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McFarlane y colaboradores en 1991, estudiando 20 niños hospitalizados sometidos a nutrición parenteral, observaron que sólo se habían llevado a cabo evaluaciones nutricionales objetivas en el 15% de los casos, resultado que no difiere demasiado de nuestras propias observaciones.La morbimortalidad, en casos de traumatismos, infecciones o cirugía, está íntimamente relacionada con la intensidad del proceso patológico y la capacidad de respuesta del paciente, la que puede verse afectada en primer lugar por su estado nutricional. En el niño desnutrido, la enfermedad promueve la asociación de dos factores que llevan a la depleción nutricional: la insuficiente ingesta calórico-proteica y el incremento de la utilización y de las pérdidas, como respuesta habitual a las situaciones de estrés.A nuestro entender, la evaluación nutricional del niño hospitalizado tiene como objetivo en un primer momento determinar el riesgo nutricional, o sea, detectar un proceso de desnutrición potencialmente perjudicial para el niño, que pueda afectar su evolución y su pronóstico. La detección precoz de estos pacientes debe permitir una intervención nutricional que tenga por objeto prevenir complicaciones relacionadas con la desnutrición; en particular, la infección intranosocomial.Una vez instituido el soporte nutricional, el niño debe ser reevaluado periódicamente, en el sentido de monitorear su respuesta a la terapéutica. Los parámetros antropométricos no reflejan adecuadamente las alteraciones nutricionales que ocurren en el corto plazo en situaciones de estrés metabólico, como los traumatismos, las sepsis y los períodos posoperatorios inmediatamente sucesivos a grandes actos quirúrgicos. Estas situaciones llevan a una reducción de la masa celular, con expansión absoluta o relativa del líquido extracelular, por lo que la pérdida de peso tal vez sea subestimada. En verdad, puede haber incluso ganancia de peso, por la acumulación de líquidos en el tercer espacio que es consecuencia del aumento de la permeabilidad del endotelio capilar que ocurre en estas situaciones. Ese líquido «extra» es eliminado en pocos días, salvo en casos de persistencia o exacerbación de la respuesta metabólica al estrés.Está claro que la determinación del balance nitrogenado y de la 3-metilhistidina, al igual que otras pruebas de laboratorio, reflejan de manera más fidedigna las alteraciones nutricionales del niño gravemente enfermo. Los parámetros antropométricos, no obstante, a pesar de sus escasas sensibilidad y especificidad para la detección de las alteraciones nutricionales en el corto plazo, son útiles para la evaluación de las alteraciones previas a la internación, así como para documentar los efectos terapéuticos a mediano y largo plazo. Cabe subrayar que incluso una evaluación nutricional extremadamente sencilla, siempre y cuando se la realice de la manera adecuada, es mejor que la total ausencia de evaluación. Creemos que las deficiencias en el planeamiento, la evaluación y el monitoreo del soporte nutricional sólo podrán ser solucionadas si se forma un equipo de trabajo multidisciplinario de soporte. Mientras no se logre hacer realidad esa perspectiva en el Brasil, consideramos que un trabajo de concientización conjunto de los profesionales que atienden niños hospitalizados podría atenuar la magnitud del problema. En la Unidad de Cuidados Intensivos del Departamento de Pediatría de la Escola Paulista de Medicina está en uso un protocolo específico, elaborado allí miismo para el registro diario de los datos referidos al monitoreo nutricional durante el período de internación. Este instrumento permite alcanzar un mejor conocimiento de la población atendida, además de identificar eventuales fallas en la terapéutica y corregirlas. De ese modo se hará posible adecuar el aporte nutricional a las necesidades de cada paciente, y mejorar la calidad de la atención brindada al niño hospitalizado.