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INTERACCION FAMILIAR Y PSICOPATOLOGIA EN LOS INTENTOS DE SUICIDIO INFANTILES.
(especial para SIIC © Derechos reservados)
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Autor:
María Jesús Mardomingo Sanz
Columnista Experto de SIIC



Artículos publicados por María Jesús Mardomingo Sanz 

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Primera edición: 7 de junio, 2021

Segunda edición, ampliada y corregida 7 de junio, 2021

Conclusión breve
En 1969, cuando se inauguró el Hospital Infantil del actual Hospital General Gregorio Marañón de Madrid, los intentos de suicidio en el niño y el adolescente eran una entidad prácticamente desconocida por inusual. Cuando surgía el tema en las conversaciones entre pediatras, éstos mantenían una actitud de incredulidad, manifestando cierta sorna ante las opiniones de los psiquiatras infantiles: según ellos, el suicidio de un niño resultaba inconcebible

Resumen



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Especialidades
Principal: Pediatría
Relacionadas: Salud Mental

INTERACCION FAMILIAR Y PSICOPATOLOGIA EN LOS INTENTOS DE SUICIDIO INFANTILES.

(especial para SIIC © Derechos reservados)

Artículo completo
La realidad es que los intentos de suicidio y los suicidios ya existían a finales de los años sesenta, unas veces reconocidos, otras confundidos con accidentes y muchas veces ignorados. Un sentimiento de vergüenza y deshonor por parte de los familiares y de la sociedad en general impulsaba a negar la evidencia y, de paso, contribuía a disimular la impotencia de la familia y el desinterés de las instancias sociales para proteger a sus miembros más débiles. La tendencia a minimizar las conductas suicidas, considerándolas como un acto impulsivo encaminado a manipular el medio ambiente y a obtener ciertos beneficios continúa, en parte, en nuestros días; sin embargo, ha habido un cambio sustancial por parte de los profesionales que, ateniéndose a la realidad, comprueban que los ingresos hospitalarios por intentos de suicidio en los niños y en los adolescentes han aumentado de forma espectacular en los últimos años. También constatan que un porcentaje importante de estos niños tiene trastornos psiquiátricos de base y continúa con problemas de adaptación en la vida adulta, y que los trastornos en la interacción familiar son una de las circunstancias más frecuentes, configurándose como uno de los factores de riesgo más significativos para cometer un intento de suicidio. Es decir, la entidad «inexistente» hace veinticinco años se perfila poco a poco como un fenómeno relativamente frecuente y complejo, que sigue planteando múltiples interrogantes.Las estadísticas sobre la prevalencia de las conductas suicidas son poco fiables. En España el número de intentos de suicidio y de suicidios consumados ha pasado de 4 por 10 000 habitantes en 1976 a 5 por 100 000 en 1986, según datos del Instituto Nacional de Estadística. Estas cifras proceden exclusivamente de los casos registrados en los juzgados de instrucción y están, por tanto, infravaloradas. Algo similar sucede con las estadísticas de los hospitales, donde muchos intentos de suicidio constan en los archivos como accidentes y, sobre todo, como simples ingestiones medicamentosas. En el Hospital Gregorio Marañón de Madrid se contabilizaron 55 casos de intentos de suicidio en los niños de 0 a 16 años desde 1983 hasta 1987, es decir, en un período de cinco años. En los cinco años siguientes, 1988-1992, esta cifra ascendió a 117 casos, lo que representa un aumento del 100%.Queda aún por determinar a qué se debe tal incremento, de carácter progresivo. El hecho de que los diagnósticos se hagan con más rigor no lo explica por sí solo. Se observa, además, que los intentos de suicidio se dan en niños cada vez más pequeños (Mardomingo y Catalina, 1992) como si también se cumpliera la tendencia temporal de algunos trastornos psiquiátricos de este siglo a afectar a sujetos cada vez más jóvenes. Dos de los pacientes de la muestra de este último estudio son niños de 7 y 8 años, con dos intentos de ahorcamiento perfectamente objetivados. Uno de ellos se colgó de la litera del dormitorio con el cinturón de una bata. El otro se suspendió de la terraza de la cocina con una cuerda. De forma curiosa, en ambos casos fue una hermana menor de 5 años quien descubrió a los niños y avisó a la madre.En Inglaterra se observa también un aumento preferente de los intentos de suicidios en niños de 12 a 15 años (Hawton y Goldacre, 1982). No obstante, la adolescencia es la edad en que se da la mayor frecuencia de conductas suicidas, con tasas de prevalencia de los intentos de suicidio de 7.1% (Andrews y colaboradores, 1992), de tal forma que a esa edad son nueve veces más frecuentes que en los niños de 6 a 11 años (Gastaminza y colaboradores 1983; Mardomingo y Catalina, 1992). El mayor predominio en las niñas es también un hecho constatado, aunque ha habido una ligera tendencia a aumentar en los varones en los últimos años (Mardomingo y Catalina, 1992).Uno de los temas que ha suscitado y suscita discusiones apasionadas entre los médicos y otros profesionales es si existe o no verdadero deseo de muerte en el niño que intenta suicidarse. La constatación de que el método utilizado es casi siempre la ingestión de medicamentos en dosis poco letales y con amplias posibilidades de rescate (Mardomingo y Catalina, 1992) llevó a la conclusión de que el niño no deseaba realmente morir. Sin embargo, se sabe que las conductas suicidas son un auténtico factor de riesgo de nuevos intentos de suicidio consumado (Gastaminza y colaboradores, 1983; Gispert y colaboradores, 1985) y están presentes en el 33% de los niños que intentan suicidarse (Mardomingo y Catalina, 1992). Por otra parte, la opinión de los propios niños cuando se les pregunta si deseaban morir deja poco lugar a dudas: el 73% afirma haber tenido deseos explícitos de muerte en el momento del intento, o sentimientos de indiferencia ante la posibilidad de morir (Catalina, 1987). Estos resultados coinciden con los de Gispert (1985) y con los de Hawton y Goldacre (1982), que resaltan la discrepancia de opinión en este tema entre los profesionales y los propios niños. Mientras los primeros minusvaloran el deseo de muerte, el paciente lo sitúa en el centro de su propia conducta.Si el deseo de muerte constituye un motor importante de los comportamientos suicidas, las situaciones de conflicto mantenido en el medio familiar son uno de sus antecedentes más claros. La vivencia de situaciones insoportables que se perciben sin solución, como el alcoholismo del padre, la ausencia de uno de los progenitores, la amenaza de separación o divorcio y las discusiones violentas forman parte de la vida cotidiana de muchos de estos niños (Pfeffer y colaboradores, 1979; Weissman y colaboradores, 1984; Mardomingo y Catalina, 1992). En estas circunstancias, el intento de suicidio se presenta como la única alternativa posible. Los estudios longitudinales de niños que han hecho un intento de suicidio refieren con frecuencia la presencia de psicopatología en la adolescencia y en la vida adulta. En un trabajo nuestro observamos que eran frecuentes los trastornos depresivos y los trastornos de personalidad. Tal vez los intentos de suicidio en el niño representen un auténtico modelo de la interrelación de los factores genéticos y los ambientales en la génesis de los trastornos psiquiátricos del ser humano. Su estudio es uno de los objetivos prioritarios de la psiquiatría del niño y el adolescente en este final de siglo.


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