafael Bernal Castro
Columnista Experto de SIIC

Institución:
Fundación SIIC

Artículos publicados por Rafael Bernal Castro 

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Primera edición: 7 de junio, 2021

Segunda edición, ampliada y corregida 7 de junio, 2021

Conclusión breve
El crecimiento de la producción científica regional no constituye un aporte a la producción científica internacional –tal como manifiesta RICYT–, sino a las revistas de un reducido grupo de editores del hemisferio norte.

Resumen



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PRÓXIMOS Y PRÓJIMOS EN LA CIENCIA PÚBLICA DE IBEROAMÉRICA

(especial para SIIC © Derechos reservados)

Artículo completo
¿Dónde existimos?


El crecimiento de la producción científica regional no constituye un aporte a la producción científica internacional –tal como manifiesta RICYT–, sino a las revistas de un reducido grupo de editores del hemisferio norte. Salvo honrosas excepciones, además de expresar las corrientes de acción y pensamiento científico de los países ricos del planeta, estas pocas empresas editoriales disfrutaron durante las últimas décadas de una política científica argentina e iberoamericana que predispuso a los investigadores nativos al olvido de sus ámbitos originales de estudio y trabajo. Como salida introdujeron el concepto de destino internacional tan publicitado en los folletos de la globalización.

Las revistas latinoamericanas se ven en figurillas para recolectar información local de calidad puesto que los autores próximos son aleccionados por nuestros maestros y academias –en cuerpos presentes promotores de almas ausentes– a editar en los medios científicos extranjeros.

Cuando nos detenemos en el origen de los registros que menciona el RICYT aportados por la Argentina a esa ciencia internacional, la mayoría pertenece a estudios patrocinados por el CONICET y las casas de altos estudios del país, con predominio de la Universidad de Buenos Aires.

Creemos oportuno analizar las causas que determinan los distantes destinos y temáticas extrañas de los artículos escritos por funcionarios de instituciones sostenidas por la población, digna acreedora de una deuda que sus compatriotas deberían comenzar a saldarle prontamente.


Los adictos a la historia reciente

En el ocaso del siglo pasado la retracción del Estado fue el objetivo principal de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos.

La desregulación impuesta a la economía en nombre de la competencia a que debíamos someter nuestros productos alcanzó a la ciencia regional y transformó al grueso de sus protagonistas en apéndices de los gustos del hemisferio norte. Las organizaciones científicas de la América latina quedaron marginadas, excepto las pocas que celebraron la mudanza.

La derrota de los creyentes en la tierra propia y sus habitantes aparejó el olvido de sus próximos (otrora considerados prójimos), según la etimología común de semejantes palabras. La magia de las convocatorias garantes de fama seduce a miles de profesionales formados en la admiración acrítica de instituciones y ambientes no próximos ni prójimos.

La proximidad convencional fue mágicamente alterada por la globalización y la cibernética, generando ilusiones que provocan la pérdida de pertenencia e identidad en nombre del pragmatismo estadístico, arma característica de quienes reemplazan los intereses nacionales y populares por los números reales.4


Publicar en revistas del exterior


Los pretendientes a becas o a cargos públicos se desviven por publicar en revistas extranjeras cuyas citas serán exigidas en los currículos que los jueces de la ciencia juzgarán como faltos de valor académico cuando carecen de ellas.

Es absurdo suponer que el eco científico, reconocimiento profesional y trascendencia universal se encontrará flirteando con las revistas especializadas extranjeras. Los telones de sus escenarios se descorren para los espectadores de las primeras filas, generalmente habitantes de la porción rica de Occidente. Los papers que alcanzan un rinconcito de la escena pocas veces representan una excepción a la regla afectada por costos, intereses y prejuicios extraños a la ciencia pretendidamente objetiva.

Mucho se habla y escribe acerca de la visibilidad que se adquiere al publicar en medios del exterior en comparación con la publicitada invisibilidad de los autores que publican en medios locales, pero poco o nada se ha dicho de la imbecilidad que implica permitir que nuestros conocimientos e ingenio se sometan a los gustos o tendencias científicas divorciadas de la población que los sustentan.

Los investigadores de la Argentina y América latina existen, aunque se manifiesten esporádicamente en las publicaciones renombradas.

Los temas de interés común, fronteras adentro, justifican el estudio y la difusión de sus resultados. La salud de nuestra población, mayoritariamente afectada por la indigencia o las enfermedades de la incertidumbre, merecen medios propios de comunicación que concentren la experiencia dispersa en centenares de instituciones del país e iberoamericanas, conectadas entre sí.

La confluencia de los funcionarios y científicos respaldando esos objetivos garantizará publicaciones en condiciones de albergar tanto el amplio saber propio como el extranjero que contemple las necesidades regionales. La concentración del conocimiento regional nos hará fuertes y visibles y contribuirá a su difusión local e internacional.

Los intentos por publicar en el exterior generan descreimiento en los medios locales, dispersión científica de los investigadores y desconcierto educativo de los profesionales. La conducta descrita contribuye al debilitamiento de la inventiva y al ocultamiento de las investigaciones al condicionar la difusión de sus resultados a la complacencia de editoriales o instituciones habitualmente prejuiciosas con respecto a los orígenes de los trabajos, ajenas por demás a las problemáticas médicas y sanitarias de nuestros países.

Es inaudito que los profesionales de lengua hispana o portuguesa deban leer los trabajos de sus compatriotas en las pocas revistas del hemisferio norte que esporádicamente aceptan estudios provenientes del Tercer Mundo. Inaudito además, porque esos trabajos raramente podrán consultarse como consecuencia de la limitada cantidad de profesionales en condiciones de estudiar en un idioma ajeno, la acotada circulación de esas revistas y el elevado valor de las suscripciones y de los artículos sueltos.


Persisten las exigencias extrañas


El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) examina a los aspirantes a la Carrera de Investigador Científico (CIC) en la categoría Asistente concediendo los más altos puntajes a quienes obtuvieron “doctorados acreditados o de universidades extranjeras de prestigio”.5 Los noveles investigadores son alentados así a desvalorizar la casa propia, compuesta por varios de los profesores que paradójicamente también se desestiman a sí mismos por no pertenecer a universidades de nuestra América.

Quienes tienen a su cargo evaluar postulantes a cargos docentes, becas de posgrado y posdoctorales, carreras de investigador, etc., garantizan las discriminaciones planteadas en los reglamentos de admisión intentando ejecutar desde los cenáculos de la ciencia nacional una política educativa que la perjudica.

Los doctos jueces impondrán la credibilidad en las “universidades extranjeras de prestigio” o de las “revistas extranjeras de prestigio”, que editan en “idiomas extranjeros de prestigio” “investigaciones de prestigio extranjero” efectuadas o dirigidas en “centros extranjeros de prestigio”. Impondrán asimismo, estudiar “patologías prestigiosas del extranjero” para generar “productos con prestigio extranjero” en contraposición con lo próximo, desprestigiado por la sola condición de ser prójimo.

Las exigencias con respecto a las ediciones constatables no es menos lamentable. El CONICET exige que los pretendientes a la CIC hayan intervenido en “publicaciones periódicas de la especialidad (artículos en revistas indexadas o con referato, y otros)”.6

Estas revistas acostumbran ser las publicadas en el exterior, incorrectamente consideradas internacionales no sólo porque son producidas en algún país del planeta sino porque además su distribución se limita a un pequeño grupo de lectores, generalmente radicado en la zona de influencia de la publicación, sea geográfica o lingüística. En igual sentido, la condición de indexada no garantiza la repercusión ni la calidad del medio ya que, en tal caso, se deberá tomar en cuenta el alcance de las bases de datos que la clasifican, sus niveles de especialización, idiomas, volumen de información que procesan, criterios de ordenamiento de la documentación, facilidad de acceso, lenguajes de consulta, etc.

Sin embargo, la aparente vaguedad del requerimiento “de revistas indexadas” suele precisarse cuando la atenta mirada del evaluador se posa en las citas de los trabajos publicados mereciéndole respeto incuestionable las publicadas en lengua inglesa.

Es necesario que el desmerecimiento nacional sea combatido por quienes se desempeñan en áreas educativas de instituciones asistenciales, dirigen asociaciones profesionales, ejercen cargos docentes en universidades públicas o actúan con responsabilidades en organismos del Estado relacionados con la promoción de la ciencia argentina.


Las revistas científicas argentinas

Salvo excepciones, las revistas prestigiosas que se editan en la Argentina o en América latina no gozan de los beneficios que poseen las internacionales, que además de contar con respaldo oficial, algunas gozan de reconocimientos privados por ofrecer la puerta de ingreso al éxito de novedades descritas en sus artículos.

Las revistas científicas integran el grupo de objetos que sufren el inducido menoscabo a la producción nacional, sea intelectual o material. Será imposible modificar los dictámenes de quienes desde sus púlpitos académicos custodian la imperturbable quietud de las creencias. Sus imposiciones representan el basamento de la estructura que procura el descrédito a lo propio.

El criterio para justipreciar profesionales se asemeja al practicado por las comisiones ad hoc del CONICET responsables de los nuevos ingresos de publicaciones en el selecto grupo Núcleo Básico de Revistas Científicas Argentinas.6

Los especialistas que conforman esas comisiones pueden excluir a una revista científica local, preciada por la comunidad a la que se dirige, por causas tales como no registrar visiblemente el lugar donde fue impresa, la frecuencia de la publicación o la mención de las citas de los artículos en el cabezal de sus páginas. Las consideraciones acerca del contenido son puestas a un lado para centrarse en cuestiones irrelevantes como las apuntadas, sin ni siquiera ofrecer previamente asesoramiento alguno que permita resolver semejantes fallas editoriales. Un solo diseñador, contratado por el 0.5 por ciento del tiempo y dinero insumidos en la producción intelectual y material de una hipotética revista excluida, corregiría los inadmisibles defectos en un instante.

Pero lo cierto es que mientras pocas publicaciones gozan del reconocimiento, la mayoría desconoce la existencia del Núcleo o no saben cómo postularse o perfeccionarse. El panorama se complica por la falta de recursos de las revistas para transformarse en los modelos propuestos por editores y bases de datos extranjeras cuyas normas se exigen localmente en ciertos ambientes académicos.


El origen de los nuevos parámetros editoriales


La normalización de los parámetros de producción editorial es orientada por las grandes empresas que monopolizan el rubro “publicaciones científicas”, las que delinean la estructura de los artículos que habrán de engarzarse en sus obras y bases de datos. Los resultados emergerán luego en las búsquedas electrónicas tanto de particulares como de colectivos privados o públicos.

La manifestación visible de estas conductas se expresa en los formatos editoriales compuestos por párrafos literariamente incoherentes, abarrotados de gráficos y tablas, llenos de siglas y términos en inglés y con innumerables llamadas a citas bibliográficas. La modelación, control y acotación del ejercicio de la medicina tiende a producir profesionales robocops, en el mejor de los casos encuestadores de pacientes, cargadores de datos a computadoras en red que, a los pocos segundos, emitirán fallos clínicos que determinarán rumbos terapéuticos.

Esta literatura científica pierde así de vista al médico lector como objetivo esencial. Los profesionales que habitan en esta publicitada era de comunicaciones extremas y variadas son maltratados con textos que paradójicamente los retrotraen al telegrama tangible o al télex virtual.

La variedad de soportes editoriales corre el riesgo de ser vaciada en sus posibilidades de ofrecer contenidos didácticos, placenteros para la lectura y el estudio responsable.


Las aspiraciones copiadas


En la Argentina y América latina los medios de asociaciones profesionales, de hospitales, filiales de federaciones, empresas privadas, proyectos personales, etc., generan un sinnúmero de páginas virtuales o impresas que suelen extinguirse a los pocos números de nacer.

Las publicaciones sobrevivientes insumen energías que suelen multiplicarse al paso de las ediciones. Es así como inquietos profesionales de la salud, en vez de mantenerse alertas a los llamados de sus pacientes, comienzan a sufrir las convulsiones que les producen imprenteros, papeleros, encuadernadores, fleteros y, en consonancia con la época, analistas de sistemas, programadores, webmasters, webdesigns y oficios semejantes.

Antes de la elaboración industrial de sus revistas, los médicos devenidos en editores atenderán los consejos de los manuales que guían al editor responsable. Los capítulos destacados se titulan: búsqueda de originales, selección de los aptos, arbitrajes científicos, supervisiones literarias, versiones bilingües castellano-inglés, diseño de la publicación, búsqueda y obtención del dinero para producirla, etc., sin descuidar el estratégico cómo obtener el popular impact factor que los dogmas recomiendan alcanzar para encaminarse por el sendero de la ciencia impoluta.

La tarea será desgastante, tediosa e imposible de sobrellevar por más números. El fracaso llamará a la puerta del proyecto aislado. Las leoninas normas de publicación científica, administradas en su mayoría por individuos ajenos a la producción, pertenecientes al mundo de la burocracia informativa y documentaria, habrán troncado la intención solitaria sin sumarla a un programa de interés común, subvencionado por el organismo oficial que lo comprende.


El final alienta

El Estado productor, promotor de creadores, aglutinante de la sociedad, fue desguazado. Nuestro acotado rubro de la comunicación científica lo sufre. La falla radica en el desmembramiento que caracterizó los últimos años de una Argentina migrante, física y mentalmente, hacia latitudes y modelos culturales que anunciaron el oro sin moro.

Nuestros prójimos y próximos se distanciaron. La velocidad informativa se asoció con la riqueza; la verdad objetiva se transformó en teleobjetiva primero y compuobjetiva después. El determinismo tecnomercantil generó una modernidad amnésica e insensible; el ingenio local fue puesto a consideración de extraños intereses.

Cuando la relación tiende a invertirse y la Argentina tiene posibilidades de reflotar es necesario desentrañar los lineamientos que legalizaron la generalizada bancarrota. Es imprescindible convocar a una renovada generación de profesionales que promueva el engrandecimiento de la ciencia nacional y regional, incremente la calidad y la cantidad de sus protagonistas, facilite la enseñanza de las mejores prácticas internacionales y recupere la investigación de las prioridades médicas y sanitarias de nuestros pueblos, los próximos, esos que nunca dejarán de ser prójimos.



Rafael Bernal Castro

Editor científico

Presidente de SIIC





1. Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana e Interamericana (RICYT), “El Estado de la Ciencia. Principales Indicadores de Ciencia y Tecnología”, Buenos Aires, 2005.
Vista el 1 de diciembre 2007 en la página www.caicyt.gov.ar/bases-de-datos-e-indicadores/documentos-1/sci_1990-204.pdf.
Desde su inicio en 1995 participan en RICYT todos los países de América, junto con España y Portugal. La Red fue constituida por el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED), programa internacional y multilateral en el que intervienen como organismos observadores la Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas (CEPAL), la Organización de los Estados Americanos (OEA), la UNESCO y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

2. Thompson Scientific, de Filadelfia (EE.UU.), productora de Science Ctation Index, incluye en sus calificadas bases de datos sólo el 7% del total de revistas que se editan en el mundo. Estas publicaciones obtienen los célebres índices factor de impacto, considerados por autores, lectores e instituciones científicas una referencia de importancia a la hora de escoger documentación o definir el sello editorial donde darán a conocer sus investigaciones.

3. NSF and Engineering Indicators (2004) e ISI Journal Citation Reports.

4. Paul Virilio, arquitecto, filósofo del urbanismo, primer crítico del cibermundo, recomienda prestar “…atención a Robert Houdin, prestidigitador y creador de androides y de material óptico: «El ilusionismo es un arte empeñado, por completo, en sacar partido a las limitaciones visuales del testigo atacando su capacidad innata de distinguir entre lo real y lo que cree real y verdadero, llevándole así a creer firmemente lo que no existe».” La Bomba Informática (Ediciones Cátedra, Madrid, 1999).

5. CONICET: Sobre el ingreso a la Carrera del Investigador Científico, Documento aprobado en sesión del Directorio del CONICET de los días 11 y 12 de enero de 2005. www.conicet.gov.ar/INSTITUCIONAL/sistema_de_evaluacion/documentos/pautas%202005%20enero%20aprobado.doc.

6. Idem anterior. Capítulo II. Producción en la investigación y/o desarrollo tecnológico.

7. La pertenencia al Núcleo implica reconocimientos científicos, acceso a créditos, subvenciones y reconocimientos concedidos por el Estado o instituciones públicas y privadas, del país o el extranjero.





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