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DEL AUTISMO AL TRASTORNO DE PERSONALIDAD LIMITE. TEORIA DE LA MENTE Y CONCEPTO DE REPRESENTACION
(especial para SIIC © Derechos reservados)
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rejonaltable9.jpg Autor:
Carlos Rejón Altable
Columnista Experto de SIIC

Institución:
Centres Assistencials Dr. Emili Mira i López

Artículos publicados por Carlos Rejón Altable 
Coautor
José Manuel López Santín* 
Licenciado en Medicina - Psiquiatra, Centres Assistencials Dr. Emili Mira i López, Barcelona, España*

Recepción del artículo: 21 de abril, 2006

Aprobación: 5 de junio, 2006

Primera edición: 7 de junio, 2021

Segunda edición, ampliada y corregida 7 de junio, 2021

Conclusión breve
Se analiza el uso que hace la psicología cognitiva, en base al modelo epistemológico elegido, del concepto de representación y sus limitaciones en el reconocimiento de síntomas, y concretamente en la teoría de la mente.

Resumen

En los últimos años se aprecia un gran interés en la aplicación de la teoría de la mente como herramienta para comprender la sintomatología de trastornos psiquiátricos de diversa índole. La teoría de la mente se considera una metarrepresentación. El artículo examina el uso sistemáticamente ambiguo que hace la psicología cognitiva del concepto de representación y explicita los presupuestos del modelo epistemológico: la filosofía analítica del lenguaje y la teoría computacional de la mente. El texto se centra en la incapacidad del modelo para dar cuenta de la influencia de la información contextual o subsignificante, considerada relevante para el reconocimiento del síntoma, abocando con ello a la agrupación de síntomas con similitudes superficiales y estructura profunda dispar. Se presume qué es lo que ocurre en la teoría de la mente y qué motiva las inconsistencias de los estudios empíricos realizados hasta el momento.

Palabras clave
representación, teoría de la mente, contexto, teoría computacional de la mente

Clasificación en siicsalud
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Especialidades
Principal: Salud Mental
Relacionadas: Medicina Interna

Enviar correspondencia a:
Carlos Rejón Altable, Centres Assistencials Dr. Emili Mira i López, 08921, Barcelona, España

FROM AUTISM TO BORDERLINE PERSONALITY DISORDER. THEORY OF MIND AND REPRESENTATION

Abstract
There is a growing interest in applying "theory of mind" as a tool to understand symptom-formation processes in varying disorders. Theory of mind is usually conceived as a metarrepresentation. The text makes clear the systematically ambiguous use of the concept "representation" and the implications of its epistemological model, which includes both analytic philosophy of language and computational theory of mind. It focuses on the inability of the model to deal with contextual or subsignificant information, deemed relevant to symptom recognition, and on its main consequence affecting psychiatric semiology: grouping together symptoms with partial resemblances. This is to explain the inconsistencies and contradictions of empirical studies regarding ToM.


Key words
theory of mind, representation, context, computational theory of mind

DEL AUTISMO AL TRASTORNO DE PERSONALIDAD LIMITE. TEORIA DE LA MENTE Y CONCEPTO DE REPRESENTACION

(especial para SIIC © Derechos reservados)

Artículo completo
Introducción

La teoría de la mente (ToM, del inglés theory of mind) es una herramienta conceptual que se vale de algunos supuestos de la psicología cognitiva para explicar la capacidad de primates y seres humanos para atribuir a otros individuos estados mentales distintos de los propios. Se la considera, generalmente, como una metarrepresentación, es decir la representación de una relación entre representaciones, en este caso de las percepciones, pensamientos o emociones de otros en cuanto son distintas de las mías.

Sus aplicaciones más afortunadas comenzaron en 1985 con el trabajo de Baron-Cohen, Leslie y Frith,1 en el que proponían un déficit específico en la teoría de la mente como alteración fundamental que explicara los síntomas centrales del autismo infantil. Enseguida se trasladó el método y la teoría a la esquizofrenia.2 Se cerraba de este modo un círculo que reunía la esquizofrenia y los trastornos del espectro autista, después de décadas de vivir separados.3,4 En los últimos años, comenzaron a menudear los estudios sobre la ToM en trastornos bipolares o en demencias,5 incluso han servido como marco conceptual de un manual para la psicoterapia del trastorno de personalidad límite.6 De repente, lo que parecía un hallazgo específico de un grupo concreto y bien definido de trastornos clínicamente y genéticamente vinculados, pasa a buscarse en enfermedades que tienen poco que ver. Como mostramos en otro texto,5 tanto la posibilidad del trasvase como los hallazgos contradictorios que se han sucedido obedecen en parte a factores atribuibles a las enfermedades en estudio o a los procesos de formación de síntomas, y en parte a factores más generales, dependientes de las teorías que explican la naturaleza de la ToM, de las contradicciones internas en los presupuestos computacionales de uso corriente en la psicología cognitiva y de peculiaridades de la semiología psiquiátrica o de la psicopatología como proceso de creación de inteligibilidad.

En esta ocasión nos centraremos en los factores más generales y, en concreto, en el concepto de representación que mostraremos afectado por una ambigüedad sistemática, gracias a la cual puede emplearse como sinónimo de estado mental y como su equivalente funcional, computacional o biológico, al mismo tiempo y mediante un traspaso de propiedades entre uno y otro. Y que, al menos en su actual formulación, no puede emplearse para dar cuenta de tres rasgos claves de la vida psíquica: la influencia de la información contextual sobre el contenido de la representación,7 y sobre su estructura; el modo de inferencia que se llama abducción y la conciencia prerreflexiva de uno mismo (de la que no nos ocuparemos por economía de espacio).8-10

Además, el aparato heurístico empleado en estas investigaciones, la filosofía analítica del lenguaje y la teoría computacional de la mente, que han hecho de las proposiciones y actitudes proposicionales el modelo de los estados mentales,11 precisa de una definición unívoca y explícita de cada uno de los elementos semánticos de la proposición. Esta exigencia se ha trasladado a la identificación de los síntomas, y dada la naturaleza de los síntomas psiquiátricos, donde la información contextual o subsignificante es imprescindible para la elucidación de su naturaleza,12 se han agrupado con arreglo a similitudes superficiales síntomas cuya estructura profunda es diversa. Los déficit de la ToM nombran en realidad un fenómeno molar, o un grupo de fenómenos, o incluso una de entre varias posibles fallas de la cognición social13 que, con arreglo a criterios distintos, por ejemplo, los trastornos de conciencia prerreflexiva de uno mismo presente en la esquizofrenia, pueden escindirse y subdividirse, y explicar así los resultados inconstantes de los estudios empíricos en la esquizofrenia, el trastorno bipolar y otras enfermedades neurológicas.


Representación como estado mental

Analizaremos más detalladamente el concepto de representación. Whiten y Perner14 entienden que, para la psicología cognitiva, la representación es la “interpretación o comprensión de algo perceptible”. El propio Perner, en un texto anterior15 definía representación como una “entidad” o “proceso mental” que se encuentra en una “relación representacional” con alguna otra entidad o proceso, ya sea físico, ya sea mental también. Es decir, que está por alguna otra cosa a la que representa de un modo determinado, en tanto sólo entran en la relación representacional algunas propiedades de la entidad o proceso representado.

Perner asume explícitamente que esta división entre “representar” (un objeto) y “representar como” (un objeto en tanto poseedor o por medio de alguna propiedad) es análoga a la distinción de Frege entre referencia y sentido,16,17 e implícitamente importa con ella una dificultad: supone un objeto definible sin tener en cuenta sus propiedades, o bien un objeto transversal a todas ellas. Si bien esto es posible cuando se define un concepto como la “función de un argumento cuyo valor es siempre un valor veritativo”,18 y al objeto como la extensión del concepto, valga decir, en la experiencia, un objeto se da siempre con y según un sentido, sea el que fuere.19 Esta equivalencia entre conceptos de la filosofía analítica del lenguaje y de la filosofía cognitiva volverá a aparecer en Perner y en Leslie, y tiene su fundamento en analogías estructurales profundas que afectan el modo en que ambas piensan la relación entre palabras y cosas, representaciones y objetos.

Sobre la caracterización básica de “estar por algo,” Perner levanta una clasificación de las representaciones, que incluye las categorías de primaria, secundaria y metarrepresentación.15 Aunque esta tricotomía se discute vamos a quedarnos con la definición de representación primaria, que Perner comparte con Leslie. Una representación primaria es aquella que mantiene con el mundo “vínculos de referencia y verdad”.

El modelo epistemológico escogido para pensar estas “relaciones de referencia y verdad” no es nunca neutro, ni pasa su elección sin consecuencias. La filosofía analítica del lenguaje ha proporcionado el bastidor que precisaba la psicología cognitiva.11 Podemos resumir los supuestos así: los estados mentales que representan estados de cosas tienen forma proposicional (el estado mental correspondiente con la percepción “una taza encima de la mesa” tiene la forma de una proposición que dice “hay una taza encima de la mesa” y se abrevia como p). Los estados mentales correspondientes a la creencia o deseo de que haya una taza en la mesa tienen la forma “x cree que p” o “x desea que p” y se llaman actitudes proposicionales. Por su parte, taza o mesa tendrán representaciones “taza” o “mesa”. Modelar los estados mentales de acuerdo con la forma de las proposiciones tiene una ventaja principal: explicar la sistematicidad y productividad del pensamiento,11 pero también cortapisas, algunas de las cuales afectan el núcleo de las teorías representacionales de la mente y llegan hasta las investigaciones sobre la ToM. Volviendo a Perner, importar el distingo fregeano entre sentido y referencia aboca un problema de difícil solución. De esta separación se sigue necesariamente que la referencia, que se da sólo a través de un sentido, queda de hecho dispersa por sus distintos modos de darse,20 salvo que se fije de antemano utilizando, por ejemplo, una función (matemática) tal y como hace Frege. Sin embargo, esta posibilidad no se puede aplicar a los estados mentales (“representar” y “representar como”) y se debe, entonces, introducir un sentido primario, que se solape con el referente y coincida con las llamadas propiedades objetivas del objeto, como hacen Perner o Leslie, o bien suprimir la división, como hace Quine.21 Cualquiera de las dos debe introducir la univocidad entre sentido primario (de la representación) y el objeto.

Ahora bien, si la conciencia se representa el mundo, el argumento lleva a considerar que no se dan en la intuición sensible sino representaciones, aspectos, atributos de las cosas, y queda al albur de una actividad sintética del sujeto ligarlas bajo una categoría de modo coherente para conocer así el objeto, categoría que no estaría dada en la sensibilidad sino puesta por el sujeto mismo. Este problema es el que tomó Husserl para desmontarlo. Efectivamente, en la conciencia se dan aspectos, pero estos aspectos del objeto implican los otros no presentes. Del mismo modo, el objeto a su vez supone un horizonte de implicación (un fondo, un trasfondo, un contexto) que asegura su darse en la experiencia. No se intuyen, en la conciencia, representaciones, sino objetos, aunque en cada momento sean representaciones las que están presentes.22


Representación como estructura simbólica y causal

Hasta ahora se ha empleado representación como sinónimo de “estado mental” y en adelante lo abreviaremos como R1. Sin embargo, el desarrollo espectacular de la psicología cognitiva, la inteligencia artificial y la teoría computacional de la mente (TCM), que a las dos reúne, se apoya sobre todo en una segunda acepción del término y en la posibilidad de traducción completa entre ambas. Según la Stanford Encyclopedia of Philosophy [mental representation is]: “A theoretical construct of cognitive science. As such, it is a basic concept of the Computational Theory of Mind, according to which cognitive states and processes are constituted by the occurrence, transformation and storage (in the mind/brain) of information-bearing structures (representations) of one kind or another”.23

Esta segunda acepción (estructuras que transportan información) se abreviará como R2. La TCM, al menos en las variantes que son de aplicación aquí, asume que los estados y procesos mentales (R1) están adecuadamente representados (R2) por elementos simbólicos de contenido semántico y propiedades causales que se derivan de su sintaxis,24 sometidos a operaciones computacionales ejercidas según reglas estrictas que atienden precisamente a la estructura de estas R2. Si las R2 están determinadas por su sintaxis y las operaciones en las que pueden o no entrar dependen de ellas, se deduce que la sintaxis de la representación, su forma, tiene capacidades causales.

Se percibe que la estructura de las R2 debe contener toda la información presente en las R1. Pero las R2 no pueden concebirse desde la TCM más que haciendo depender su capacidad de significación de su estructura, que Fodor llama sintaxis.7 Una R2, si va a representar una R1 sin desmedrarla, debe contener en su estructura toda la información necesaria para asegurar su correcta y primaria correspondencia con los estados de cosas. En un programa informático, el significado de los símbolos se decide por el programador. En la TCM la mirada se vuelve hacia el exterior, hacia las cosas o estados de cosas que causan las R2.25 Pero este complemento etiológico tiene a su vez problemas: el primero, que el hecho de cargar con información acerca de estados de cosas en el mundo puede ser necesario pero no suficiente para hacer de algo representación de algo; el segundo, dar cuenta de la posibilidad de los errores del complejo R2-R1 a la hora de representarse el mundo, y el tercero, el grado de variabilidad que cada estado de cosas aporta y que debe incluirse en la representación.

Si las propiedades de la representación, su forma, su sintaxis, tienen valor causal, deben gozar de cierta estabilidad, o este mismo valor variaría caso a caso.23,25 Pero las R1 se dan siempre situadas, y su significación fijada contextualmente, luego este principio de localidad de las R2, o bien no hace justicia a las R1, o bien nos lleva a aceptar que no existe motivo alguno para mantener el supuesto de que a cada estado mental corresponde una y sólo una estructura que transporte esa información. En resumen: “las propiedades sintácticas internas de las representaciones son, ipso facto, esenciales, y por tanto, no se ven afectadas por el contexto”.7 Y sin embargo, cada vez más se incluye el contexto como factor para el análisis de la sintomatología esquizofrénica, por ejemplo, y de sus correlatos cognitivos.26

Existe aun un segundo problema aparentemente irresoluble para la TCM, y es el de la abducción. Se llama abducción a un modo de inferencia, distinto de la inducción y la deducción. Mientras la deducción va de lo general a lo particular y la inducción generaliza lo encontrado en un número suficiente de casos, la abducción debe encontrar lo que podríamos llamar la ley del caso; a partir de un particular, encontrar la ley que lo explica.

La dificultad que encuentra la TCM se puede resumir así: la abducción hace uso de información contextual y de propiedades globales de los sistemas de creencias que, por definición, están ausentes de la estructura de las representaciones, en tanto ésta, para ser estable y poder someterse a procesos guiados por reglas, es local y está unívocamente definida.7 En una situación comunicativa, por ejemplo, existe una cantidad notable de información significativa contextual implícita, que ni viene expresada en las palabras (o en sus R2), y sin embargo sostiene todo el posible acuerdo y asegura la posibilidad de entenderse con alguien con respecto a algo. Sin embargo, esta información, que también se ha llamado subsignificante, no encuentra acomodo en las R2 correspondientes a las R1 de la situación comunicativa, porque si allí acabaran, descompondrían y recompondrían la estructura, y el carácter local y unívoco se malograría, y con él, las formas conocidas de la TCM.


Representación y ToM

En varios artículos de Leslie27,28 se encuentran los tres usos distintos de “representación” y el paso de una acepción a otra sin especificar cómo y cuándo se emplea cada una: los niños tienen estados mentales (R1), traducidos en representaciones mentales (R2) que se corresponden con estados neurofisiológicos (R3).

Están presentes, también, las consabidas dificultades acarreadas hasta la psicología cognitiva desde la filosofía del lenguaje, esta vez desde Quine, del que Leslie toma las nociones de opacidad referencial, de ausencia de implicación lógica de valor de verdad o de pretensión de existencia del contenido expresado en las actitudes proposicionales y la metáfora del entrecomillado y desentrecomillado de este contenido, según corresponda a un enunciado acerca de estados mentales o a uno acerca de estados de cosas en el mundo. Un ejemplo de cómo Leslie intenta resolver las contradicciones expuestas más arriba, la tensión entre el carácter representacional, perspectivístico de la mente, y la objetividad que debe asegurar se encuentra en el plegado del significado sobre la referencia. En efecto, la noción de “representación primaria”, aquella que mantiene con el mundo relaciones de referencia, existencia y verdad, intenta mantener separados significado y referencia suponiendo un significado primero, el que entrega sin más la referencia objetiva. Ahora bien, que las R1 mantienen vínculos de referencia y verdad con el mundo externo es una proposición gramatical,30 que dice sobre todo de las características del modelo y que ha sido ampliamente y suficientemente criticada por Putnam,29,31 atendiendo a los supuestos en los que se basan las teorías mentalistas del significado y de la referencia y oponiendo a éstos diversas tesis en las que no podemos detenernos ahora.

¿Cómo se subvienen en los textos de Leslie, y de otros, las dificultades implícitas en el concepto de representación y las que se arrastran con los préstamos de la filosofía del lenguaje? Gracias a la circulación entre las distintas acepciones presentadas. Cuestionable como es considerar los estados mentales R1 del mundo externo, de sus propiedades primarias, físicas, y las representaciones computaciones R2 de los estados mentales, la evidencia de la proposición gramatical acerca de las R3 las alcanza a través del nombre compartido, las dispensa de justificar sus acepciones computacional y cognitiva.


Conclusiones

Retomemos los distintos hallazgos expuestos hasta aquí. Por un lado, el concepto de representación (R1) que se emplea en los estudios sobre ToM obedece a las necesidades del modelo heurístico empleado: la filosofía analítica del lenguaje. La pareja primariedad-univocidad de las representaciones/estados mentales debe resolver el problema importado de la distinción entre sentido y referencia. Por otra parte, esta misma univocidad se precisa para que una TCM sea viable. Sin localidad semántica, invariabilidad de la estructura de la representación R2 y biunivocidad de las relaciones entre R1y R2 no se sostiene ninguna TCM conocida, y ambas necesidades de univocidad se refuerzan mutuamente. Por otro lado, la TCM no puede explicar ni la abducción ni la contextualidad. Así, la formulación del déficit de la ToM en términos de TCM resiste estas contradicciones gracias al uso sistemáticamente ambiguo del concepto de representación, que además se beneficia de la proposición gramatical que afirma que los estados mentales (R1) tienen representaciones (R3) en el cerebro.

No debe extrañar que el uso fructífero de un término no conlleve su definición única o su empleo transparente. Fuldford mostró cómo distintos síntomas psiquiátricos se emplean con notable congruencia a pesar de las dificultades que existen para dar de ellos una descripción definida.32 Del mismo modo, la identificación de esta capacidad singular, la ToM, puede entenderse, y así sucederá probablemente desde distintas teorías, que prescindan incluso del concepto “representación”.33

En el traspaso del déficit de ToM entre enfermedades distintas, los efectos de la ambigüedad sistemática han sido otros. Se ha establecido una especie de corredor de la univocidad que comunica, en apariencia, los síntomas psiquiátricos (R1), con sus representaciones computacionales (R2) y con sus localizaciones cerebrales (R3). Por ese corredor viaja la necesidad de una definición definida, cerrada y completa, que nos tememos, se ha alcanzado a despecho de la naturaleza de los síntomas.

En otro lugar se demostró por extenso que la psicopatología precisa incluir material contextual,34,35 subsignificante,12 en la definición e identificación del síntoma para adecuarse a la naturaleza de su objeto. Los procedimientos mediante los cuales la psicopatología da forma a la materia presintomática, esto es la conducta y la experiencia del paciente, emplean necesariamente, aunque, a veces también, de manera inadvertida o poco controlada, este contenido contextual presente en cada caso y ausente de la definición del síntoma. Cuando se introduce un factor de restricción ajeno, como viene a ser la necesidad implícita en la TCM de correlacionar biunívocamente el material preformalizado y la descripción definida del síntoma, la ganancia en fiabilidad y sencillez de manejo se acompaña de una creciente violencia ejercida sobre el fenómeno para encajarlo en un molde en el que no ha de caber. Cuesta entender que trastornos tan distintos como el síndrome de Asperger y la personalidad tipo límite compartan el mismo menoscabo fundamental. Más bien parece que, sometiendo un fenómeno molar a las restricciones del concepto de representación tal y como han sido expuestas aquí, se le impone una forma que no le es propia, y se toman por analogías en la estructura lo que no son, probablemente, sino parecidos parciales.



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