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ACERCA DE LA SALUD DE LOS MEDICOS
(especial para SIIC © Derechos reservados)
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Autor:
Luiz Antonio Nogueira Martins
Columnista Experto de SIIC



Artículos publicados por Luiz Antonio Nogueira Martins 

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Primera edición: 7 de junio, 2021

Segunda edición, ampliada y corregida 7 de junio, 2021

Conclusión breve
Con frecuencia los medios de comunicación masiva se hacen eco de casos de patentes errores médicos que desembocan en la estéril disyuntiva: «el profesional es el culpable», «el médico es la víctima de un estado de cosas pernicioso». –Cuál es la verdad Tomando como base una serie de estudios existentes sobre distintos aspectos de la psicología médica, es posible abordar los diversos elementos que inciden en esta situación

Resumen



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Especialidades
Principal: Salud Mental
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ACERCA DE LA SALUD DE LOS MEDICOS

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Artículo completo
Factores Estresantes En varios trabajos norteamericanos se hace hincapié en la irrazonabilidad de exigir competencia profesional a individuos que deben sobrellevar guardias de 36 horas, a menudo en estado de sobrecarga de trabajo y en todos los casos con privación de sueño. También es sugestivo que la defensa de este sistema sea asumida sobre todo por quienes, habiendo sobrevivido a la experiencia, parecerían dispuestos a no permitir que otros colegas se libraran de ella. Se ha postulado que la residencia médica, por ejemplo, cumple las funciones de un rito de iniciación para el ingreso a una sociedad de élite; a menudo los médicos residentes reciben, como forma de estímulo por parte de sus superiores, mensajes que en última instancia significan: «Yo ya pasé por esto, y en consecuencia también usted debe hacerlo». Por otra parte, el sistema parece satisfacer un deseo inconsciente pero ampliamente compartido por los médicos: el de poseer capacidades y poderes sobrehumanos. La Situación en Cifras En 1980 se estimaba que entre el 6 y el 10% de los médicos norteamericanos en actividad padecía o se hallaba amenazado por problemas de alcoholismo, dependencia de drogas, depresión y tendencias suicidas. Los casos de suicidios entre estos profesionales llegaban a unos 700 por año. Ante esa situación, se ha acuñado recientemente el término impaired, «desgastado», situación en que al parecer se halla el 10% de los médicos. En relación con los suicidios, al menos, las especialidades más afectadas son la psiquiatría, la oftalmología y la anestesiología, en tanto que las más «tranquilas» parecen ser las que desarrollan los pediatras, dermatólogos, cirujanos y patólogos. Por otra parte, los problemas comienzan ya en la etapa de formación (altas tasas de estrés y de riesgos neuróticos entre los estudiantes, que parecen incrementarse a medida que se avanza en la carrera). Este panorama lleva a plantear el problema de si existen características psicológicas específicas de este grupo ocupacional. Después de todo, al decir de Blaya, «...la de ser médico ha sido siempre una de las decisiones más extrañas en cuanto a vocación, pues implica el deseo de hallarse cerca del sufrimiento y la muerte, tan temidos por el ser humano... Es antes que nada un deseo, consciente o no, de saber más (y de cuidar mejor) acerca de aquello que sentimos enfermo en nosotros mismos». De ahí que los estudios sobre las características psicológicas de quienes siguen la carrera hablen con frecuencia de la personalidad obsesivo-compulsiva de los estudiantes de medicina. De igual modo, no deja de ser sugestivo que las repercusiones de los trabajos que tratan este tema sean siempre bastante limitadas, acaso porque toda apelación al debate y a la toma de conciencia respecto de tan delicado problema implica un cambio de actitudes por parte de los profesionales mismos.Sobre el profesional de la medicina pesa la expectativa social, que lo idealiza y parece no admitir en él comportamientos menos que perfectos. Los establecimientos asistenciales dan cumplimiento a esa especie de mandato mediante un régimen de trabajo que otorga papel preponderante a la acción, por encima de la reflexión. La regla parecería ser «atender la demanda, no importa en qué condiciones». Sin embargo, tales actitudes no tienen en cuenta el carácter altamente ansiogénico del ejercicio profesional. Es sabido que, por ejemplo, en guardias externas y servicios de emergencia, sobrevienen situaciones tan dramáticas que no se dan en ningún otro campo de la experiencia humana, al menos en tiempos de paz. Pero sin llegar a tales extremos, entre las características generales y permanentes del ejercicio profesional se encuentra el contacto íntimo y frecuente con el dolor, el sufrimiento, la perspectiva de muerte y la muerte misma, además de la necesidad de lidiar con pacientes difíciles (quejosos, agresivos, rebeldes, hostiles y autodestructivos, o crónicamente deprimidos) y la de sufrir las incertidumbres y limitaciones de los propios conocimientos, contrapuestos a las expectativas de los enfermos, que exigen garantías. El miedo y el desgaste anímico comienzan en la Facultad y prosiguen durante toda la vida profesional. En la etapa de residencia médica el estrés llega a su apogeo, con las tensiones generadas por la responsabilidad, el cansancio, la sobrecarga de trabajo y el temor a cometer errores. Mecanismos de Adaptación PsicológicaCuanto más irreales hayan sido las expectativas del estudiante al escoger la carrera, mayor deberá ser su esfuerzo adaptativo. La adaptación se produce, tarde o temprano, y puede ser adecuada o no. Entre las formas inadecuadas cabe citar al médico que se reviste de una coraza de impermeable «frialdad» con sus pacientes: un embotamiento del sentimiento que llega a reflejarse en su propia vida familiar, en el apartamiento que le imponen las guardias, las llamadas telefónicas y las visitas hospitalarias en fines de semana o feriados. Es el caso del facultativo que exclama, entre contrariado y orgulloso: «íHace seis años que no me tomo vacaciones!». Otra consecuencia de la inadecuada adaptación es el aislamiento social, la pérdida de contactos con el mundo no médico, que responde al modelo de profesional que centra su interés primordial en la vida y el bienestar de sus pacientes pero reforzando la idea de que su intervención es necesaria e irreemplazable. Algunos médicos, se ha subrayado, sienten una enorme necesidad de ser necesarios. Otros comportamientos igualmente inadecuados son la simple negación de los problemas inherentes a la profesión, con sus complejidades y limitaciones, el humor negro y la ironía. Estos últimos se desarrollan sobre todo en los años de estudio y de entrenamiento, pero también pueden dejar en el profesional ya asentado una carga de escepticismo y pesimismo. Por fin, son también negativas ciertas actitudes del médico ante su propia salud y la de sus familiares, como el autodiagnóstico y la automedicación.Hacia una Profilaxis Efectiva Los médicos de ambos sexos deben ser incluidos sin vacilaciones entre los grupos profesionales de alto riesgo. Es necesario, pues, que estén en condiciones de protegerse, no sólo de los ataques provenientes del mundo exterior (medios de comunicación, pacientes), sino también de fuerzas que anidan en sus mentes, como la ilusión de omnipotencia. Prevención y educación están íntimamente ligadas, por lo que las medidas preventivas que corresponde implantar son, en lo esencial, de naturaleza educacional. Algunas de ellas son: 1) incorporar en los cursos de medicina la enseñanza de la psicología médica, con especial atención por las vicisitudes propias del curso de estudios mismo y el futuro ejercicio de la profesión; 2) crear en las facultades de medicina servicios de orientación psicopedagógica para alumnos y profesores; 3) implementar grupos de reflexión y discusión de la tarea médica en las residencias hospitalarias; 4) promover investigaciones sobre las condiciones de trabajo, con la mira puesta en la detección precoz de los factores de riesgo específicos (en este sentido, cierto tipo de reivindicaciones económicas, como la exigencia de que se paguen adicionales por insalubridad y peligrosidad, pueden ser contraproducentes pues acaso contribuyan a robustecer determinados comportamientos, como la exposición exagerada a los riesgos); 5) crear consultorías psiquiátricas y psicológicas en los hospitales generales, y 6) crear equipos interdisciplinarios y multiprofesionales en los distintos servicios de salud. Cualquier medida profiláctica deberá basarse, sin duda, en un amplio proceso de concientización, que posibilite la modificación de las actitudes de los médicos hacia su profesión. El debate abierto y franco sobre las limitaciones, vulnerabilidades y patologías de los médicos es, acaso, la más valiosa de las medidas que puedan ser adoptadas.


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