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Con independencia de la experiencia acumulada y del alto índice de presunción clínica que se pueda tener, surge de esos estudios la evidencia de que todas esas técnicas se caracterizan por su inespecificidad. Tal vez la sensibilidad de los métodos empleados no sea suficiente, o acaso la metodología puesta en práctica sea excesivamente complicada o invasiva, o ambas cosas.En la práctica clínica habitual empleamos la pHmetría, aunque no como primera técnica exploratoria. En función de la orientación diagnóstica y sus circunstancias concurrentes, en cada caso solemos utilizar ecografía, escintigrafía esofagogastroduodenal, manometría, quimismo e incluso fibroendoscopia digestiva superior, gracias a la gran disponibilidad por parte de los médicos de la sección Gastroenterología pediátrica para realizar esos procedimientos. La ecografía ha venido a suponer otra posibilidad diagnóstica, con las ventajas de su disponibilidad, coste, inocuidad y fácil realización, con mínimas molestias para el niño. Asimismo, brinda la posibilidad de realizarla en forma dinámica, y repetirla cuantas veces sea necesaria hasta completar el estudio, grabándola en cinta de vídeo. Hemos de decir que en las primeras exploraciones los resultados no fueron del todo deseables. Ello se debió a la escasa experiencia del ecografista (siempre el mismo profesional) que nos la efectuaba entonces, tanto en la aplicación técnica como en la interpretación de las imágenes obtenidas. Esa situación ha podido influir tal vez en cifras de sensibilidad y seguridad inferiores a las que tenemos hoy, a cinco años de comenzar con esas prácticas. A ello contribuye también el hecho de que hoy contemos con una profesional experta en ecografía digestiva, con gran sensibilidad hacia la problemática pediátrica y cuyas exploraciones no se limitan sólo al estudio del RGe, sino que abarcan también la cuantificación del vaciamiento gástrico, las alteraciones hepatobiliares y del área pancreática y la detección de alteraciones, incluso en estadios de enfermedad muy precoces (por ejemplo, en el sida). La ecografista suele no conocer los resultados de las otras pruebas diagnósticas, ya que esta técnica es una de las que realizamos más precozmente. En el supuesto de haber otras anteriores, se le informa de sus resultados. En las figuras 1, 2 y 3 ofrecemos algunas imágenes explicativas.Comparando nuestras primeras experiencias al respecto con la casuística más reciente, hallamos que:1) los resultados más sensibles se corresponden con los grupos de menor edad;2) el diagnóstico de RGe no puede ser descartado por una prueba negativa; es necesario valorarlo realizando al menos dos pruebas diagnósticas;3) al aumentar el número de diagnósticos y crecer nuestra experiencia, creemos que sería posible obtener resultados mejores que los actuales en cuanto a sensibilidad y especificidad.Nuestras primeras observaciones sobre ecografía del RGe en niños fueron publicadas en 1993 en los Anales Españoles de Pediatría. Desde entonces, nos hemos visto citados en varios artículos y escritos acerca del RGe y las técnicas diagnósticas en gastroenterología. Hemos tenido incluso la reciente satisfacción de que una revista en lengua extranjera -a la que habíamos remitido el trabajo en primer término y que nos lo había aceptado, pero con tan elevado número de modificaciones que equivalían a hacer otro artículo distinto- se haya puesto en contacto con nosotros para publicarlo, aunque tarde.