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EL DOLOR EN EL NIÑO: ASIGNATURA PENDIENTE DEL AÑO 2000
(especial para SIIC © Derechos reservados)
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José Federico Javier Elorza Arizmendi
Columnista Experto de SIIC



Artículos publicados por José Federico Javier Elorza Arizmendi 

Recepción del artículo: 11 de enero, 2000

Aprobación: 3 de abril, 2000

Primera edición: 7 de junio, 2021

Segunda edición, ampliada y corregida 7 de junio, 2021

Conclusión breve
Los cambios físicos, metabólicos e inmunitarios, desencadenados por un estímulo doloroso son mayores en los neonatos que en los adultos y el hipermetabolismo desencadenado por el dolor a esas edades, resulta mas difícil de controlar y combatir.

Resumen



Clasificación en siicsalud
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Especialidades
Principal: Pediatría
Relacionadas: FarmacologíaNeurología

EL DOLOR EN EL NIÑO: ASIGNATURA PENDIENTE DEL AÑO 2000

(especial para SIIC © Derechos reservados)

Artículo completo
Aunque desde hace 20 años conocemos científicamente que el niño puede sentir dolor, incluso durante el período gestacional, rara vez los profesionales de la Salud, e indirectamente la población en general, incluyen esta sensación como un síntoma a tener en cuenta durante sus procesos morbosos agudos o menos graves.Por el contrario, la tecnología moderna y los avances científicos han potenciado el empleo de métodos diagnósticos y técnicas invasivas en estos procesos, no siendo infrecuente, en los albores del 2000, que el dolor desencadenado por estas maniobras, represente el peor recuerdo de su enfermedad.(1) Debemos, pues, concienciarnos de este problema si queremos alcanzar un mayor grado de bienestar en la infancia.Sirva de referencia que, aún hoy en día, la farmacopea analgésica pediátrica es muy pobre, si la comparamos con la de los adultos(2) y, de la existente, desconocemos gran parte de su farmacocinética, según las edades, así como su mecanismo de acción.Es evidente que el dolor es un síntoma útil e importante para detectar, corregir o subsanar precozmente los procesos morbosos, pero nuestras actuaciones curativas no deberían potenciarlo innecesariamente, manteniendo viejos conceptos(2-4) o escondiéndonos en la mala o nula expresión verbal de los más pequeños.Por ello es importante recordar que: Desde finales de los 80 sabemos que el feto, en su segundo trimestre gestacional, dispone de estructuras anatómicas y bioquímicas capaces de detectar las sensaciones dolorosas(5-8) y que los recién nacidos (RN) y prematuros son capaces de memorizarlas.(5,7,9,10) Desde el inicio de los 90 pudimos constatar que los cambios físicos11,12, metabólicos e inmunitarios(13), desencadenados por un estímulo doloroso, son mayores en los neonatos que en los adultos14,15 y que el hipermetabolismo, desencadenado por el dolor a esas edades, resulta mas difícil de controlar y combatir.6Disponemos de escalas, basadas en la simple observación de la mímica, que han demostdo facilidad, objetividad y eficacia para evaluar el dolor en la edad pediátrica.2,9,14-21 Estas escalas rara vez son incluidas en la valoración evolutiva de procesos ­7É3 agudos o menos graves, aunque deben ser de uso obligatorio en las hojas de evolución de los pacientes pediátricos.No sólo deberíamos evitar el daño físico añadido por nuestras exploraciones, que ya de por sí es difícilmente explicable, también tendríamos que mejorar su estado de ánimo, para facilitar su más rápida y pronta recuperación.(22)Por ello, un niño enfermo hospitalizado debería poder estar siempre acompañado por sus padres, permitírsele conservar algún objeto que aprecie y con el que esté familiarizado e incluir en los protocolos diagnóstico-terapéuticos del personal de enfermería las caricias, sonrisas y dedicación personalizada, así como las escalas mímicas, debiendo ser un parámetro más como la temperatura o la tensión arterial.Exigir ambientes silenciosos, colores suaves y una temperatura acorde a su ropa. Respecto a la luminosidad, debe ser variable, respetando al máximo los ritmos de vigilia/sueño, para facilitar sus ritmos circadianos. Desterrar el uso de esparadrapos de las salas neonatales, pues laceran su piel. Evitar al máximo los tratamientos intramusculares y las extracciones sanguíneas, arteriales, venosas o capilares. De tener que realizarlas, limitarlas a horarios fijos, evitando la ansiedad de la incertidumbre, suprimiendo las innecesarias o a destiempo. En los más pequeños, practicarlas mientras succionan un chupete u objeto similar y en los mayores hablándoles, para minimizar las descargas de catecolaminas. Aquellas cuyos resultados no se alteren por la ingesta, efectuarlas siempre tras las tomas. Cuando la edad lo permita se les debe explicar el porqué de sus pruebas, así como el día a día de su evolución. Cuando su proceso y estado de ánimo lo propicien, facilitarles su participación en juegos y distracciones educativas que minimicen su sensación de enfermedad.Utilizar siempre fármacos y técnicas de analgesia en los protocolos de las exploraciones agresivas. En los niños de mayor edad incluir, si es necesario, ansiolíticos como las benzodiacepinas.En resumen: la supresión total del dolor debe ser una de la principales tareas. La limitación en el lenguaje oral, los viejos conceptos y creencias y la escasa farmacopea analgésica pediátrica no deben servirnos de excusa para obviar la sensación dolorosa en un niño. Por eso, nuestra disposición para mejorar este síntoma no debe limitarse a las unidades del dolor y a los centros terciarios, debiendo incluir la detección de este síntoma en todas nuestras actuaciones, intentando con ello mejorar su manejo y la asistencia de nuestros enfermitos.ibliografía1. Ehrestrom Reiz GME, Reiz SLA. 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